Opinión

El Nobel de Economía y las burlas a la ciencia

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A diferencia del reconocimiento en otros campos de la ciencia, los premios Nobel de Economía no van para científicos. Galardonan a los suyos. A quienes hacen apología de las relaciones económicas y sociales imperantes y abren camino a la explotación del trabajo humano, la estafa y la usura. Con esos fines convierten sus ideas en acción política y económica en todos los países del mundo. De allí que no encontramos nada de científico en estos premios de economía que se instituyeron en 1968 y comenzaron a otorgarse desde 1969.

David Ricardo o Adam Smith hubiesen podido obtener el mencionado premio sobre la base de sus ideas erróneas y no por sus aportes científicos, que sin duda alguna los brindaron. Marx no tendría nada que buscar, con todo y que sigue siendo el científico de la economía por antonomasia y por ello se sigue estudiando en todas las universidades del mundo. Es obligado. Su teoría de la crisis o el comportamiento de la cuota media de la ganancia, entre muchos otros aspectos, remiten a Marx.

Lógico que así sea. Se trata de un premio creado por el banco central de Suecia, el Banco de Suecia, el más antiguo del mundo, fundado en 1668. Es ingenuo creer, por decir menos, que un banco pueda estar interesado en la ciencia económica. Quien así piense peca de candidez o de ignorancia. De allí que en ningún caso pueda otorgar premio alguno a alguien que se aproxime un tantico siquiera a la ciencia económica.

Se dice que el más polémico es el Nobel de la Paz. Ciertamente, son muchos los ejemplos. Es que se han entregado a personas que nada dicen como representantes de la concordia, el acuerdo y la armonía. Kissinger y Obama, seguramente los más rechazados, expresan la naturaleza de este premio que parece tener poco que ver con el reconocimiento a una contribución por la paz mundial. Actitud muy consecuente con la oligarquía financiera —principal agente en el auspicio de la guerra.

Las leyes de la ciencia económica, descubiertas por la economía política, nos demuestran que —por eso del comportamiento relativamente estable de la cuota media de la ganancia en la industria bélica— los dueños de los medios invierten en armamento. El mismo armamento que Alfred Nobel propició con el invento de su TNT. A fines del siglo XIX fue dado por muerto en lugar de uno de sus hermanos, y no aclarada la confusión, un obituario de un periódico francés tituló: “El Mercader de la Muerte ha muerto”, y en el texto se añadía: “… quien se enriqueció encontrando maneras de matar a más gente más rápido”.

Además de ser un gran inventor, Nobel comerció sus inventos para mejorar el armamento de la época. Comerciante e inventor. El sentimiento de culpa —nacido luego de conocer el mencionado obituario— lo lleva a crear el premio en cuestión, para lo cual destinó 95 % de sus recursos testamentarios.

El Nobel de Literatura también guarda sus controversias una que otra vez. Pero hay algo de justicia en el reconocimiento de algunos autores, como Hemingway, Neruda, García Márquez, entre otros. En Química, Física y Medicina parece haber más rigor. Aunque no debemos olvidar que, por lo regular, hay coincidencia entre el desarrollo de las ciencias naturales y el de la industria, propiciada por el capital a escala planetaria.

Pero es el de Economía, otorgado por la Real Academia de las Ciencias de Suecia, el que menos reconocimiento tiene en los centros de enseñanza superior a escala mundial, que no sean las que se identifican con el liberalismo y los neoclásicos. La escuela keynesiana también recibe algo de reconocimiento, como en el caso de Amartya Sen, quien, siendo bastante ecléctico, termina por identificarse con ideas de intervención propias de Keynes, sin dejar de estar inscritos sus planteamientos en La teoría de los sentimientos morales de Smith.

Los noveles del Nobel. Sus ideas y la crítica

El otorgado este año 2021 —a autores cuyas ideas forman parte del pensamiento vulgar de la economía— es buen ejemplo de que la ciencia no es reconocida. Es que no solamente aluden a ideas apologéticas que buscan atender cuestiones del empleo, sino que abordan asuntos de método que terminan por ubicar claramente la naturaleza metafísica de sus teorías.

Los economistas David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens ganaron el premio este año 2021. Los presentan, aunque no lo sean, como precursores en la realización de experimentos naturales. Lo que se resume en la observación del comportamiento de uno que otro fenómeno natural de la economía, expresado en determinadas firmas de comida rápida o de procesos migratorios. Card, a partir de las conclusiones que extrae, realiza un ejercicio de inducción y las generaliza, comparación mediante, con muestras en otros espacios. Al analizar el efecto que tendrían los aumentos de salario mínimo en el empleo en el estado de Nueva Jersey de Estados Unidos le da a su resolución un carácter general.

Eso es lo que pretende con la conclusión según la cual el aumento de salarios se compensa con el traspaso del costo en el precio a la clientela mediante el incremento de los precios. Idealismo fetichista puro y duro. Afirmación demasiado vieja, una y mil veces desmontada. Cuestión que se evidencia en la extrapolación que hace de tal circunstancia a una nación, por ejemplo. Se pretende hacer un ejercicio de inducción pensando que tendrá los mismos efectos. Evidentemente, idealismo fetichista.

Por otra parte, por sus contribuciones metodológicas, se dice que Angrist e Imbens fueron quienes demostraron que “los experimentos naturales son una rica fuente de conocimientos”. Afirmación que hace Peter Fredriksson, presidente del Comité del Premio de Ciencias Económicas.

Las conclusiones de Card forman parte de una vieja polémica en el campo de la economía. La ciencia económica nos demuestra que el valor de las mercancías está configurado por la sumatoria de capital constante, capital variable y la plusvalía que obtiene el dueño de los medios. El valor de cambio de toda mercancía la encontramos en la sumatoria de esas determinaciones. No hay más. De tal manera que si se aumenta el salario, a la postre el dueño de los medios deberá reducir lo correspondiente a plusvalía para aumentar el capital variable, o sea los salarios, manteniéndose así el valor de la mercancía. Cuestión inexorable, ya que si aumenta el precio pierde competitividad. Es que la competencia capitalista lleva a que precios más elevados conduzcan a la pérdida de capacidad competitiva. Sería un puñal en el corazón de esa facultad fundamental del orden. Por lo que, a lo sumo, puede guardar algo de vigencia durante un tiempo breve, cuando no hay competidor. De resto, es un absurdo.

Además, en general ninguna política pública —por muy aproximada que sea la conclusión sobre algún aspecto de la realidad— va a modificar el comportamiento de las leyes del capital. El problema del empleo y el salario están sujetos a leyes rígidas, cuyo carácter absoluto se impone con creces al relativo de toda ley. Cuestiones de la dialéctica de las leyes de las relaciones de producción imperantes, propias de la acumulación capitalista.

Las escalas salariales están sujetas a varias determinaciones que para nada atiende el mentado autor y quienes lo reivindican. De una parte, el salario no es más que el pago de la mercancía fuerza de trabajo. Esta cuenta con un valor de cambio. Luego, es el valor del conjunto de bienes y servicios del trabajador y los suyos lo que lo determina. Así como el precio de cualquier mercancía se aproxima al valor, igual sucede con esta mercancía. Guarda, sí, la especificidad de que la oferta de fuerza de trabajo es mayor por la existencia de un ejército industrial de reserva, por lo que su precio tiende a colocarse por debajo de su valor de cambio.

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De otro lado, Estados Unidos y Europa se encuentran en una situación que los lleva buscar reducir el salario de los trabajadores como mecanismo fundamental para frenar la caída de la cuota media de la ganancia. Frente a China no les queda otro camino. No pueden ampliar sus mercados exteriores como no sea mediante la industria de armamentos. Se encuentran limitados en la exportación de capitales financieros como no sea a través de la intervención del FMI, dada la competitividad de los capitales chinos. Por lo tanto, deben recurrir al aumento de la oferta de fuerza de trabajo. Esas son cuestiones objetivas. De allí que propicien la inmigración y la penalización del inmigrante ilegal para llevarlo a salarios de hambre, lo que repercute en todo el mercado de trabajo.

Sacar conclusiones acerca de las repercusiones del salario en el empleo a partir de un sector tan subalterno como el de comida rápida resulta una burla a la ciencia. Con más razón en el caso estadounidense, que busca entrar nuevamente en la competencia por la hegemonía, apoyándose principalmente en la manufactura y la industria bélica. Sumemos que las conclusiones se extraen de un sector muy reducido de la producción, el comercio y la economía nacional.

Puede darse, ciertamente, que un eventual incremento de salarios no vaya acompañado por un mayor desempleo. Eso está sujeto al proceso de acumulación de los capitales. Pero la tendencia dominante es que el desempleo —el mencionado ejército industrial de reserva— es un asunto inherente al capitalismo, sujeto al desarrollo de la composición de capitales. Es absurdo pensar en el desempleo durante el esclavismo o el feudalismo. Pero es ingénito en la sociedad burguesa. Es el resultado del uso de máquinas cada vez más avanzadas que desplazan fuerza de trabajo. Sumemos que mientras más desempleo mayor es la oferta de fuerza de trabajo. Luego, tiende a decrecer el salario en relación con las condiciones mínimas de reproducción.

El método premiado

Pero la reivindicación del método es lo que más llama la atención. En economía política, en la ciencia económica, el método exclusivo es la abstracto-concreción. La empiria es validadora. Experimentos en economía no hay. Las leyes de la economía se desarrollan de manera ciega. Logra ser apuntalada su realización por las políticas económicas. Por lo que hacer inducción resulta una tontería. Si acaso puede servir alguna conclusión como la referida. A la relación del aumento de salarios y el empleo, en circunstancias específicas —ceteris paribus—, para una ciudad, un pueblito o un sector de la economía en un lapso determinado. Pero nada tiene que ver con las tendencias objetivas del desarrollo.

Es difícil, para muchos de quienes se mueven en el campo de las ciencias naturales, poder comprender el método de la economía política. Aquello de lo concreto-real y lo concreto-representado puede resultar sencillo para algunos científicos naturales que cuentan con pensamiento dialéctico. Pero no es fácil para quien asume el método científico sustentado de manera exclusiva en la experimentación. Aunque hay ciencias naturales que se alejan de la experimentación. Menos las relaciones entre el a priori y el posteriori en las ciencias históricas. Les resulta imposible que no sea por la vía de la experimentación o algo que se les parezca.

En la ciencia económica la abstracción es la base para configurar lo concreto en el pensamiento. Ordenar las determinaciones y establecer la principal y la fundamental, así como sus relaciones, es el ejercicio que permite establecer las tendencias del desarrollo que la realidad se encarga de corroborar. En ese sentido, el comportamiento de los salarios y del empleo en el capitalismo no están sujetos a violaciones de la ley del valor, sino, por el contrario, lo que hacen es corroborarla. Estos premios Nobel de Economía no hacen nada en ese respecto, salvo indicar algunas orientaciones que pueden servir para políticas públicas cuya eficacia siempre estará inscrita en los intereses del capital. En favor de los dueños de los medios y en contra de los trabajadores.

Resulta una falacia eso de que: “La ventaja del experimento natural es que la suposición de exogeneidad de las variables instrumentales empleadas es más creíble que aquellas usadas en casi todos los otros estudios”. Clara la influencia del empirismo en un asunto que está fuera de su validez como método. Hemos de recordar que el método —para que se corresponda con la búsqueda de la verdad científica— debe corresponderse con el objeto.

Las relaciones de producción y de cambio, como objeto en cuestión, no permiten experimentación alguna. De allí que es la abstracción lo que brinda la posibilidad de establecer sus determinaciones y, a partir de allí, la posibilidad de descubrir sus leyes de funcionamiento y las tendencias objetivas que producen. Por lo que resulta difícil asumir la idea de experimento natural.

Experimentar supone manipulación de las determinaciones o variables. Eso de que se reduce a la observación resulta una tontería. Suena bonito. Innovador. Pero nada dice y para nada sirve a la ciencia económica. Quien quiera opinar de estos asuntos de la ciencia económica debe conocer de aspectos básicos de la epistemología de la ciencia.

Así, un nuevo Nobel de Economía ha sido otorgado a los suyos. Algo de reconocimiento recibirán estos nuevos premiados desde la perspectiva liberal. Desde la orientación económica en favor del capital internacional. De los banqueros y sus ideólogos. De la economía política del rentista. Pero sus “aportes” nada tienen que ver con la ciencia. En general, los Nobel de Economía, si algo de científico guardaran, pudiesen predecir un tanto las crisis, el desarrollo desigual de las economías, la tendencia a la nivelación y los conflictos que traen, así como sus efectos en el hambre de millones de seres humanos en el planeta, habiendo condiciones y desarrollos para que nadie la sufriera.

Por ello, en absoluto “han permitido entender la esencia y los enigmas de la economía”. Han servido, repetimos, para afianzar la perspectiva de las clases dominantes, de la oligarquía financiera, y abrir camino a la explotación del trabajo, la usura y la estafa. Nada más. La economía política, por el contrario, atiende a las leyes que rigen las relaciones sociales de producción y de cambio. Permiten predecir. A su vez, sirven de guía a las luchas de los trabajadores y oprimidos. Es que el pensamiento económico es un asunto de clases.

Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD

El Pitazo no se hace responsable ni suscribe necesariamente las opiniones expresadas en este artículo.

Carlos Hermoso

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