Caracas.- Pese a que los venezolanos no logran llevar consigo todas sus pertenencias al país que migran, siempre van acompañados de la cultura criolla y su talento. Es así como algunos compatriotas en Perú han logrado destacar con las melodías llaneras.
Luis Alexander Mujica llegó a Perú en 2019, pero debido a sus 55 años de edad no lograba conseguir un empleo para sustentarse. “No me daban trabajo por la edad y porque no me conocían, supongo que era desconfianza”, expresó el barquisimetano a El Comercio.
Mujica decidió emigrar debido a que no lograba mantener a su familia ni costear su tratamiento para afecciones cardiacas, un hecho que lo afectó en 2020, cuando tuvo que ser hospitalizado y sometido a intervenciones quirúrgicas. Tras su recuperación, el venezolano un día decidió fabricar un cuatro con restos de madera, y por sugerencia de uno de sus hijos, lo colocó a la venta por redes sociales bajo el nombre Instrumentos Mujica.
La publicación del instrumento hizo que el barquisimetano no parara de fabricar cuatros hasta la actualidad, debido a que es un instrumento poco común en Perú y es confundido con el ukelele.
El cuatro llegó también como un salvavidas a la vida de Pablo Ascanio. El venezolano de 35 años regresaba todos los días a su natal Cojedes y agarraba el instrumento para entonar temas de Jorge Guerrero o Juan Herrera. La crisis de Venezuela lo llevó a emigrar en 2019 a Colombia, pero al no encontrar sustento decidió probar suerte en Perú.
Con la llegada de la pandemia, Pablo quedó desempleado y decidió comprar un cuatro para distraer la mente. Fue así como se topó con la publicación de Instrumentos Mujica. “Tengo el primer cuatro fabricado en Lima». Espera juntarse a tocar pronto con su primo arpista que vive en Chosica. “La música nos une a todos los paisanos”, dijo al periódico peruano.
Algo similar le sucedió a Rosalba Hurtado. La mirandina buscaba la manera de que su pequeña hija mantuviera algo de la cultura venezolana, por lo que decidió comprarle un cuatro y contratar un profesor venezolano. “Tiene que tener algo venezolano”, pensó antes de comprarle el instrumento.
La pandemia le hizo perder su trabajo en una peluquería. Ante las restricciones se reinventó como vendedora en línea y entre sus productos también ofrece cuatros venezolanos. “He visto gente llorar al darle el instrumento”, cuenta Rosalba.
Marbe Moreno y Yasmín Valera no tuvieron tiempo de procesar el miedo escénico. A los pocos días de llegar a Lima, en 2018, las venezolanos ya estaban cantando en los autobuses de la capital peruana acompañadas de un cuatro. “Nunca habíamos cantado en un micro. A pesar de la vergüenza inicial, se convirtió en nuestro trabajo por seis meses”, recuerda Marbe.
Sus presentaciones en los micros peruanos fueron su despegue para lograr contrataciones en eventos como bodas y cumpleaños, para las cuales ya han incorporado pianistas y percusionistas, además de un setlist con cumbias y salsas. De momento, otra venezolana encanta a sus vecinos peruanos cuando decide tocar en su casa, aunque su admiradora número uno es su octogenaria madre. “Con la música es más fácil involucrarla cuando se siente perdida”, dice la zuliana Carola González, profesora de música para educación inicial.
Ha descubierto en la noche a su madre cantar, entre sueños, fragmentos de Brisas del Zulia, una gaita venezolana. Carola considera que la música ha sido una herramienta fundamental para hacer frente a los avances del Alzheimer. “Las canciones llenan su vacío, sus miedos. Cuando está ansiosa, con la música se calma”, asegura.
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