CIENCIA Y LETRAS
Por: Paulino Betancourt
Veintiún meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara al COVID-19 como una pandemia, nuevamente el mundo está paralizado por la aparición de una variante, que aún no conocemos del todo. Se cree que Ómicron (identificada como B.1.1.529), es extremadamente contagiosa, aunque no necesariamente grave. Los informes hasta ahora apuntan a casos muy leves que no requieren de hospitalización.
No obstante, las autoridades sanitarias se pusieron en marcha a toda velocidad endureciendo sus políticas de viajar al sur de África, para frenar la propagación de la nueva variante del coronavirus. A pesar de que los beneficios de las prohibiciones de viaje pueden jugar un papel importante al reducir levemente la expansión de la enfermedad, estas medidas son transitorias y han mostrado una eficacia limitada.
Las medidas restrictivas han provocado la molestia de algunos funcionarios de salud y expertos que advierten que las prohibiciones son prematuras y podrían sentar un precedente dañino.
Aunque un estudio reciente de la revista Science mostró que restringir los viajes internacionales en las etapas iniciales de la pandemia del COVID-19, tuvo algún efecto en retrasar la propagación, otro estudio en el Journal of Emergency Management concluyó que existe poca evidencia para demostrar que las prohibiciones de viajes internacionales sean efectivas para controlar la propagación de enfermedades infecciosas. Tales medidas solo deben tomarse si lo recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Con la variante Ómicron, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director de la OMS, indicó que no está de acuerdo con las prohibiciones de viaje, considerando que esto podría generar una mayor crisis para los países africanos.
Tanto a escala local como global, la pandemia no solo ha introducido una nueva crisis sino que ha puesto de relieve a las existentes. Para las poblaciones desfavorecidas, tanto en Venezuela como a nivel planetario, el estado de emergencia es en realidad la norma.
Dentro de nuestro país, los mismos grupos que ahora están pagando el precio más alto por el COVID-19, fueron afectados antes de la pandemia por la carga de las enfermedades crónicas y otras condiciones sociales desfavorables, que deterioran el sistema de salud.
En el ámbito mundial, las mismas poblaciones que ahora se quedan sin suficientes vacunas o tratamientos, han estado sufriendo y muriendo a causa de enfermedades como la tuberculosis, el VIH o las enfermedades diarreicas.
De ahí que el problema de mantenernos en esta situación de emergencia es que podríamos considerar erróneamente que el escenario anterior a la pandemia era aceptable, y una vez que la crisis pase, las cosas podrían volver a ser lo que eran.
El estado anterior de normalidad al que estamos tratando de regresar, y nuestros políticos ciertamente desean volver lo antes posible, fue uno que produjo la crisis en la que nos encontramos actualmente.
Podríamos decir, más apropiadamente, que el estado prepandémico era una situación de crisis constante. Para avanzar en la solución se requiere de una serie de acuerdos de cooperación internacional, como la concesión de licencias de patentes para medicamentos antivirales, abordando la inequidad de las vacunas de manera que los países de bajos ingresos puedan tener acceso a ellas.
Ya sea que Ómicron acabe siendo una variante verdaderamente peligrosa o no, la interrupción repentina de los vuelos debería indicar que hay muchos aspectos que también se deben considerar antes de tomar una medida apresurada.
Una forma de superar el enfoque actual es pensar en la pandemia como un estado sostenido de emergencia, esencialmente utilizando el impulso político que se fortalece durante una crisis para introducir un cambio duradero.
Esto comienza con un enfoque más equitativo y colectivo para controlar la pandemia, uno que distribuya los recursos de una manera que tenga en cuenta a la salud global.
La única forma de reducir el impacto de futuras epidemias, o asegurarnos de que se manejen de manera más eficiente, es construyendo un consenso colectivo que involucre aspectos como el intercambio internacional de patentes o el acceso continuo a las pruebas PCR. También se tendría que incluir la atención médica a costos accesibles como parte del sistema de salud permanente, incluso en ausencia de una pandemia.
PAULINO BETANCOURT | @p_betanco
Investigador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat
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