Desarraigo y penurias: el trayecto de los caminantes venezolanos en pandemia

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“El desarraigo es como una pérdida fundamental entre la tierra y el alma”

Michael Ugarte

Por: Nehomaris Sucre

Antes de cruzar la frontera física a pie, el migrante ya ha atravesado otra frontera, la de la tristeza, la desesperanza y la resignación. Lo que lo convence de salir no es otra cosa que las carencias. A todas luces, las condiciones del lugar en el que se vive constituyen un requisito y al mismo tiempo un límite para el desarrollo, que en el caso de los venezolanos se ha truncado nefastamente en medio de la crisis.

Al convertirse la migración venezolana en la segunda más grande del mundo, nos encontramos ante un fenómeno de profundo desarraigo, es decir, ante la pérdida de aquellos vínculos que se forman al habitar un territorio, pues quien se marcha experimenta una ruptura entre sus deseos y la tierra que le vio nacer, pero en la que no puede cubrir sus necesidades más básicas, ni mucho menos conquistar sus aspiraciones personales.


Antes de cruzar la frontera física a pie, el migrante ya ha atravesado otra frontera, la de la tristeza, la desesperanza y la resignación

Nehomaris Sucre

En este sentido, el Centro de Derechos Humanos de la UCAB en su informe Caminantes de ida y vuelta: el flujo de caminantes venezolanos por el continente en tiempos de pandemia, nos cuenta la historia de quienes se marchan y recorren a pie entre 300 y 1.000 kilómetros antes de alcanzar la frontera con Colombia o Brasil. De acuerdo con esta organización, todos los entrevistados manifestaron que realizaban un recorrido tan largo y peligroso por el bienestar de sus hijos.

En este contexto, el equipo del CDH UCAB registra su encuentro con un hombre y sus dos hijos adolescentes que salieron de Ecuador para buscar a su esposa-madre en Cúcuta e iban de regreso a Ecuador juntos. También se hallaron con dos padres y su pequeño hijo nacido en Perú, quienes habían retornado a Venezuela, pero decidieron salir nuevamente. Además, entablaron conversación con un adulto mayor que se dirigía por segunda vez a la ciudad de Guayaquil. Estos tres casos se conocieron en apenas una mañana, durante un trayecto de unos 150 kilómetros, lo que evidencia que no se trata de situaciones extraordinarias, sino de vivencias frecuentes.


Al convertirse la migración venezolana en la segunda más grande del mundo, nos encontramos ante un fenómeno de profundo desarraigo, es decir, ante la pérdida de aquellos vínculos que se forman al habitar un territorio

Nehomaris Sucre

El informe también narra la experiencia de 55 indígenas Warao, entre los que se hallaban 32 niños. Este grupo caminó desde el estado Monagas hasta la frontera con Brasil, donde los militares brasileños los retuvieron afirmando que estaban ingresando a ese país de forma ilegal. Los indígenas fueron detenidos y las autoridades iniciaron un proceso de deportación, pero el 8 de enero un tribunal de Roraima anuló dicho proceso, manifestando que se emprendió sin previo análisis de “las condiciones personales, vulnerabilidades específicas y situaciones de salud y nutrición”.

Todo esto nos conduce a pensar en las transformaciones que ha sufrido la migración en Venezuela, que pasó de ser un fenómeno de profesionales jóvenes que se marchaban del país por vía área desde Maiquetía, a la ida de personas a través de las fronteras terrestres, hasta el escenario actual de familias enteras que caminan huyendo de las penurias. En todos los casos, estamos frente al desarraigo.


NEHOMARIS SUCRE | @Neho_Escribe

Politóloga, militar retirada y cursante de la Maestría en Literatura Venezolana (UCV).