Durante el Holocausto, alrededor de 11 millones de personas fueron asesinadas en campos de concentración por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial, siendo uno de los mayores genocidios de la historia contemporánea.
Aunque en su gran mayoría las víctimas de la «Solución final» fueron los ciudadanos judíos que vivían en Alemania y sus Estados satélite, los nazis utilizaron este sistema para exterminar a todo aquel que estuviera fuera de la norma para la ideología oficial, incluyendo también a gitanos, homosexuales, personas con discapacidad, disidentes políticos y prisioneros de guerra.
Este 27 de enero se cumplen 75 años de la liberación por parte de las fuerzas aliadas del campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, donde más de un millón de seres humanos perdieron la vida entre torturas, desnutrición y ejecuciones masivas en las cámaras de gas. En medio de ese porcentaje no-judío de víctimas que dejó el centro de extermino más mortífero y conocido del nazismo, la agencia de noticias católica ACI Prensa recoge la historia de cuatro santos, beatos y siervos de Dios que fueron martirizados bajo los horrores de Auschwitz.
San Francisco de Kolbe: Fraile franciscano nacido en Polonia en 1894 y quien fundó «la Milicia Inmaculada», que buscaba la conversión de herejes, pecadores y masones. Fue conocido como «el caballero de la Inmaculada» por una revista que creó en 1922 y que alcanzó un tiraje de un millón de ejemplares. Se editaba e imprimía en el monasterio Ciudad de la Inmaculada, cercano a Varsovia y que daba acogida tanto a monjes como a personas necesitadas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Ciudad de la Inmaculada se convirtió en un hospital y refugió a más de 2.000 judíos perseguidos, aunque Kolbe fue apresado en la ocupación nazi a Polonia y enviado a Auschwitz en mayo de 1941. Estando recluido, un prisionero logró escapar, por lo que los centinelas decidieron seleccionar a diez reclusos para que murieran de hambre como represalia. Aunque no fue escogido, se ofreció como voluntario en lugar de un sargento polaco de nombre Franciszek Gajowniczek, quien tenía esposa e hijos.
Fue aislado en una celda subterránea, donde le privaron del agua y alimento, aunque se mantuvo a través de la oración, siendo el último sobreviviente del grupo luego de dos semanas. Finalmente, el 14 de agosto de 1941, fue ejecutado por inyección letal. Fue canonizado por el papa san Juan Pablo II el 10 de octubre de 1982, nombrado también como «mártir de la caridad».
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Santa Edith Stein: También conocida como sor Teresa Benedicta de la Cruz, nació en el entonces Imperio Alemán en 1891, en el seno de una familia judía. Aunque renunció a su fe y pasó por el ateísmo, incluso obteniendo un doctorado en Filosofía y siendo colaboradora de Edmund Husserl, luego decidió convertirse al catolicismo y perteneció a la Orden de los Carmelitas. Se dedicó a dar conferencias por toda Europa, manteniendo posiciones a favor de los derechos de la mujer y contra el creciente antisemitismo. En 1942 se emite una orden de arresto contra todos los católicos de ascendencia judía, por lo que Edith y su hermana Rosa fueron detenidas el 2 de agosto en Países Bajos y deportadas a Polonia, donde fueron ejecutadas siete días después en la cámara de gas.
El 11 de octubre 1998, san Juan Pablo II la canonizó como «la mártir del amor», y en 1999 fue nombrada copatrona de Europa, siendo su festividad el 9 de agosto.
Beato José Kowalski: Nacido en un pequeño pueblo campesino de Polonia en 1911, se ordenó como sacerdote salesiano, donde se dedicó a la Educación y al servicio por los más jóvenes. Fue arrestado por la Gestapo junto a otros 11 compañeros de orden en Cracovia, e ingresó a Auschwitz en 1941.
Durante su reclusión, mantuvo en secreto sus labores pastorales en el Bloque 25, siendo conocido como el «Padre Józef». Al ser descubierto, uno de los soldados nazi le ordenó pisotear su rosario, cosa a la que se negó, por lo que fue ridiculizado y brutalmente golpeado por los guardias. Murió ahogado a causa de sus heridas y su cuerpo fue encontrado e incinerado el 4 de julio de 1942.
El 13 de junio 1999 fue declarado beato por el papa junto a otros 108 mártires durante uno de sus viajes a Polonia, en un acto frente a más de 600.000 personas y donde estuvo presente el entonces presidente Aleksander Kwasniewski.
Sierva de Dios María Cecilia Autsch: Alemana nacida en 1900, se ordenó como religiosa de la Congregación de las Trinitarias descalzas en 1933, mismo año en que Adolf Hitler ascendió al poder. Bajo el nombre de Ángela del Sagrado Corazón, ingresó al convento de Mötz, en Austria.
Fue una férrea detractora del nazismo, por considerarlo una ideología incompatible con la fe cristiana y el 10 de agosto de 1940 fue arrestada por decir públicamente que Hitler era «un azote para Europa» mientras realizaba la compra para el convento. Por ser alemana, se le permitió ejercer como enfermera en el dispensario a pesar de ser una prisionera más, con lo que tuvo acceso a raciones de comida y jabón que repartía en secreto a los demás reclusos. Por su atención y dedicación a los enfermos, fue llamada «el ángel de Auschwitz».
Durante la llegada de las tropas soviéticas para liberar la ciudad, ocurrieron fuertes bombardeos en la zona de Auschwitz. Uno de los proyectiles de las bombas alcanzó a Ángela del Sagrado Corazón mientras ayudaba a evacuar a los enfermos, muriendo el 23 de diciembre de 1944. Desde 1990, la Diócesis de Viena lleva la causa de la religiosa ante el Vaticano, siendo el 21 de mayo de 2018 cuando dio su primer paso a la santidad, al ser reconocida como venerable por el papa Francisco.
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