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Chile castiga a la clase política y confía el cambio a los independientes

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Los chilenos encargaron a ciudadanos ajenos a los partidos políticos impulsar un proceso de cambio a partir de la redacción de una nueva Constitución, otorgándoles en las elecciones constituyentes de este fin de semana casi un tercio de los 155 escaños de la convención que elaborará el nuevo texto.

Los independientes son ciudadanos que defienden diversas sensibilidades, desde el feminismo al medio ambiente, la educación, la justicia social o la salud, que presentaron su candidatura para la ocasión, siendo esta la primera vez en la historia en la que se permitió que personas ajenas a estructuras de los partidos políticos tradicionales postulasen a unas elecciones.

Su éxito conecta este proceso constituyente con las protestas sociales de octubre de 2019 en las que se gestó, que motivaron a los ciudadanos a participar directamente en la construcción del nuevo modelo de país que reclamaban en las calles.

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Con una participación del 43,3%, (menos de 6,5 millones de personas) por debajo de lo que esperaban los expertos, los partidos políticos tradicionales fueron los grandes derrotados, logrando una representación muy inferior a la esperada, en especial la candidatura de la derecha oficialista, que se quedó muy por debajo del tercio de los asientos a los que aspiraba.

Por su parte, la suma de las dos listas de los partidos de la oposición de izquierda también quedó lejos de alcanzar por sí misma los dos tercios que se les llegó a atribuir antes de las elecciones.

Con el 96,2% de los votos escrutados, los independientes obtuvieron 48 escaños, las dos grandes listas de la oposición de izquierdas sumaron 52 (27 de Apruebo Dignidad y 25 de Lista del Apruebo) y la derecha, que se presentó en una única lista denominada Vamos por Chile, alcanzó 38.

La composición de la convención, que aún tendrá que pasar por una corrección paritaria para dar cabida al mismo número de hombres que de mujeres, incluye también a 17 miembros de pueblos indígenas, cupo fijo que ya tenían reservado.

«Estamos siendo interpelados por nuevas expresiones y liderazgos. Es nuestro deber escuchar con humildad y atención el mensaje de la gente», dijo el presidente de Chile, Sebastián Piñera, tras conocerse los resultados, al tiempo que afirmó que los partidos tradicionales no están «sintonizando adecuadamente con las demandas y anhelos de la ciudadanía».

Víctimas de un descrédito general de las instituciones, los candidatos de la clase política tendrán que buscar grandes acuerdos con los independientes para generar la nueva Carta Magna, que vendrá a sustituir a la actual, promulgada en 1980 durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

«No hay duda de que estamos viviendo una derrota transversal. Una derrota que nos tiene que hacer reflexionar. No hemos sabido interpretar a la mayoría de ciudadanos», dijo Mario Desbordes, precandidato presidencial de la derechista Renovación Nacional.

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«Hay un cuestionamiento de la clase política; la gente quiere cambios, quiere ilusiones nuevas, quiere propuestas», expresó el excanciller y precandidato presidencial Heraldo Muñoz, del socialdemócrata Partido por la Democracia (PPD).

Desde que el voto dejó de ser obligatorio en 2012, ninguna elección ha superado el 50% de participación —a excepción del plebiscito del pasado octubre, cuando sufragó el 50,9%— y el suelo se registró en las municipales de 2016, cuando solo votó el 34,9%.

Condiciones propicias para cambios profundos

Los independientes marcarán la pauta en el debate de la nueva Carta Magna, pero no podrán hacerlo por sí mismos, ya que no alcanzan los dos tercios de la representación en la convención constituyente, proporción necesaria para aprobar cada norma que se quiera incluir.

Pero en general son afines a posiciones progresistas, por lo que se prevé que en muchos aspectos sintonicen con una parte de los constituyentes de la oposición de izquierdas, sumando los apoyos que permitan pergeñar cambios profundos en el modelo de país.

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«Están dadas todas las condiciones para poder impulsar procesos de cambio mucho más sustantivos; es lo que se espera y es factible», dijo a EFE el académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile Octavio Avendaño.

«Esto es un triunfo categórico del cambio, de los deseos de transformación de nuestro país para tener un Chile más digno, más justo y más próspero», abundó al respecto el excanciller Muñoz.

Necesidad de acuerdos

Aun así, la heterogeneidad de intereses que representan los constituyentes, que encuentra un grado más de profundidad dentro de cada uno de bloques, con posiciones divergentes en algunos temas, obligará a llevar a cabo amplias negociaciones para impulsar determinados preceptos.

Esto conforma una «convención variopinta» en la que ninguna de las listas alcanza por sí sola dos tercios de escaños, por lo que los electos «van a tener que llegar a acuerdos», agregó Avendaño.

«Las reglas para la convención se hicieron y se diseñaron para la construcción de acuerdos. Los resultados que estamos viendo hoy día hacen imprescindibles estos acuerdos», dijo por su parte la exministra de Educación Marcela Cubillos, de la derechista Unión Demócrata Independiente (UDI).

La asamblea constituyente tendrá hasta un año para redactar una propuesta de Constitución, que a mediados de 2022 será puesta a votación de la ciudadanía para su aprobación o rechazo en un referéndum con voto obligatorio.

EFE
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