Los Andes

Los Penitentes de Trujillo viven la Semana Santa en privado por la pandemia

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Valera– La Hermandad de Los Penitentes, patrimonio cultural y religioso del municipio San Rafael de Carvajal y de todo el estado Trujillo, cumple dos años sin hacer las actividades acostumbradas durante la Semana Santa debido al COVID-19.

Javier Gallardo, seminarista franciscano de la población La Cejita, informó que pese a las restricciones de la pandemia, una mínima representación de las nueve cofradías de Los Penitentes vive la Semana Santa en privado.

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Este año, especialmente el Miércoles Santo, no pudieron hacer la procesión en el pueblo junto al Nazareno y otras carrozas representativas de la Pasión de Cristo.
Esta tradición de origen español tiene 60 años en la parroquia y fue rescatada hace 30 años por una fundación de la comunidad.

“El año pasado no se hizo nada, pero este hubo un poco más de planificación. El Viernes de Dolor salió un grupo y dieron la vuelta a la iglesia con la Dolorosa, pero luego del comunicado se suspendieron las demás procesiones», dijo Gallardo al hacer referencia al comunicado de la Diócesis regional según el cual quedaban suspendidos los actos litúrgicos con público.

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Pese a las circunstancias, los laicos, guiados por el párroco Endrith Urbina, decidieron no dejar morir la tradición, decretada hace cinco años como patrimonio, y erigieron altares con las imágenes que salen en procesión.

Exhibición en semanas flexibles

El Beso de Judas, el Nazareno del Perdón, Jesús Crucificado, El Santo Sepulcro y otras imágenes de las cofradías estarán exhibidas para que los feligreses puedan acercarse a verlas durante las semanas de flexibilidad.

Gallardo, quien está en su formación para ser sacerdote, comenta que comenzó a participar en la Hermandad de Los Penitentes desde los 13 años, como la mayoría de los jóvenes y familias de la comunidad de La Cejita.

En el templo se exhiben las imágenes que durante 30 años han salido en procesión por las calles junto a adolescentes y adultos vestidos con capuchones de penitencia.

Son en total unas 200 personas, quienes se organizan para llevar el capuchón, a veces caminar descalzos, no beber agua y otras penitencias para pagar promesas durante los recorridos. Se trata de un acto que atraía, anualmente, a decenas de personas.

Unidos en oración

Este año, sin embargo, lo hicieron desde sus casas, de manera simbólica, para unirse a una oración por el fin de la pandemia. Incluso algunos usaron los trajes durante las transmisiones radiales de la misa.

“Uno se siente triste, pero tenemos mucha fe de que en el 2022 podamos hacer las actividades. Este año se hizo a puertas cerradas, sin procesiones. Simplemente se hacen los cuadros alusivos, nos mantenemos en oración y se suben imágenes a las redes sociales”, declaró Neicer Vielma, laica comprometida y directora de la hermandad.

María Danieri
Publicado por
María Danieri

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