La noche del 9 de noviembre de 1989, hace 31 años, se derribó el Muro de Berlín que dividió la capital alemana durante casi tres décadas: la frontera entre la República Democrática Alemana (RDA) y la República Federal de Alemania (RFA) desde 1961.
El impresionante paredón de placas de hormigón armado de 3,5 metros de alto y 155 kilómetros de extensión, de los cuales 45 kilómetros atravesaban Berlín, estaba provisto de 186 puestos de vigilancia, 31 puestos de control y 30 bunkers.
De acuerdo con una nota de BBC Mundo, su caída posibilitó la reunificación alemana y fue precursora de la desaparición de la Unión Soviética y del final de la Guerra Fría.
«Increíble» fue la palabra más escuchada durante aquella noche. Nadie se esperaba que la frontera de la RDA fuera a abrirse. Las protestas contra el Politburó y el Partido llevaban meses sucediéndose.
Miles de personas habían huido del país a través de Hungría y las embajadas alemanas en otros Estados comunistas. La presión para que se concedieran permisos de viaje crecía día a día. Cuando en una rueda de prensa internacional se anunció que tales autorizaciones serían otorgadas inmediatamente, ya no hubo marcha atrás posible.
Una masa de personas se lanzó contra las fronteras que partían en dos Berlín. La alegría explotó. «Primero sólo nos dejaban salir de uno en uno pero después han tenido que abrir la valla. Y ahora podemos pasar todos sin enseñar el pasaporte, podemos irnos sin nada. Sin controles. Ni siquiera llevo encima una identificación», decía feliz un ciudadano de la RDA.
Con el primer agujero en el Muro de Berlín se inició el derrumbe de todo el sistema político que durante casi medio siglo había dominado en la parte oriental del país. Por cuarta vez, un 9 de noviembre hacía historia en Alemania.
Una vez que cayó el Muro, todo aquello que los alemanes orientales anhelaban de sus vecinos del occidentales, como la televisión a color, bienes de consumo y, hasta ciertos lujos, empezó a llenar las grises y llenas de escasez calles de la RDA.
Muchos calificaron como milagro, ya que esta revolución pacífica de 1989 llevó a desaparición de Alemania Oriental en menos de un año. El entonces líder de Alemania Occidental, Helmut Kohl, inició las negociaciones que conducirían a la rápida reunificación del país.
Kohl convenció a Gorbachov de retirarse de Alemania Oriental. Los 350.000 soldados soviéticos estacionados en el Este fueron enviados a casa. Los gastos fueron pagados por el gobierno de Alemania Occidental, que también insufló grandes sumas de dinero para reactivar económicamente la parte Este.
La Unión Soviética hizo lo propio: la caída del Muro de Berlín es vista como un símbolo del final de la Guerra Fría. En la actualidad, una doble hilera de adoquines marca el lugar donde una vez estuvo el muro.
Con información de BBC Mundo y Deutsche Welle.
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