Comunicación en Gotas
Por: María Eugenia Fuenmayor
Luego de la II Guerra Mundial, el propósito de crear un nuevo orden internacional se convirtió en la partida de nacimiento formal de la Organización de la Las Naciones Unidas. Uno de sus principales objetivos, sino el más relevante, fue el aseguramiento de que el mundo no volviera a vivir ni a un nuevo Hitler ni a un Tercer Reich. Sin embargo, con el pasar de los años, vemos cómo el nazismo, cuya versión original ha devenido en grupúsculos sin peso político efectivo en algunos países, se reconvierte ahora en una particular fuerza que ha adoptado la forma del populismo y sus infinitas maneras de violar los DDHH, de enseñoramiento de la corrupción colosal en la cara de todos y de la pretensión que imponen estos regímenes de reducir a las mayorías a la más profunda sumisión para asegurar su absoluta dominación: ¡un Cuarto Reich se cocina… solo que a fuego lento.
Siendo la ONU la piedra angular del orden mundial de la postguerra, muy desafortunadamente también lo está siendo hoy también de la nueva satrapía internacional que, liderada por Rusia, China e Irán —miembros destacados por cierto de esta Organización—, se ha enfocado en crear zonas bajo su amparo para establecer su nuevo imperio, aprovechándose de los vacíos de Estado en diferentes regiones del planeta.
Con sus cómplices locales respectivos, trabajan con afán para ir modelando sus dominios y lograr dividendos económicos a partir de las riquezas de los países ahora bajo su égida y del comercio irregular de cuanta materia y sustancia pueda representar algún valor en algún oscuro mercado.
Pero hay un punto particularmente interesante en el modelo del Tercer y Cuarto Reich: su marketing. Las estrategias de posicionamiento del tercer Reich son ampliamente conocidas y, aunque fueron de avanzada en su momento, la mayor parte de las sociedades no tardó mucho en entender su propósito y «no compraron el modelo»; más bien lo enfrentaron.
Pero este Cuarto Reich en ciernes está consiguiendo un ambiente de connivencia para con sus propósitos que nacen de la propia ONU, a pesar de que esta organización multilateral tiene constancia objetiva de la tragedia de los ciudadanos que padecen de esta nueva forma de imperialismo en muchos países, entre los cuales hay claros ejemplos en este mismo continente. La ONU apenas reacciona tibiamente, a pesar de las señales evidentes de que otras naciones, vecinas próximas algunas de ellas, se enrumban hacia esta oprobiosa modalidad de tutela.
El caso es que la malevolencia de Hitler y de su clan propagandístico en el uso de los recursos mediáticos de la época, se ha quedado corta frente a los ataques que ahora se dan en el ciberespacio, como nuevo campo para las hostilidades que tienen lugar con el fin de lograr el control de la comunicación de masas.
Es allí, en nuestras narices, donde se bate la madre de las batallas. Muchísimos somos los que sufrimos con la manipulación masiva que se juega en el mundo digital; algunos menos entendemos las intenciones detrás de la narrativa de estos regímenes, pero todos somos testigos (incluida la ONU) de las violaciones continuas e ininterrumpidas de los DDHH que se perpetran en buena parte del mundo, cuyos líderes se barnizan con el «buenismo» de algunas causas, como la diversidad e inclusión por ejemplo, al tiempo que reniegan y condenan a todo el que no piense igual a ellos que, por cierto, son siempre la mayoría abrumadora.
El marketing y la comunicación del nuevo Reich ha sido el mejor caso de éxito en un mundo que cada vez es más susceptible de ser controlado combinando, en cantidades maquiavélicamente dosificadas (pobre Maquiavelo), imagen, narrativa y represión.
No olvidemos, sin embargo, una de las premisas fundacionales de la ONU: «Reconstruir el Orden en un mundo fragmentado». Tampoco olvidemos que hace apenas días, esta misma multilateral, una vez más, como cada año lo hace, confirmó su percepción de legitimidad a varios regímenes que contravienen expresamente los objetivos fundamentales de su origen, entre ellos, el de Maduro. Por tanto, no se hablé más del tema. Solo me resta decir: cuánta razón tuvo José Martí al expresar lo siguiente:
«Es un criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a su mesa; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir».
MARÍA EUGENIA FUENMAYOR | @mefcal
Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.
El Pitazo no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en este artículo.
Esta web usa cookies.