Por: Gloria Cuenca
Como habrán observado mis contradictorios lectores, tengo mis dimes y diretes con la tecnología. Por supuesto la uso y me rindo ante sus maravillas, pero también suelo pelearme a muerte con ella. Ningún humano logra sacarme de las casillas como lo hace la tecnología, por la vía de las computadoras. Lo confieso tengo una relación de amor-odio como no tuve antes con ningún aparato: a mi carro lo amo, viejo y todo como está, mi vieja máquina de escribir eléctrica se la regalé a alguien que la necesitaba más, pero la despedí como a un humano. Sin embargo, con las computadoras no ha sido así. En efecto, en 30 años de uso he tenido varias, las últimas modelo laptop. Traté por todos los medios de no ser dependiente de ella, pero nada, finalmente soy una usuaria que sin la laptop no puede vivir.
Gloria Cuenca
Mi hijo, brillante baterista y mejor informático me convenció, en dos oportunidades del uso de las marcas: primero, empezamos por Apple, y luego nos convenció a su padre y a mí de usar Windows. Ignorante, al fin y al cabo, de los procedimientos me sometí a lo que los dos caballeros decidieron: había que salirse de Apple y entrar a Windows. Así se hizo. Pasé un calvario. No fue fácil reaprender a utilizarla. La cuestión es que cada vez que tengo que hacer algo importante, la máquina se contagia, y como dirían en términos hípicos: empieza a hacer extraños. En alguna oportunidad le dije a mis dos amores, que nos quedáramos para siempre con un sistema. Así fue. Seguíamos con Windows, hasta que mi adorado baterista, me volvió a convencer de que regresara a Apple. Y le hice caso, como no. La cuestión es que Apple, contradictorios lectores, es para millonarios. Cuestión que no soy, y tampoco lo sabía: ¿qué les parece después de 3 años la tecnología de la manzana mordida es obsoleta y periclitada, como diría el gran Rómulo Betancourt? Esto se constituye en un gran problema, al mínimo escarceo la máquina no funciona y hasta ahora los técnicos no logran resolver la falla. Pero quiero ir al título de este artículo, por cuanto toca un tema que padecemos a diario. Muchos no se dan cuenta y se vuelven lo que tanto dicen repudiar: autoritarios.
Gloria Cuenca
Sí contradictorios lectores, la tecnología es autoritaria, de eso no me cabe la menor duda. Uno ordena, ella obedece, así parece muy bien y fácil; pero, ay de nosotros cuando ella ordena y una no le obedece. El caos. Se presenta cualquier confusión y puede ocurrir que el trabajo desaparezca, como en los juegos de magia, y nosotros quedamos haciendo morisquetas, en el mejor de los casos. Viene entonces la asesoría de los que saben: haz tal cosa o cual otra; métete en Google y pregunta: ¿Cómo recupero un archivo perdido?, por supuesto ya hemos reseteado, que no es otra cosas que apagar y prender o desenchufar también la computadora. En una oportunidad, entre las muchas de esas máquinas que he tenido a mi alcance, hubo una que me habló: “Gloria -me dijo- estas equivocada”. Yo que no sabía que el ordenador hablaba, menos me conocía, casi me desmayo, para diversión de mi familia, que de esa manera, pasaron un rato entretenido, mientras yo rumiaba mi ignorancia y mi pena. No hay otra que seguir dándole a las máquinas, éstas que tanto facilitan la vida de escritores, periodistas, científicos, investigadores, y docentes, entre otras profesiones y posibilidades. Sin embargo, insisto son autoritarias, no hay caso.
GLORIA CUENCA | @editorialgloria
Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela.
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