Caracas.- El martes 30 de abril, los venezolanos comenzaron el día con una transmisión en vivo en la que Juan Guaidó, acompañado por Leopoldo López y un grupo de militares, anunciaba el comienzo de la última fase de la Operación Libertad para lograr el cese de la usurpación en el que ha insistido desde el 11 de enero, cuando realizó su primer cabildo abierto en Caracas.
En el oeste de la capital, las constantes son el desinterés, el miedo y la apatía. La parroquia Sucre, conocida como Catia, este 1° de mayo mantuvo una calma que contrastaba con los disturbios que comenzaban en El Paraíso, Santa Mónica, La Florida y Altamira, sectores en los que se registró represión por parte de los funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado.
Néstor Valera, habitante del barrio Morochito Rodríguez en Propatria, se enteró del alzamiento militar por los comentarios de sus vecinos que aseguraban que Nicolás Maduro recibía un golpe. Un día después, cree que todo sigue igual: “Nada cambió. Al final uno siempre espera un cambio, pero nada cambió, todo sigue y seguirá igual”.
Considera que el golpe de Estado perpetrado por Hugo Chávez al expresidente Carlos Andrés Pérez sí funcionó porque “hubo plomo parejo”. Durante los enfrentamientos entre los militares leales a Guaidó y quienes defendían a Maduro, Néstor solo se enteró de que estaban en Altamira, luego, como nada pasó, no se interesó más.
En Isaías Medina Angarita, barriada ubicada en la carretera hacia El Junquito, Gilber Guzmán discutía con sus vecinos acerca de la acción liderada por el presidente del Parlamento. “Para mí, eso fue una estrategia del mismo Maduro, porque en este país no hay oposición”. Un hombre le dio la razón y comentó que Henry Ramos Allup siempre discutía con Diosdado Cabello y luego se reunían para “echarse los palos”, aunque sí admite que se ilusionó y pensó que por fin saldrían de Nicolás Maduro, pero al final, todos nos están hundiendo, dijo.
Carolina Montilla, residente del sector Gramoven, se repite un mantra: «si no trabajo no como», por eso no se involucra en la política ni se interesa por saber lo que dicen los dirigentes, de ningún partido, de ninguna tendencia ideológica. Supo que Juan Guaidó había llamado a las calles porque alguien le dijo, pero, para ella, Catia es aparte. “Esos conflictos siempre son en el este, por allá por Altamira”.
Algunos piensan que rebelarse contra las Fuerzas Armadas es una locura, como Luis Espinosa, quien trabaja en la avenida Bolívar de Pérez Bonalde. “Aquí lo que hace falta es comida y fuentes de trabajo, no violencia”, lo dice con seguridad porque vivió las consecuencias de la guerrilla colombiana en Villa del Rosario, Norte de Santander. Confía en Nicolás Maduro porque, según él, el sucesor de Hugo Chávez insiste en la paz y en el trabajo. “La revolución es trabajando, no hay de otra”, manifestó.
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