«Tomamos medidas anoche para detener una guerra. No tomamos medidas para comenzar una guerra», fue la declaración este 3 de enero del presidente de EE. UU., Donald Trump, para referirse a la operación militar en la que resultó muerto el comandante de los Guardianes de la Revolución de Irán, Qassem Soleimani, junto a un líder de las milicias chiíes de Irak.
Desde el hotel Mar-a-Lago, en Florida, Trump aseguró que Soleimani había planeado «ataques inminentes y siniestros contra diplomáticos y personal militar de Estados Unidos», además de recordar que de acuerdo a información del Pentágono, el militar de alto rango iraní habría ordenado el ataque contra la embajada norteamericana en Bagdad el pasado 31 de diciembre, así como a bases y objetivos de ese país en los últimos meses.
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«Lo que hizo ayer Estados Unidos debería haberse hecho hace mucho tiempo: se habrían salvado muchas vidas», indicó para justificar el bombardeo con un avión no tripulado donde Soleimani perdió la vida la madrugada del viernes, cerca del aeropuerto de Bagdad.
Aunque para el presidente estadounidense la muerte de Soleimani evitó una futura guerra en el Medio Oriente, las tensiones con Irán van en aumento. El Ayatolá Ali Khamenei, Líder Supremo de la nación islámica, prometió «severas represalias» por el ataque, mientras que el ministro de Defensa, Amir Hatami, amenazó con una «venganza aplastante» contra EE. UU.
Mientras Soleimani fue elevado a «Mártir de los Guardianes de la Revolución» por el Gobierno de Teherán, Trump afirmó en un comunicado que «continuará tomando todas las medidas necesarias» para proteger a su personal militar y diplomático, así como los intereses de EE. UU. en la región.
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