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jueves, 25 abril, 2024
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El origen de la usurpación

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Se puede precisar como crisis política todo proceso en el cual los gobernantes de un país no saben cómo reaccionar ante diversos acontecimientos, lo que regularmente trae consigo desconfianza y diversos conflictos. Un claro ejemplo de una crisis política son las continuas protestas que vive actualmente en Venezuela. Esto es una manifestación que conecta directamente con el gobierno de Maduro, que está actuando de forma ineficiente ante los problemas económicos y sociales que más afectan a todos los venezolanos sin distingo de color e ideología política.

Venezuela marcha por una realidad incoherente desde un análisis lógico, se habla de una economía socialista, que no es más que en la práctica un capitalismo salvaje. Pero la contradicción dentro del paradigma marxista es que el gobierno de Maduro ha utilizado abiertamente sus propias fuerzas de dominación para afianzar una poderosa y pequeña clase social emergente, dueña de las grandes decisiones económicas en el país.

La compleja crisis política, según nuestros análisis, ha activado la incertidumbre, angustias, bravura, desesperación y tensiones entre los millones de venezolanos. Además, estos análisis reflejan que 85% de la población venezolana aspira a un cambio político ya, incluso un grupo significativos de chavistas desean que se vaya Maduro del poder central. No obstante, es fácil decirlo, difícil es creerlo. 

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Los resultados de los comicios presidenciales del 14 de abril de 2013 es el germen del cuestionamiento del origen de la usurpación en el poder Nicolás. Si aplicamos la razón, con todo el control del poder Estado, ganar por menos de 300.000 sufragios es para que emerjan fundadas sospechas de fraude electoral, que se vincularía de inmediato con la ilegitimidad del nuevo mandatario nacional. Su victoria no fue aceptada por una parte del pueblo de forma consensual. Es decir, se es legítimo cuando existe un consenso en la población para aceptar la autoridad. Cuando un gobierno carece de legitimidad ocurre una situación social inconveniente. Coincido con los estudiosos del tema en legitimidad política, aseguran que existen situaciones complejas en el país, un desánimo colectivo por parte de los ciudadanos en obedecer los actos de gobierno dictados por la autoridad ilegítima. En este mismo orden de ideas, la usurpación en el poder termina de fraguar con el devenir del tiempo, con las elecciones del  20 de mayo 2018. La revolución bolivariana, con su triunfo electoral muy cuestionado, golpeado por la crisis económica, aseguraba seis años en Miraflores. Según CNE hubo una participación del 45%, un “respaldo” 68% de los votos a favor de Maduro. Estos comicios presidenciales fueron todo un traje a la medida para preservar el socialismo siglo XXI, votaciones que valieron para reforzar la sustancia de la crisis política en Venezuela.

La crisis política se ha configurado como un riguroso problema de ingobernabilidad y éxodo, movido por posturas antidemocráticas y complejidades para gobernar. Nicolás Maduro ante las crisis política, económica y social, no se da por vencido, mueve sus mejores piezas del ajedrez apuntalado con un discurso estratégico donde lo significativo para su proyecto y aliados exógenos es lo económico; se radicaliza, construye entramados de todo tipo, que le ha permitido sacar tiempo extra a la oposición venezolana. Lo que se veía cerca en el contexto de cambio político en beneficio democrático del país, pareciera que se ha puesto lejos, y no debemos olvidar que los errores en política los paga fundamentalmente los ciudadanos en sus modos de vida. Transitamos un momento histórico que convoca urgentes cambios en la política. La efectividad en los resultados de las estrategias de la oposición no se han podido articular en estos tiempos en positivo. Ante oportunidades, frente a diversas fisuras que muestra un interpelado gobierno madurista, finge miopía. Olvida de manera interesada que al tener mucho tiempo al frente de una gestión todo gobierno democrático –y más si tiene sustancia de dictadura– se desgasta y corrompe. La variable rechazo toma un valor cuantitativo muy significativo, muchas veces hasta devastador, sobre todo si es una gestión gubernamental que está en nivel “tóxico” e ineficiente en sus diversas respuestas a las exigencias de un pueblo sometido al hambre, colas, violaciones a sus derechos humanos, continuas violencias.

Sociólogo, docente universitario | PhD Gestión de Procesos | CEO Consultora Estudios de Opinión. TW e IG: @hercon44

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