Sídney. – El 20 de julio de 1969, el astronauta Neil Armstrong llegó con la misión Apolo XI a la Luna y «este gran salto para la humanidad» fue visto por 600 millones de personas, gracias a las instalaciones astronómicas en Australia.
La transmisión del alunizaje recaía en la estación de la Nasa de Goldstone en California (EE.UU), así como en el observatorio de Parkes, a unos 360 kilómetros al oeste de Sidney, y la actualmente clausurada estación de rastreo de Honeysuckle Creek, muy cerca de Camberra.
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En un primer momento, la Nasa saltó entre las imágenes que recibían Goldstone y Honeysuckle Creek en busca de la de mayor calidad, pero después se dio cuenta de que el radiotelescopio de 64 metros de diámetro de Parkes tenía la mejor recepción del alunizaje.
«Los primeros ocho minutos más o menos vinieron de Parkes, pero las imágenes de Armstrong, poniendo un pie en la Luna, provinieron de Honeysuckle Creek», explicó a EFE John Sarkissian, científico del radiotelescopio de Parkes de la agencia de investigación científica gubernamental australiana Csiro (siglas en inglés).
Pero la transmisión no fue fácil, debido al mal tiempo que jugó una mala pasada al radiotelescopio de Parkes, conocido en esa localidad ganadera como «The Dish» (El Plato), donde poco antes arreció una tormenta y fuertes vientos con ráfagas de 110 kilómetros por hora que sacudieron las instalaciones astronómicas.
«La torre estaba temblando y estábamos angustiados», recordó en un reciente video conmemorativo de Csiro David Cooke, un anciano de 87 años responsable entonces de los equipos de recepción en Parkes.
Los técnicos de Parkes dieron lo mejor de sí para que se realizara la transmisión televisiva, porque «éramos conscientes de lo que iba a suceder y éramos responsables de algo. Estábamos preocupados y no queríamos que nada saliera mal», agregó Cooke.
El equipo de Parkes, cuyas tribulaciones fueron inmortalizadas en 2001 en la película australiana «The Dish», protagonizada por Sam Neil, logró obtener las mejores imágenes posibles en aquella época, según el Csiro, y por ello se encargó de las más de dos horas de transmisión de la exploración hecha por Armstrong y su compañero Buzz Aldrin.
«Nunca hay que subestimar una transmisión de la Luna a la Tierra, especialmente en aquel momento», remarcó Sarkissian, experto en el aporte australiano en la misión Apolo XI.
Si bien Australia tuvo una importante presencia en esta misión del Apolo XI, que inicialmente fue parte de un programa diseñado en el marco de la Guerra Fría, también lo tuvo la estación española de Fresnedillas, a 50 kilómetros de Madrid.
Esta recibió las comunicaciones con el módulo lunar y sus ocupantes durante el descenso y el despegue de la Luna, «algo que a menudo se olvida», subrayó Sarkissian.
EFE
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