Por: Carlos Hermoso
Controversial el asunto. Ni a unos ni a otros les agrada el tema. Pero lo cierto es que mucha gente se muere de hambre. A otros, la gran mayoría, el salario no les alcanza. Es que seguimos siendo el país con el peor salario del planeta. Además, los empleados públicos ya no gozan siquiera de un salario. No es que sea bajo, paupérrimo o indigno, sino que desapareció. Dos o tres dólares que percibe un educador no puede ser considerado salario. Los bonos que perciben algunos, de la página patria, no pueden ser considerados salario. La bolsa Clap, no puede preciarse como parte del salario.
La discusión sobre la validez o no de la lucha por salarios es asunto generalizado. Entretanto, se deterioran aún más las condiciones de vida de los trabajadores y sus familias. El gobierno dice que el bloqueo impide el incremento del salario real. Pero hay sectores de la oposición que también cancelan la lucha. Es más, no oímos siquiera a los sindicalistas plantearla, con las naturales excepciones.
Sin embargo, la presión es cada vez mayor ya que el hambre acecha de manera cotidiana. Vivimos con ella. No podemos mirar a un lado. Se siente. La sentimos.
Lo más aproximado a la determinación del salario en Venezuela es el ingreso que se hace el trabajador por cuenta propia. Los profesionales de libre ejercicio, o de quienes gozan de cualidades para hacerse en la especialización de un oficio en la mecánica automotriz, albañilería, pastelería, entre muchos otros, perciben ingresos que superan, las más veces, los 300 dólares mensuales.
Por su parte, los trabajadores que le brindan plusvalía a los dueños de medios de producción cuentan con un salario que se va aproximando a las condiciones mínimas. Muchas veces muy por debajo de ellas. Un recolector de basura, en la empresa Fospuca, percibe en promedio 65 dólares al mes. Muy por encima de los 11 dólares de un profesor titular universitario y con doctorado, claro está. Además de contar con seguro de salud y otros emolumentos, el trabajador de Fospuca. No es mucho. Pero es muy superior al de cualquier empleado público.
Mientras, los empleados públicos ya no tienen sueldos o salarios, si entendemos por tal aquel emolumento que le permite al trabajador y a su familia reproducirse en condiciones mínimas, por lo menos.
De tal manera que hablar del salario mínimo con base en la determinación de lo que establece el gobierno es una tontería. Un cinismo cruel.
Carlos Hermoso
Asimismo, siendo naturales las diferencias salariales en la fábrica y en la administración pública, se han ido borrando las diversas calificaciones. Es que la política salarial del gobierno ha llevado a un acercamiento entre el salario de quien hace labores simples en el proceso de trabajo, con quien realiza actividades de mayor complejidad. O sea, se ha aplanado el salario hacia la baja en todos los sectores. Otra ventaja que le brindan al capital financiero.
Las condiciones políticas no le han permitido a Maduro siquiera producir una medida compensatoria frente a la caída del poder adquisitivo del salario. Criminal la cosa. Pero firme el gobierno en su aspiración de empobrecer a cada vez más venezolanos. Que además lo usa como una ventaja para atraer inversiones. Cuestión que se complementa con el contenido de la llamada “ley antibloqueo”, que resume todas las ventajas comparativas que le brindan los chavistas a la oligarquía financiera internacional. Logró acabar con el salario de los empleados públicos y busca mantener bajo, muy bajo, el de los trabajadores productivos, que se suman a otras ventajas como la inexistencia de obligaciones para con la seguridad social, sindicatos, derecho a huelga, respeto a las leyes ambientales, entre muchas violaciones a sus propias leyes.
Aun así, los trabajadores todos deben levantar las banderas por salarios para mejorar las dramáticas condiciones de vida de la gente. El argumento del gobierno no puede ser más desvergonzado para no producir un pequeño aumento. El tal bloqueo. Les sirve para todo. Sobre todo, para continuar entregando el país al imperialismo chino y ruso, principalmente. Los iraníes y turcos sacan su tajada también.
El aumento de salarios de los trabajadores de la fábrica y de las empresas es fácil fijarlo. El balance de las empresas da como para determinar los beneficios de los empresarios. Si hay una demanda que les permite vender sus mercancías y servicios, eso supone una ganancia. En eso los ha ayudado la dolarización. Por eso explotan más a los trabajadores. La plusvalía es mayor con salarios tan bajos. Por lo que no están perdiendo. Luego, se trata de la histórica lucha capital-trabajo por el reparto de las riquezas creadas por los trabajadores, que acrecientan las fortunas de los dueños de los medios de producción. La presión obrera los obliga a ceder frente a sus demandas.
Pero en el caso de los trabajadores de la administración pública la cosa encuentra en el déficit fiscal la barrera. Pero ello se puede atender rápidamente mediante una política de crecimiento y desarrollo económico, drenando el ahorro social hacia la producción. Complementada esta política con nuevas orientaciones tributarias que permitan una expansión de la demanda.
El presupuesto se encuentra en medio de la contradicción entre el pago de la deuda externa e interna y la de satisfacer las demandas de los trabajadores. En eso la dictadura ha sido firme: siempre cumple con los acreedores, y para muestra vean las declaraciones de los iraníes al venderle gasolina. Sin embargo, la presión ciudadana, la lucha de los trabajadores puede torcer ese rumbo.
Carlos Hermoso
Medidas unilaterales y soberanas, en relación con el pago de la deuda, pueden permitir sacar los recursos para aumentar los sueldos y salarios de los trabajadores y para incrementar la producción, lo que a su vez incrementará los ingresos del Estado por la vía de una mayor recaudación impositiva, sobre todo del impuesto sobre la renta.
Moratoria, renegociación, condonación de deuda, eso es lo que debe atenderse. Que Maduro deje de sentirse orgulloso por honrar la deuda con los imperialistas, mientras se incrementa la deuda social que conduce al hambre a buena parte de las familias venezolanas.
Los recursos para el pago de deuda se usarían para fines más urgentes como la atención del hambre y el salario de los empleados públicos, así como la inversión productiva. Atacando severamente la corrupción y el despilfarro.
De allí deben provenir los recursos para garantizar el salario de los trabajadores del Estado.
Todo esto a contravía de que, si se incrementa el impuesto sobre la renta, si se pecha lo correspondiente al capital financiero internacional, se ahuyentan las inversiones. Por lo que han preferido mantener una elevada presión tributaria que reduce la más que menguada capacidad adquisitiva de la población. Y además no incentiva la producción y el crecimiento económico. Resulta una idea que refleja la parcialización de la dictadura en favor del capital y no de los trabajadores.
Otro de los argumentos más esgrimidos es que los empresarios son creadores de empleo. Vaya cosa. Los obreros son los creadores de la riqueza, pero deben agradecerles a sus explotadores. Esa ideología busca colocar al capital por encima del trabajo. En realidad, al proceso de acumulación, esto es, la creación de dueños de los medios y de poseedores de su fuerza de trabajo que vende al capitalista, le sigue el proceso de concentración: el encuentro de los burgueses, que van tras los trabajadores para explotarlos. Sin ellos es imposible la producción. Pero, por el hecho de que el capitalista puede vivir más tiempo sin el trabajador que éste sin el capitalista y que hay muchos obreros buscando trabajo, la ventaja por lo regular está del lado de los primeros. Pero es una relación dialéctica que coloca al trabajador en desventaja, a menos que se una con sus hermanos de clase y logre enfrentarlo de manera firme tratando de alcanzar un salario digno y favorables condiciones de trabajo.
De tal manera que los trabajadores venezolanos deben levantar sus demandas salariales en toda regla. El salario mínimo en nuestro país no puede ser menor a los 300 dólares. Eso es un hecho objetivo. Obedece a una premisa que fundamentaron los clásicos de la economía política. Es un descubrimiento de los economistas burgueses padres de la ciencia económica y del liberalismo, Adam Smith y David Ricardo, para no meter a Marx, quien le dio mayor fundamento científico al asunto.
Más allá del látigo, los esclavistas debían brindarles un mínimo a sus esclavos para garantizar el rendimiento en el trabajo. Igual sucede en la producción capitalista. Más allá del látigo moderno, el dueño de los medios debe brindarles a los trabajadores un salario que al menos le permita sobrevivir.
Carlos Hermoso
Esa reivindicación es un asunto elemental de la existencia humana. De quienes cuentan con sus capacidades para el trabajo y nada más. De quienes crean la riqueza y de quienes garantizan las condiciones de reproducción de la sociedad como trabajadores del Estado. Que integran ese ejército de trabajadores que producen los bienes y servicios, todo lo que consumimos. Y de ese sector del ejército de trabajadores que echan a andar esa inmensa maquinaria del Estado. La salud, la educación, la defensa nacional, el sistema de justicia, el mantenimiento de la red de carreteras, entre otras muchas cosas, deben recibir un salario que les permita vivir. Que les permita reproducirse. En este régimen y en el que se erija luego de su derrocamiento de la dictadura, la cosa es igual. En cualquier circunstancia, la lucha por salario está a la orden día. Recordamos a Miguel Hernández: “Para que venga el pan justo a la dentadura del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos”.
Así, sin descuidar la lucha principal por salir de la dictadura y articulando a ella la lucha salarial, podemos brindarle mayor eficacia. A su vez, eso nos permite una mayor educación de los trabajadores y alcanzar un mayor espíritu de solidaridad de clase. Con ello, se puede alcanzar mayor protagonismo político de los trabajadores en la lucha contra la dictadura.
Tarea fundamental, en esta perspectiva, es rescatar el sindicalismo para que asuma las tareas políticas y reivindicativas. En estos tiempos, principalmente son las bases de los sectores de la salud y la educación, junto con buena parte de sus dirigentes sindicales, quienes han asumido la pelea. Mientras, el sindicalismo, como dirección, no sale de su parálisis que refleja sus carencias políticas e ideológicas, de clase, pues. Corren el riesgo de que los trabajadores les pasen por encima.
Todos, la dictadura, los patronos y la burocracia sindical de todo signo, deben recordar aquello de que: “El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende. Y la ferocidad de nuestros sentimientos, allá donde el estómago se origina, se enciende”.
CARLOS HERMOSO CONDE | @HermosoCarlosD
Economista y Doctor en ciencias sociales. Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político
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