Santiago de Chile. Se llama Rafael Trómpiz, tiene 44 años y en Pucón, al sur de Chile, es considerado un héroe.
Es tan valorado que el diario La Voz de Pucón le dedicó un extenso reportaje el lunes 26 de abril: «Llegó a Chile en busca de recursos que le permitan pagar la cesárea de su esposa y se transformó en el encargado de la unidad que atiende y le da seguimiento a los pacientes del virus en la comuna», se lee.
Trómpiz, falconiano de nacimiento, es jefe de la Oficina de la Unidad de COVID-19 y trabaja entre 12 y 14 horas diarias para cuidar a los enfermos con el virus. Pese a su valía, no ha podido traer a su esposa y dos hijas (a la menor solo la conoce por video llamada) por falta de documentos.
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El venezolano emigró durante el segundo embarazo de su esposa, en 2018. Sus ingresos como adjunto en la unidad de hemodiálisis del Hospital Universitario Dr. Alfredo Van Grieken de Coro le resultaban insuficientes para pagar la cesárea. Así que aceptó la invitación de un amigo y colega del Departamento de Salud de Pucón. Y no fue fácil.
«Tuve que hacer clases de pintura y ukelele. Nada que ver con la medicina porque ni siquiera la cédula tenía. El RUT recién me sale ocho meses después de llegar. Soy pintor autodidacta y estudié cuatro años música y por eso di clases de ukelele en algunas escuelas”, recuerda.
Pese a su estabilidad económica, las dificultades con la emisión de los pasaportes de su familia le impiden a Trómpiz traerla a Chile. “La administración pública en Venezuela no es como la de acá. Acá uno va a sacar un pasaporte y llegas a donde están los pasaportes. Allá vas a sacar un pasaporte y no hay luz; vas a sacar un pasaporte y no hay papel; vas a sacar un pasaporte y hay 500 personas en la fila y dejan entrar a 10 o la gente que trabaja en la oficina de pasaportes ese mes no va a trabajar porque no hay transporte. Entonces en Venezuela no se puede hacer nada y al final terminas haciéndolo por un intermediario, que probablemente sea del gobierno, y por ahí tiene una ‘mano negra’, pero te pide $2000 para hacerlo”, dice.
El venezolano denuncia un entramado de corrupción para tramitar el pasaporte: “El socialismo bolivariano ha impulsado esas carreras corruptas por los mismos problemas económicos. Cuando nace la niña, ella no tiene pasaporte y ahí comienzan las estafas. Hasta dos millones de pesos ($1500) me cobraron y nunca vi el pasaporte. Tuvimos que caer en eso como la mayoría de los venezolanos”, indica a La Voz de Pucón.
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Un círculo de amigos y colegas del consultorio ayuda a Trómpiz a sobrellevar mejor la distancia que lo sigue separando de su familia. Sin embargo, los relámpagos de esa tempestad, sumado al estrés que genera su trabajo en pandemia, han tenido consecuencias negativas en su salud. “Llegué con 80 kilos y me entró una depresión y estoy pesando como 140. La depresión no es fácil y a veces me da por comer», relata.
Aún así es el primero de la primera línea. Visita a diario a los pacientes golpeados por la enfermedad. En La Voz de Pucón se lee: «No hay una estadística de a cuántos esto les ha salvado la vida, pero los casos existen. Tal vez más de lo que se cree. Y a eso hay que sumarle que el doctor participó de una de las primeras unidades especializadas en el país de pesquisa y trazabilidad de casos. Es decir, el médico inmigrante, desplazado y con la familia lejos, fue parte de un proyecto innovador en Chile y que, probablemente, le dio chances a la gente y permitió que algunas (quizás muchas) vidas no se pierdan en la pandemia».
Por @CronicasDeChile con información de La Voz de Pucón
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