Madrid.- Investigadores de varios países del mundo han propuesto un conjunto de medidas para evitar que el coronavirus responsable de COVID-19 llegue a la Antártida e infecte a la fauna del continente.
Actualmente la Antártida es el único lugar del planeta al que no ha llegado el coronavirus, pero se desconocen los efectos que el virus podría tener sobre su delicada fauna, según ha alertado un grupo de investigadores de varias instituciones científicas, entre ellas el Museo Nacional de Ciencias Naturales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Mncn/Csic).
¿Qué pasaría si el COVID-19 infectara a especies como las ballenas, los pingüinos o las focas de la Antártida? es la pregunta que se hicieron investigadores del grupo de trabajo de seguimiento de la salud de la vida silvestre antártica del Comité Científico para la Investigación de la Antártida (Scar).
Los investigadores, ha subrayado el Museo Nacional de Ciencias Naturales, han subrayado que el coronavirus es muy contagioso, y que igual que ha pasado por zoonosis de una especie animal al ser humano, podría hacer el recorrido contrario y pasar del hombre a la fauna.
El equipo de investigación ha analizado qué posibilidades existen de que la enfermedad llegue y se expanda por el continente antártico a través de las actividades relacionadas con la investigación y el turismo, y ha propuesto medidas para evitarlo.
Los datos de los primeros análisis sugieren que los cetáceos tienen gran riesgo de infección, mientras que el riesgo en las focas o las aves parece menor.
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“Hemos evaluado el riesgo de transmisión inversa, de humanos a animales, en la fauna antártica considerando la información disponible sobre la susceptibilidad de los hospedadores, las dinámicas de infección entre humanos así como las interacciones que se producen entre seres humanos y la fauna antártica», ha explicado el investigador del Mncn Andrés Barbosa.
Las condiciones ambientales del continente helado son «a priori» favorables para la estabilidad y la propagación del virus, según Barbosa, y ha observado que las instalaciones cerradas de las bases donde conviven los investigadores o las embarcaciones que utilizan, así como los cruceros turísticos, podrían favorecer la transmisión entre humanos y, en función de sus movimientos entre diferentes localidades, el virus podría esparcirse fácilmente por todo el continente.
El grupo de mayor riesgo, según los primeros estudios, sería el de los equipos de investigación que entran en contacto con la fauna, mientras que los turistas o el personal de apoyo solo suponen un riesgo significativo cuando se aproximan a menos de cinco metros de la fauna antártica, aunque ese acercamiento, dadas las normativas que rigen en el continente helado, no debería producirse en ningún caso.
Entre las medidas propuestas por los investigadores se encuentra la realización de pruebas PCR y la cuarentena de las personas que vayan a visitar el continente, el confinamiento de las personas con síntomas o el uso de gel hidroalcohólico y la desinfección de todo el material textil y de manejo cada vez que se tenga contacto con la fauna.
Durante el manejo de animales debe ser obligatorio el uso de gafas, guantes y equipos de protección, y han insistido también en que el material de trabajo nunca se deje desatendido, para evitar que la fauna pueda acercarse a él, y limitar al máximo el tráfico de personas entre las diferentes bases o barcos.
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