Gran Caracas

Madres de Alimenta la Solidaridad: “somos más que una comida diaria, somos progreso”

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Cinco niños y dos adultas viven en la casa de Anyela Granados, en el sector Los Pinos de La Vega, considerado uno de los barrios más peligrosos de Caracas. Hace tres meses que ella dejó de trabajar porque el sueldo no alcanzaba y, desde entonces, su familia se sostiene repartiendo entre siete personas los seis almuerzos que les dan en el programa Alimenta la Solidaridad.

Bien divididos, esos mismos platos de comida rinden para que la familia de Anyela también pueda cenar. En casa, además del comedor, la alimentación depende del insumo irregular de la caja del Clap que llega cada dos meses y trae arroz, azúcar, algún grano, y de lo que ella y su hermana pueden obtener por cargar tobos de agua en el sector en el que el suministro tiene seis años sin subir.

Cada comedor entrega almuerzos diarios para niños de escasos recursos que son preparados por las propias madres beneficiadas. Foto: Bárbara Rodríguez

“Antes del comedor, con lo poco que tenía sostenía la alimentación, pero si desayunábamos no almorzábamos y si había almuerzo pues nos olvidábamos de la cena”, contó Granados a El Pitazo, desde la casa en la que funciona uno de los 11 comedores que el programa de comedores en zonas populares tiene dispuestos en la parroquia La Vega y de los que se benefician alrededor de 700 niños, solo en esta zona de Caracas.

Las madres líderes y comprometidas de este programa saben bien que la historia de Anyela es la de cientos de familias en sus barrios y se replica dentro de los hogares de los más 25.000 niños en los 239 comedores de Alimenta La Solidaridad en 14 estados del país. Por eso, hoy la preocupación de que puedan cerrarse estos espacios tras el congelamiento de las cuentas bancarias del programa es un problema más que se suma al rosario de agobios que padecen las mujeres venezolanas.

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Esa es la razón por la que Marvelys Paredes asegura entre lágrimas que, desde el 20 de noviembre, cuando comenzó el hostigamiento policial en contra del director de Alimenta la Solidaridad Roberto Patiño, no ha podido dormir tranquila. “Están atentando contra la alimentación de nuestros niños y en contra de nosotras porque no entienden que somos más que una comida diaria que es tan necesaria. Somos también progreso en todos los espacios en los que logramos instalar un comedor”.

Esta madre de cuatro niños lleva la batuta en un comedor del sector Sinaí, en Las Vegas parte alta, donde 71 niños reciben almuerzos de lunes a viernes y en el que ahora las madres comprometidas que son las cocineras preparan los alimentos con miedo de que pueda ser el último que hacen para los pequeños más necesitados del barrio.

El programa impulsa desde las comunidades talleres de liderazgo y mejoramiento de espacios. Foto: Bárbara Rodríguez

Al otro lado de la parroquia, en Los Pinos, Gabriela Vega, coordinadora de toda la zona, confirma que el trabajo de la iniciativa alimentaria no se limita a alimentar a los niños. En su casa funciona un comedor en el que alimentan 120 niños y 15 personas con discapacidad y, con apoyo de toda la comunidad lograron la recuperación de un espacio que antes era un botadero de basura en Los Pinos y que se convirtió en una cancha de básquet y anfiteatro para actividades comunitarias.

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“Hemos luchado en las comunidades pobres para que podamos salir adelante junto a Alimenta la Solidaridad, por eso hoy mi respaldo es a ellos 100% porque la solidaridad no es un crimen, no puede serlo”, dijo Vega.

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Esta líder afirma que la mayoría de las madres beneficiadas en el programa están desempleadas y para muchas preparar alimentos y ayudar a la comunidad se ha convertido en un motivo para llevar sus cargas, ayudar y olvidar las penurias que padecen a diario sin salarios, entre violencia, sin ayuda y viviendo en casas a medio levantar o en condiciones deplorables.

El acompañamiento ha sido tal que mujeres como Judith Arcia, que no saludaban a sus vecinos y permanecían encerradas, son hoy líderes comunitarias en sus zonas. Arcia vive en el sector La Isla, en los bloques de La Vega y hace cuatro años instaló un comedor de Alimenta la Solidaridad allí en el que se alimentan 109 niños y niñas.

“Roberto mismo me dijo que si me atrevía a tener un comedor y yo le dije que sí. Prometió venir un martes y no llegó, entonces yo pensé que se trataba de un político más. De esos que prometen y ya, pero al siguiente día llegó con un camión de comida y ahora tengo cuatro años con mi comedor”, contó Judith como una anécdota.

Compromiso y empoderamiento

Yeniree Azuaje vive en Telares de Palo Grande, en Ruiz Pineda. Es madre líder de un comedor y coordina los siete espacios de Alimenta la Solidaridad de todo Caricuao donde se alimentan 405 niños y niñas. “Esta organización me abrió puertas emocionales, me enseñó a ser fuerte y a ver que uno puede hacer más por uno mismo y por otros”, relató.

Azuaje dejó sus estudios cuando se enteró de su primer embarazo, entonces se dedicó a su casa y sus hijos, por eso hoy se muestra satisfecha de saber que con el programa de alimentación de Patiño logró convertirse en una líder capaz de movilizar a otros por buenas causas.

Hoy participa en un programa de liderazgo femenino, se ocupa de actividades comunitarias dentro y fuera de su comunidad y es madre de sus tres hijos y de todos los niños a los que abraza con emoción cuando les entrega sus viandas en la puerta de la casa en la que vive.

“¿Cómo le decimos a un niño que no le daremos más comida?, ¿cómo le decimos que volverá a pasar hambre?”, se preguntó Yeniree, antes de que sus ojos dejarán salir una lágrima.

Hoy la preocupación de las beneficiadas es que puedan cerrarse estos espacios tras el congelamiento de las cuentas bancarias del programa. Foto: Bárbara Rodríguez
Génesis Carrero Soto
Publicado por
Génesis Carrero Soto

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