Bitácora Internacional | Los venezolanos ¿un peligro continental?

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Antes de morir oficialmente Chávez, Maduro advertía que un colapso de Venezuela repercutiría negativamente en la región. En ese momento el temor era que Petrocaribe dejara de proveer de petróleo al Caribe y Centroamérica. Pocos previeron que la tragedia sobrepasaría lo esperado. No solo con Maduro se profundizó aceleradamente la destrucción económica y social del país, sino que el impacto en la región dejó de ser solo por fallas de suministro de Petrocaribe y de la Alba, puesto que tomó proporciones colosales.

La incapacidad del régimen de cambiar su modelo económico destruyó la economía nacional, incluyendo la producción de petróleo, y como consecuencia se configuró un Estado fallido, el cual a su vez impactó a una población que salió en estampida del país.

La mayoría de los migrantes huyeron en la segunda mitad del período de Maduro y la tendencia no cesa, sino que se incrementa. Si antes se hablaba de tres o cuatro millones de expatriados venezolanos, la última encuesta de Consultores 21 habla de entre cinco y seis. En su encuesta de fines del año pasado la empresa encontró que cuatro de cada 10 venezolanos quería irse del país y que dos tercios de ellos planeaban emigrar antes de que finalizara 2019. Y aunque el deseo de migrar bajó en el primer trimestre con la esperanza que trajo el gobierno de Guaidó, la encuesta del segundo trimestre revela que más de la mitad de los venezolanos, si se les da la oportunidad, se irían del país. Para fines de año los migrantes se aproximarían más a los siete millones, acercándonos rápidamente al 25 % de la población. ¡Que catástrofe!

Esta masiva migración también ha tenido dos etapas en las sociedades y países receptores; la primera de aceptación y acomodamiento. Pero como el flujo sigue y con mayor fuerza, ahora comienzan el rechazo social y las restricciones a la estampida migratoria incontrolada.

Es que en la medida en que pasa el tiempo los migrantes son más pobres y menos calificados y las oportunidades de empleo y en general de acomodamiento se hacen más difíciles y costosas. Costosas no solo en términos económicos, sino sociales. La primera etapa fue de solidaridad frente a nuestra tragedia. Ahora comienza el rechazo.

Nuestros vecinos están optando por una política de contención. Es decir ponen barreras para la migración. Ya se pasó de viajar sin pasaporte a necesitarlo y de viajar sin visa a necesitarla. De una política de puertas abiertas a una de control fronterizo duro.

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Pero es que ahora los venezolanos somos un contratiempo, no solo porque también los malandros han migrado, sino debido a que el costo de una población que no puede absorberse fácilmente en la economía del país receptor crea muchos problemas.

Y no comparen con Venezuela. Cuando llegaron los millones de europeos y latinoamericanos a Venezuela, en el tercer cuarto del siglo pasado, encontraron un país boyante, una economía que venía creciendo por más de 50 años, ávida de mano de obra. En Caracas no había extranjeros mendigando en las calles, ni vendiendo dulces en los autobuses.

Una política de contención migratoria sabemos que no resuelve el problema. Miren el ejemplo de EE. UU., con cerca de 12 millones de indocumentados. Entendamos que la estampida migratoria venezolana puede atentar contra la estabilidad de los países receptores. Y esto no es un cuento, ya se está viendo en la Unión Europea. No solo el tema de la migración fue el más relevante para los electores en las recientes elecciones, sino que las posiciones antimigrantes han recrudecido con el advenimiento del populismo/nacionalismo que pone en peligro a la Unión Europea.

La migración puede ser utilizada y azuzada políticamente, como ha sido el caso de las marchas de centroamericanos a EE. UU., la cuales, según fuentes bien informadas, fueron financiadas por el régimen venezolano. Fuentes que además señalan que nuestra estampida migratoria ha servido para que cuadros de grupos terroristas islámicos, entre otros, entrenados en Venezuela, se expandieran por la región.

Para la solución, dos elementos deben tener en cuenta los gobiernos de la región: la migración venezolana no va a parar si Maduro y su combo se mantienen en el poder, y correr la arruga no va a resolver el asunto.

Nuestros vecinos están ante una disyuntiva. La una es decidirse a agarrar el toro por los cuernos y alinearse con una política más agresiva, que vaya más allá de declaraciones y medidas diplomáticas, para comenzar a implementar medidas financieras así como asumir que “todas las opciones están sobre la mesa”. La otra es que opten por contener y apaciguar al régimen, lo que en otras palabras sería aceptar otra Cuba en el continente.

Alfredo Michelena
Publicado por
Alfredo Michelena

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