Tucupita.- Para llegar a Tucupita, capital del estado Delta Amacuro, los habitantes de los poblados más cercanos viajan 72 horas en canoa y los de las comunidades más lejanas invierten hasta siete días de travesía por agua.
Los habitantes de los municipios Antonio Díaz y Pedernales, entidades compuestas por agua y zonas fluviales, son los más afectados ante el colapso del transporte y el desabastecimiento de combustibles, situación de carencias que somete a la población a un estado de aislamiento y retención forzada en sus mismas comunidades.
Los moradores aborígenes son los más vulnerables ante la falta de los servicios básicos y de atención primaria para los niños y adultos que son víctimas de las enfermedades como la diarrea, la malaria y las infectocontagiosas.
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Ante la situación, la población residente en las comunidades localizadas en las márgenes del Orinoco se desplaza grandes distancias, utilizando métodos arcaicos como la fuerzas de las velas, los remos y las corrientes del aire para llegar hasta la capital del estado Delta Amacuro, con el propósito de realizar sus diligencias, equiparse de provisiones y luego retornar a sus sitios de orígenes.
Carlos Rodríguez, docente warao residenciado en Araguaimujo, parroquia Santos de Abelgas, municipio Antonio Díaz, relata su experiencia de viaje, realizado en canoa junto a sus hijos y su esposa por el rio Orinoco durante 48 horas. “Viajamos día y noche durante dos días, contra vientos y mareas, hasta que nos pegamos a una chalana (gabarra) que trasladaba ganado; como pudimos, hicimos el trasbordo, con la gabarra en marcha”, relata Rodríguez.
De acuerdo a los testimonios recogidos de los moradores, la única forma de llegar a la civilización es el viaje a través de curiaras impulsadas por la fuerza directa del pulmón. Los que hacen este viaje aseguran que los motores fuera de borda se acabaron, el transporte fluvial desapareció y que retornaron a la era primitiva. «Como el hombre de las cavernas, que se alumbraba con antorchas y las piedras eran sus utensilios”, cuenta Lizandro Moraleda, director de la escuela de Bonoina, parroquia Manuel Renauld.
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“Muchos se han quedado a mitad de camino, personas que padecen algunas enfermedades se empeoran por el camino y mueren sin ninguna atención; esto es una tragedia que atravesamos”, concluye Moraleda, que logró llegar hasta Tucupita y no encuentra la forma de retornar hasta su comunidad natal.
Si nos atenemos a datos del último censo indígena del Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2011, 35.000 waraos en los municipios Antonio Díaz y Pedernales estarían aislados por el colapso del transporte.
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