Migración

Miedo, tristeza e incertidumbre: venezolanos en Italia describen la cuarentena por el COVID-19

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Milán.- Soledad y silencio. No hay tráfico de carros o peatones. Hay que esperar 30 minutos para entrar al supermercado. Se ingresa en grupos de cinco personas. Al entrar es obligatorio ponerse guantes de plástico, usarlos siempre y mantener un metro de separación (como mínimo) con los demás. Los empleados portan tapabocas y guantes. Están extenuados. Son de los pocos que tienen autorizado trabajar en la cuarentena nacional. Es 18 de marzo en Milán, capital económica de Italia, país que hoy suma 2.978 muertes a causa de la pandemia de COVID-19.

El presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giuseppe Conte, anunció la cuarentena obligatoria para todo el país el jueves 12 de marzo, cuando las autoridades sanitarias ya preveían el pico de contagios y muertes por el virus. En ese momento, los decesos debido a la enfermedad por coronavirus eran 631. La letalidad se ha incrementado en 471,9% en una semana. Este es el contexto en el que solo pueden trabajar los supermercados, farmacias y fábricas de productos agroalimentarios. Lo demás es desierto. No hay clases. No hay eventos deportivos. No hay misas. No hay velorios. Casi 3.000 personas han sido sepultadas o cremadas en soledad, mientras las funerarias colapsan en Lombardía, la región más afectada.

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Los enfermos mueren en aislamiento, sin poder despedirse de sus familias. Quienes no sufren la enfermedad, sufren el encierro. La orden en Italia es permanecer en casa, colaborar con el cese de los contagios. Una nación entera en cuarentena es algo sin precedentes.

Presión y miedo

Nelly, venezolana de 55 años, tenía una semana sin salir de su casa hasta que la obligación de enviar dinero a sus familiares en Venezuela la llevó a recorrer las calles desoladas de Milán este martes 17 de marzo. “Se siente una tensa calma, se siente como una especie de presión, de una cosa como que te vigila, que te persigue y que tú no la puedes ver; se percibe el miedo en las personas”, describió. No había más de 10 pasajeros en el autobús de ruta urbana que tomó. No se podían ocupar los puestos más cercanos al chofer.

Salió con miedo, cubierta de pies a cabeza, a pesar de que ya es más primavera que invierno en Italia. Acalorada, con guantes, mascarilla y lentes de sol, logró llegar a la sede postal donde envía remesas a sus parientes en el estado Bolívar. “No me imaginé que iba a vivir algo así, ver colas para entrar a un supermercado. Nosotros los venezolanos vivimos eso, pero por otra razón. Yo digo: ‘Dios mío, me estás haciendo repetir estos recuerdos’, pero no es lo mismo. Aquí se consigue la comida”, recuerda Nelly, quien pidió cambiar su nombre para este reportaje por temor a que su testimonio pudiera perjudicar su trámite y estatus migratorio en Italia.

Volvió al encierro de la cuarentena. Ya terminó de tejer un cojín y comenzó el siguiente. También se ocupa del jardín del edificio donde vive. No sabe si, cuando esto pase, conservará su empleo como cuidadora de una pareja de ancianos que, en vista de la emergencia, le pidió que no vaya más. “No sabemos nada. Se siente como una película ¿sabes? Todo en silencio, no saber qué va a pasar… Lo que interrumpe esta calma es el sonido de una ambulancia a cada tanto, que nos pone los nervios de punta. ¿Un contagiado más? ¿Una emergencia normal? No se sabe».

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Milán es la capital de Lombardía, la región más afectada por el COVID-19, con 12.266 casos activos de los 28.810 que hay positivos en Italia hasta el 18 de marzo. La ciudad más afectada en esta zona es Bérgamo, donde las autoridades sanitarias están armando un hospital de campaña para lograr atender la cantidad de pacientes.

Los hornos crematorios de Bérgamo no se dan abasto. El medio nacional La Stampa reseña que la Alcaldía pidió ayuda a funerarias de Módena, Parma y Piacenza. La noche del 18 de marzo, 60 féretros fueron trasladados en vehículos militares para cremar a los difuntos y luego entregar las cenizas a los dolientes.

“No sabemos si vamos a perderlo todo”

En la televisión local y nacional, el coronavirus colma las parrillas de las programaciones. En Bolonia, la principal ciudad de la región Emilia Romaña, Veruska Bardellini vive la cuarentena en incertidumbre. “Esto va para rato, ya lo están diciendo, esto va más allá del 3 de abril”, presiente. Esa es la fecha en la que el Gobierno italiano prevé reiniciar las clases en escuelas y universidades, aunque suena cada vez menos probable.

Veruska es venezolana y tiene cuatro años en Bolonia, donde trabaja como agente inmobiliario. Vive junto a su esposo y sus dos hijos, de 16 y 6 años. La mayor continúa sus clases de bachillerato vía internet, a diario, mientras que el menor recibe instrucciones de su maestra vía WhatsApp; debe cumplir con las tareas de la semana y enviar las fotos de sus resultados.

“Si el virus no te mata por la enfermedad, te mata mentalmente. No sabes si vas a perderlo todo”, lamenta. Los cuatro apartamentos vacacionales que administra su empresa están paralizados. Todas las reservaciones que tenía entre marzo y julio fueron canceladas, tanto por los huéspedes como por la empresa, tras la orden de cuarentena nacional.

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“Los primeros días fueron fuertes. Yo lloraba de nada… porque no solo es estar preocupado de que uno de los tuyos pueda tener el virus, desarrollar los síntomas…, es ver que tus negocios están parados, que no entra dinero. Tú estás más tranquilo si supieras cuándo se va a acabar esto, pero la realidad es abrumadora. No hay día que tú escuches una noticia buena”, exclama. El domingo 15 de marzo, Italia superó la cantidad de muertes por COVID-19 en un día: 368. Tres días después, el récord aumentó a 475 decesos por el virus.

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Veruska “hace malabares” para mantener la calma de sus hijos y de su esposo, quien es propietario de un restaurante. Las pérdidas de los negocios familiares son incuantificables. “El Gobierno anunció protecciones para los empleados, que hay que pagarles, pero no sabemos si los empresarios recibiremos alguna ayuda, no sabemos qué viene. Esto es una pesadilla; pienso que es una pesadilla y que no uno no reacciona. Me digo: ‘¿En verdad esto está pasando? Bolonia, una ciudad tan movida, llena de turistas, de estudiantes, de vida…, ahora parece un desierto”, describe sobre su último recorrido en la ciudad para hacer mercado.

Emilia Romaña es la segunda región más afectada por COVID-19 en Italia, con 3.915 casos positivos hasta el 18 de marzo. La duda de Veruska es la de muchos empresarios italianos. El Gobierno nacional prohibió los despidos por dos meses, a partir del 23 de febrero, y aprobó 25.000 millones de euros para proteger los empleos y subsidiar gastos. Se ha hablado de exoneración de impuestos para los empresarios, pero no es posible saber si esto bastará. No hay manera de ponerle un número a las pérdidas. En palabras del primer ministro, Giuseppe Conte, el Gobierno de Italia se esfuerza por “preservar la vida” de sus habitantes.

Patrullaje en cuarentena

En redes sociales circuló esta semana un video de una patrulla de Los Carabineros (I Carabinieri, fuerza militar que cumple funciones similares a la Guardia Nacional en Venezuela), que a través del altavoz del vehículo ordenaba a los ciudadanos de Turín, ciudad ubicada en la región Piemonte, a mantenerse en casa y no violar la cuarentena.

Salir a la calle sin contar con la “autocertificación”, planilla que se descarga en la página web del Ministerio del Interior, puede ser objeto de multa y hasta de cárcel. Esta forma es necesaria para demostrar a las autoridades que la persona se desplaza desde su hogar para ir a trabajar y requiere la validación de la empresa donde labora.

Los puntos de control de Los Carabineros y las policías de las diferentes regiones son frecuentes en todo el país, así como las inspecciones a los supermercados y otros centros que aún tienen permiso de trabajar, como las oficinas de correos y las tabaquerías.

Si una persona, enferma o no, sale de casa por motivos que no son de salud, trabajo o compra de alimentos, puede enfrentarse al delito de “procurata epidemia colposa”, penado con un mínimo de 3 y un máximo de 12 años de cárcel.

AndràTuttoBene

En Italia se respira tristeza, dolor e incertidumbre, pero también patriotismo. En los balcones de Milán y Bolonia, ambas fuentes confirmaron ver izadas las banderas verde, blanco y rojo. En redes sociales, las etiquetas #AndràTuttoBene (todo estará bien), #CeLaFaremo (Lo lograremos) e #ItaliaForte siguen siendo tendencia, mientras personalidades de televisión y cultura siguen invitando a la población a mantenerse en casa.

El ministro Conte ha dirigido mensajes de esperanza a la nación en intervenciones cortas, pero precisas. Italia y el mundo entero se enfrentan a una emergencia sanitaria sin precedentes. La Organización Mundial de la Salud se refirió al COVID-19 como “enemigo de la humanidad”, declaración de Tedros Adanhom Ghebreyesus, director del organismo, quien invitó a gobiernos y ciudadanos a unirse «contra un enemigo común”.

Italia ha recibido ayuda de China y de Estados Unidos. La semana pasada, nueve médicos que atendieron la epidemia de COVID-19 en Wuhan, donde se originó el virus, llegaron a la península europea con 30 toneladas de suministros médicos para tratar la emergencia. Este 18 de marzo llegaron un millón de mascarillas de parte de fundaciones chinas para asistir a los médicos italianos, mientras que la Fundación Samaritans Purse, de Estados Unidos, donó el levantamiento de un hospital de campaña en Cremona, otra de las ciudades más afectadas en Lombardía, con capacidad para 68 pacientes.

El COVID-19 continúa expandiéndose por el mundo y ahora también originó una orden de cuarentena nacional en Venezuela. “El mundo debería vernos como el ejemplo de lo que no se debe hacer; eso se lo digo a los venezolanos. Quédense en sus casas, porque aquí no hicimos caso cuando todo esto comenzó”, concluyó Veruska Bardellini desde Bolonia. “Quédense en sus casas hasta que todo pase, porque este virus avanza muy rápido y no se sabe qué va a pasar”.

Mientras la incertidumbre y el virus avanzan, voceros del Gobierno y ciudadanos se aferran a la consigna que ya es un mantra de esperanza: Andrà tutto bene. Todo estará bien.

Oriana Faoro
Publicado por
Oriana Faoro

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