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lunes, 13 mayo, 2024
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Docente de Trujillo: “Yo no voy a asistir hasta que tengamos un salario digno”

Isabel Montilla, profesora de matemática y física en el municipio Boconó, apoya la decisión de los sindicatos de maestros en Trujillo de no acudir al inicio de clases, debido a los bajos salarios, las limitaciones tecnológicas y la escasez de servicios básicos

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Valera.- Isabel Cristina Montilla es profesora de matemática y física en el Liceo Juan Bautista Dalla Acosta, una de las escuelas de mayor trayectoria educativa del municipio Boconó, estado Trujillo. Se considera una maestra de vocación, porque cuando entra al salón de clases, se enfoca en sus alumnos y se olvida de sus problemas.

Aunque cree en la importancia de la educación para hacer avanzar el país, Montilla es una de las docentes que apoya a la Federación Venezolana de Maestros, y al magisterio trujillano, en su postura de no participar en el nuevo año escolar. 

A su juicio, no existen las condiciones para hacerlo ni a distancia o de manera presencial, por diversos factores, entre los cuales están los bajos salarios percibidos por los profesionales de la educación.

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Este miércoles 16 de septiembre, se espera que los docentes acudan a la institución y establezcan formalmente el inicio del período 2020-2021. Sin embargo, como otros colegas, no asistirá. 

“Yo voy a asistir cuando tengamos mejoras en los salarios y nos den lo que han incumplido en el contrato colectivo”, confesó Montilla, vía telefónica a El Pitazo, la mañana de este martes 15 de septiembre.

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La profesora contó que asumir esta postura frente a la Zona Educativa no le genera temor, pues ya ha sido víctima de las represalias administrativas.

Ella, junto a otros 32 compañeros, entre los cuales figuraban obreros del Ministerio de Educación, estuvieron cuatro meses con el salario suspendido por participar abiertamente en las protestas de 2019, cuando el gremio exigía el cumplimiento de la contratación colectiva del 2018 y vencida este 2020. 

En ese sentido, la docente considera que es necesario alzar la voz, como lo recomendaba Luis Beltrán Pietro Figueroa o, de lo contrario, Venezuela se convertirá en un pueblo de esclavos. 

Montilla detalló que gana 800.000 bolívares mensuales por 27 horas de clases impartidas, pero ese monto no le alcanza para suplir sus gastos de alimentación, vestimenta o pago de servicios. En consecuencia, durante la cuarentena comenzó a fabricar pequeñas piñatas para cumpleaños y cada una las vende en 3 dólares, el equivalente a 30 días de trabajo en el liceo. 

“Me duele mucho no hacerlo en mi profesión, por la cual he luchado bastante. Realmente me gusta enseñar, tener el contacto con los estudiantes”, dijo Montilla, quien además de maestra es Administradora y Contadora Pública. 

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Limitaciones tecnológicas 

Otro de los factores que impiden a Montilla, y otros cientos de profesores de la región, sumarse a las clases, son las limitaciones tecnológicas y las fallas en los servicios básicos. 

La educadora explicó que ella cuenta con un teléfono inteligente, obtenido como regalo de parte de familiares, y una Canaima otorgada por el ministerio hace siete años. No obstante, no todos los maestros la tienen, pues este tipo de beneficios no se han repetido. 

“No todos los docentes y estudiantes cuentan con un teléfono inteligente, computadora o tablet, aunado a los problemas de Internet y electricidad, que son constante en el país”, declaró Montilla, quien padece no menos de tres apagones diarios. 

Educación rural 

En el estado, de acuerdo con el Colegio de Profesores de Trujillo, el 70 % de la educación es rural y el acceso a Internet o señal de datos es limitado. Sin mencionar la falta de equipos de los jóvenes, que asisten a unas 1.200 instituciones en la región. 

Montilla contó que, durante el período anterior, de 28 alumnos de una sección solamente se comunicaba con 18, de los cuales la mayoría le escribía desde teléfonos prestados. 

Ante esta realidad, la profesora aseguró que se mantendrá firme en su apoyo al magisterio. De volver a clases, el Ministerio de Educación no solo tendría que reconocer sus errores, sino pagar sus deudas, garantizar los servicios y herramientas tecnológicas necesarias para una modalidad a distancia de calidad.

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