Ciudad Guayana.- El 4 de mayo, cuando Leonardo -nombre protegido por petición de la persona- y su novia entraron a Venezuela por la frontera de Colombia con el estado Táchira, el camino parecía más fácil. Él sabía que estarían en aislamiento hasta descartar que estuvieran contagiados con el COVID-19. Lo que no sabía era que debía pasar por cuatro pruebas rápidas y dos hisopados o Proteína C Reactiva (PCR), o buscar su propia comida.
Leonardo, de 21 años de edad, y su novia llegaron a Puerto Ordaz, estado Bolívar, a las 8:30 pm del domingo 10 de mayo. Aunque es oriundo del estado Aragua, su familia y su nueva fuente de trabajo se encuentran en Ciudad Guayana; por eso aterrizó en esta ciudad en un vuelo humanitario. Tuvo que cumplir la cuarentena en la Fundación Armonía, uno de los 32 Puntos de Atención Social Integral (Pasi) en el estado Bolívar para atender a los retornados.
“Esa noche nos dieron cena y nos hablaron bonito. Nos explicaron que solo íbamos a cumplir la cuarentena porque nosotros no teníamos síntomas de nada, pero nunca nos dijeron la cantidad de días que íbamos a permanecer en ese lugar, ni muchos más detalles”, explicó Leonardo vía telefónica a El Pitazo este 29 de mayo.
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Dos días después, la novia de Leonardo presentó alergia por el frío del aire acondicionado. Fue al médico del lugar y le recetaron una medicina para la rinitis. Al día siguiente, le hicieron una prueba rápida que dio negativa y después, el hisopado.
La mañana del 14 de mayo, la pareja fue separada. Internaron a la muchacha en el Centro de Atención Integral (CDI) Bella Vista en San Félix. Leonardo, aunque no tenía síntomas, fue llevado junto a tres adultos y dos niños al hospital Uyapar de Puerto Ordaz. Al llegar al centro de salud le dijeron que iba a estar en una habitación con personas positivas para COVID-19.
“Desde ese momento mis compañeros y yo nos negamos a esa forma de aislamiento, porque no era lo más indicado estando sanos. Después de tanto, nos metieron en la misma habitación, pero separados por una cortina”, contó Leonardo.
En el Uyapar estuvieron hasta el sábado 16 de mayo, cuando le entregaron a cada uno un blíster de hidroxicloroquina que debían tomar por cinco días, a pesar de ser negativos para el virus. Esto más la mala alimentación que recibían, porque en el centro hospitalario no les proveían de alimentos, los hizo tomar la decisión de escaparse con ayuda de unos guardias nacionales.
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Momentos después de la escapada se consiguieron con el presidente del Instituto de Salud Pública, Franklin Franchi, quien los llevó a hacer el primer hisopado y la tercera prueba rápida, que también dio negativa. Esa noche los llevaron a un hotel de la ciudad, en el cual estuvieron hasta el 17 de mayo. En este tiempo solo recibieron una comida que sirvió de desayuno y almuerzo. A la media noche, los trasladaron al hospital Raúl Leoni de San Félix.
Desde entonces y hasta el 21 de mayo, el grupo estuvo en el hospital Raúl Leoni de San Félix sin alimentación ni atención. Nadie les daba respuesta a los integrantes sobre su condición ni qué iba a pasar con ellos. Leonardo conseguía, mediante fundaciones que colaboran en el centro de salud, comida para compartir entre los seis. Un médico los ayudó recolectando algo de alimentos y era lo único que comían.
El 19 de mayo, cansados de la situación, hicieron una pequeña protesta en el estacionamiento del hospital, que fue atendida por un funcionario de las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes). Este les prometió comida y pidió a la directiva del hospital que les hicieran nuevas pruebas.
El 21 de mayo llegó de nuevo a la Fundación Armonía, en donde le hicieron el último hisopado -sin tener resultados del primero- para que pudiera irse, por fin, a casa. Toda esta situación la vivió con la angustia de no saber de su pareja. Pero el 25 de mayo se reencontraron y supieron que sus PCR dieron negativo. Dos días después pudo irse a casa después de estar 17 días en cuarentena.
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