Caracas.- Lo que inició como una charla entre amigos para ayudar a un abuelo que atraviesa la cuarentena sin compañía, trascendió en una iniciativa que ofrece ahora un apoyo nutricional a los vecinos mayores más desfavorecidos de la Gran Caracas. Es así como nació el Plan Buen Vecino, propuesta que promueve la ayuda a las personas de la tercera edad en tiempos de austeridad durante el aislamiento preventivo.
El equipo está conformado por un grupo de voluntarios divididos en labores de cocina, logística y traslado de los alimentos hasta los adultos mayores. Una de sus fundadoras, Verónica Gómez, locutora en La Mega Estación, relata cómo todo comenzó con la colaboración de una panadería que les suministraba un paquete de alimentos compuestos por cachitos, agua, un sobre de café y una galleta, que ella llevaba a 60 abuelitos todos los días.
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Pero motivado a la escasez de gasolina, las salidas tuvieron que limitarse y con el pasar de las semanas decidieron optar por un centro de producción que recientemente les permite llegar a unos 200 abuelitos, ofreciendo una dieta más balanceada, que se distribuye dos días a la semana (lunes y martes), con la elaboración de cinco comidas para que cada adulto mayor cuente con una buena alimentación.
Por su parte, las personas de la tercera edad esperan la llegada de los voluntarios como la visita de un hijo o un nieto, reciben los alimentos con una distancia prudencial, pero también conversan de cómo se sienten y encuentran un alivio con la llegada del Plan Buen Vecino a sus hogares. Carmen Peña, beneficiara y vecina de la urbanización La Miranda, afirmó encontrarse agradecida con el apoyo de la organización porque ella y su esposo cuentan con varios impedimentos, viven solos en Caracas y la pensión no les alcanza para comprar mucho.
“Ya aparecieron los ángeles con la sopa y ya mi hija va a comer”, comentó Zulay Noguera, vecina de La Carlota, cuando recibió por sorpresa la llegada del voluntario del Plan Buen Vecino. Al ser entrevistada, lo primero que manifestó fue; “esta ayuda nos ha servido muchísimo porque nos ha ayudado en la parte que es la comida; porque por lo menos la sopa yo la comparto con mi hija. Tomamos la mitad o la cuarta partes de la sopa y nos dura para dos, tres semanas”.
Zulay es profesora universitaria en el área de postgrado y pregrado de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Santa María (USM) y también imparte clases en la Universidad Nacional Experimental de la Gran Caracas (Unexca). Expresó que su vida ha cambiado súbitamente desde la llegada del coronavirus al país. Anteriormente su fuente de ingreso principal venía de impartir sus clases de postgrado, con lo que podía darse uno que otro gusto, como expresó ella, pero ahora las clases se han paralizado y por tanto no recibe ningún pago.
Hoy en día, los ingresos provienen fundamentalmente de sus clases de pregrado en la USM y en la Unexca, recibiendo sus honorarios de forma mensual, y que recientemente pasaron de 2.4 dólares a unos 4.8 dólares por el decreto nacional de aumento de sueldo de este primero de mayo; asimismo, recibe un apoyo económico de 4.8 dólares de parte de su esposo que se encuentra fuera del país, dando un total de 14.4 dólares.
Zulay hace lo posible para estirar su ingreso mensual lo más que puede para poder costear su alimentación y la de su hija Zukay, quien padece de una parálisis cerebral de nacimiento que le dificulta su desplazamiento motor, el habla e ingerir alimentos. A la hora de hacer las compras tiene que decidir, “si compras una cosa, no puedes comprar la otra, si compras huevo, no puedes comprar el queso y los precios siguen subiendo y la calidad de vida de nosotros sigue desmejorando”.
La madre comentó que en ciertas situaciones ha tenido que preservar la buena nutrición de su hija y limitar la suya. “Sí he bajado de peso, sí he disminuido la alimentación, pero procuro que la de ella no, para que se mantenga en su rango normal, porque por supuesto ella lo necesita más que yo”.
A pesar de no contar con algún familiar cercano en el cual apoyarse, los vecinos de su comunidad han sido muy generosos con su caso. “Mis padres murieron, casi toda mi familia está en Guarenas-Guatire, aquí en Caracas estamos prácticamente solas; sin embargo, los vecinos ha sido muy colaboradores, nos donan comida y alguno que otro medicamento».
En estos tiempos de austeridad comentó haber adquirido una mayor gratitud por las cosas básicas de la vida, como poder contar con un plato de comida en la mesa; su fe le ha permitido mantenerse fuerte ante la situación y sin pena alguna afirmó que ella sí le pasa la lengua al plato, porque no quisiera que una migaja de queso se desperdicie por el costo que tiene en estos días.
En el domicilio de al lado, vive otra vecina mayor que también obtiene una ayuda por parte de la fundación. Se llama Iris Rojas De Salas, de 85 años, es viuda, no tuvo hijos y la única pariente que tiene también es de edad avanzada y vive muy lejos para brindarle una mano. Su sustento viene de dos pensiones que suman unos 9,6 dólares. Ha tenido que privar sus compras para cosas primordiales; su voz es muy enérgica y hace pensar que a pesar de su situación, lo lleva de buena manera, Sin embargo, una fractura reciente de espalda, no le permite levantarse de su cama, teniendo que hacer sus necesidades en el lugar.
De no ser por la ayuda de sus vecinas Zulay Noguera y Miriam Medina, que la cuidan, le preparan la comida y que la trasladaron a Salud Chacao cuando se presentó su problema en la espalda, ella aseguró que no estaría viva para contar su historia. Espera poder recuperarse pronto para volver a su rutina y ayudar al prójimo.
Actualmente contar con la despensa llena se ha convertido en un reto para la población venezolana, luego de un mes de cuarentena y con gran parte de la economía parcialmente paralizada, muchos se preguntan qué hacer para sostenerse ante esta situación y ese es el caso de las poblaciones más vulnerables como los adultos mayores.
Para mayor información sobre el trabajo del Plan Buen Vecino pueden ingresar a su Instagram @Planbuenvecino.