Después de finalizada la muy promocionada gira internacional de Juan Guaidó, sobre todo con el espaldarazo nacional en los Estados Unidos –además de tantos países en América Latina, Europa y otras regiones–, se generó una expectativa de mucha importancia. No era para menos. Por cierto que el propio Guaidó fue más bien prudente en sus declaraciones, pero también enfático en relación a su compromiso radical con el cambio efectivo.
Sin embargo, va pasando el tiempo y todavía la expectativa no termina de fraguar en un sentido positivo, y de nuevo se va imponiendo la supuesta agenda de un laberinto electoral, bajo el férreo control de la hegemonía roja. Van apareciendo los mismos temas, algunos de los mismos personajes, como por ejemplo, Rodríguez Zapatero; los arreglos de un enésimo diálogo (o tramoya de diálogo) para alcanzar «acuerdos electorales»; vale decir los mismos cuenteros y cuentos de tantos y tantos años. Para decirlo en palabras corrientes: la misma miasma…
Eso colabora para que se mantenga el peor «escenario», o el escenario del continuismo. Nicolás Maduro y los suyos en el poder, comenzando por los patronos cubanos y la hegemonía que representan, están en lo de siempre: gobernando de forma despótica, depredando y corrompiendo. Llevan más de dos décadas en eso, prometiendo a diestra y siniestra, y destruyendo a diestra y siniestra. El nuestro es un país arrasado, pero lo que en cualquier parte sería insostenible, acá se sostiene. La alquimia, no para producir oro a partir de metales viles, sino para repartir «verdes» a las complicidades viles, no deja de tener su eficacia.
Los que pensaron y sostuvieron que era necesario un cambio de actitud y de dinámica de lucha, luego de la gira de Guaidó, aún estamos esperando que ocurra. Se comprende bien que no es fácil, pero lo que se pide es que no se caiga en más de lo mismo, y eso no es difícil. De pronto se emite un pronunciamiento que alienta, pero le siguen otros que lo desmienten, y se van celebrando reuniones para organizar comités que luego intentarán postular a nuevos o viejos miembros del organismo comicial, para que se terminen realizando unas consultas que no tienen legitimidad democrática. Si esto no es la misma miasma, ¿qué es?
A veces da la impresión de que no se quiere o no se puede entender la realidad que padece Venezuela. Acaso algunos no puedan porque parten de premisas erradas para interpretarla. Acaso algunos no quieran porque se sienten cómodos con esa realidad, a la cual le sacan provecho material y político. Y la referida realidad no es muy complicada de entender: en Venezuela impera un proyecto de dominación que solo le importa continuar en el poder, a costa de cualquier perspectiva afirmativa en lo político, económico y social. De eso se trata el drama del continuismo…
Fernando Egaña es abogado y fue ministro. flegana@gmail.com
Esta web usa cookies.