Por: César Mogollón
Parte de la historia universal se centra en los conflictos de poder entre imperios, naciones, sociedades y pueblos que buscan alcanzar su poderío mediante el dominio del otro. Por ello, las guerras representan un suceso común de la historia para medir la fuerza violenta de miembros de diferentes o mismos territorios.
¿Pero este hecho bélico tan usual en el mundo nos dice que es inevitable?, en realidad no. Las disputas guerreristas poseen en contraparte negociaciones pacíficas; inclusive en momentos de violencia hasta una guerra necesita de acuerdos en el campo de batalla.
La creación de Naciones Unidas y demás organismos multilaterales han ayudado a trabajar como mediadores ante conflictos, siendo un instrumento importante para el diálogo y acompañamiento, aunque su participación en estos procesos no garantiza un freno a la violencia. La institucionalidad de la paz bajo estos organismos, entre otros de ámbito ciudadanos y estadales, demuestran la preponderancia de la convivencia en los actuales tiempos convulsos, donde en ocasiones solo priva el crecimiento económico.
La paz es el centro para cualquier política de gobierno, porque es transversal, alude a todos los aspectos de una sociedad: economía, cultura, política, necesidades básicas etc. Sin embargo, ¿administrar la paz es un asunto exclusivo de gobiernos u organismos internacionales? Según lo demuestra la tensa realidad de la geopolítica, estas instituciones tienen limitaciones en esas funciones, es perentorio un tercer actor, el protagonista de una existencia pacífica: La ciudadanía.
En espacios intelectuales de negociación política se ha propuesto la diplomacia ciudadana como estrategia para construir consensos en el seno de la sociedad, por medio de instituciones o liderazgos comunitarios, académicos, gremiales, que tengan poder de influencia en la opinión pública, para masificar los mensajes motivados a levantar puentes entre adversarios.
César Mogollón
La práctica de este tipo de diplomacia es útil cuando el escenario político es agresivo y polarizador, bloqueado para objetivos comunes que puedan dar respuesta a los problemas de la gente. En este sentido una sociedad no puede quedarse inmóvil ante escaladas violentas de la política, por avaricias de poder que no miden sus intereses con el riesgo de traer numerosas víctimas en el camino.
En nuestro país es preciso el encuentro de ciudadanos convencidos por el diálogo como única fórmula pacífica de dirimir los conflictos, que trascienden a la polarización de partidos. Recordemos que Venezuela sufre de altas tasas de delincuencia, corrupción, pobreza, elementos que contienen violencia tras de sí y que limitan una vida digna para la población y que fracturan la democracia.
La democracia es más que un sistema de gobierno, es una forma de vida y relacionamiento. El fomento de espacios deliberativos locales es con el menester de ampliar una gran red de institucionalidad comunitaria, capaz de afrontar los problemas cotidianos, conflictos nacionales e internacionales. Es hora de incentivar la gestión de la diplomacia ciudadana, en tripatita con entes gubernamentales y multilaterales, ya que su articulación y participación en los conflictos existentes, será el centro para una paz prolongada.
CÉSAR MOGOLLÓN | @CESARMOGOLLONG
Activista político, coordinador nacional del Movimiento Político Alianza Centro
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