El escritor, guionista y dramaturgo venezolano, radicado en Miami, estrenará el año que viene “Pálpito”, el primer proyecto que escribe para Netflix. Mientras tanto “Si nos dejan”, su telenovela más reciente, cosecha récords de audiencia a través de la cadena Univisión. Compartió su visión sobre la política venezolana, libros, sus ciudades preferidas y uno de sus temas predilectos: las mujeres
El día de la entrevista, el escritor se despertó a las 5:30 am. Era el último martes de agosto. Cuando el sueño le abandona a esa hora, suele quedarse un rato leyendo en cama desde el iPad, para evitar hacer ruido y despertar a su esposa.
Lo siguiente, regresar a su país. Como no puede hacerlo de manera inmediata -vive en Miami-, lo hace a través de las redes sociales, porque, según él mismo afirma, “no termino de aceptar que estoy lejos”. Revisa entonces Twitter, Facebook, Instagram, “con la zozobra de que el país se ha convertido en una feroz fábrica de malas noticias”.
A las 7:30 am ya está en la ducha. Bebe café, pero sin llegar a los terrenos peligrosos de la obsesión. Con dos tazas al día tiene para escribir desde temprano en la mañana hasta unas dos horas después del mediodía, tiempo en el que almuerza, descansa, continúa bien sea con la lectura de sus libros -lee varios al mismo tiempo- o con las series que lo tienen enganchado -se engancha con varias al mismo tiempo-. Polígamo en materia de libros y series, pero monógamo en su relación con Mariaca Semprún.
Y cuando Leonardo Padrón no hace seguimiento de sus lecturas, de sus proyectos o del entretenimiento por streaming, responde entrevistas y otros compromisos, como en este caso.
Padrón en Netflix
El 11 de julio, el escritor de Cosita Rica hizo público que escribió su primera historia original para Netflix Latinoamérica. Lo poco que se sabe (dadas las estrictas reglas de confidencialidad del gigante del streaming) es que la serie se llama Pálpito y que su estreno se espera para 2022.
–¿Pálpito tiene fecha definida de estreno?
–Creo que será para principios de 2022. Ya la primera temporada se terminó de grabar y estamos en esta otra fase que va a llevar tiempo, porque el proceso de post producción es bastante laborioso… como debe ser. Todas las plataformas de streaming se esmeran mucho en esta etapa, que implica la revisión de cada capítulo, tratamiento de color, diseño sonoro, entre otras cosas.
–¿Se siente satisfecho con el resultado? ¿Ha podido ver algún adelanto?
–Afortunadamente el rol que me ha tocado no ha sido exclusivamente como escritor, sino un papel mucho más participativo. He estado en todo el proceso de chequear cada material que se graba, de chequear las grabaciones de los capítulos, de aprobar o rechazar, siempre de la mano del equipo de Netflix, claro. Estoy muy sumergido en la historia y creo que ahorita trabajo más que cuando la escribí. Actoralmente está sensacional. No quiero hacer mayor énfasis en eso porque prefiero que la gente se forme su propia opinión, pero hasta ahora, lo que he visto me tiene muy contento.
–¿Qué significa para usted escribir una serie original para Netflix?
–Creo que ha sido uno de los retos más interesantes que he tenido en mi oficio como escritor de televisión. Tuve un primer reto aquí, cuando tuve que quedarme de este lado del mundo, que fue convencer a la industria de la televisión mexicana que yo también podía escribir para el horario estelar de Univisión, así como lo hice toda mi vida en Venezuela. Felizmente, eso ha funcionado, tengo una telenovela al aire llamada Si nos dejan, que se estrenó en Estados Unidos y pronto se estrenará en México. Es un privilegio que ni siquiera busqué, pero me llegó y bienvenido sea, porque lo estoy disfrutando mucho.
–¿En qué medida las plataformas de streaming han modificado su manera de crear y consumir entretenimiento?
–El streaming tiene una sintaxis narrativa muy distinta a las historias que se cuentan en televisión abierta, como las telenovelas. El streaming ha tomado de la literatura y del cine, pero ha construido su propia narrativa. Es un territorio de experimentación extraordinario que, sin duda, ha educado la pupila de los espectadores, porque ahora más que nunca las obras de arte que se han estrenado en las plataformas están expuestas a millones de personas. Yo celebro inmensamente esta nueva era de la narrativa audiovisual que estamos viviendo. Claro que puedes conseguir mucho bodrio, mucha historia mediocre, pero también hay contenido de altísima factura que amplía la mirada que tenemos sobre nosotros mismos como seres humanos, como generadores de historias.
El streaming ha tomado de la literatura y del cine, pero ha construido su propia narrativa. Es un territorio de experimentación extraordinario que, sin duda, ha educado la pupila de los espectadores, porque ahora más que nunca las obras de arte que se han estrenado en las plataformas están expuestas a millones de personas
Leonardo Padrón, escritor
Políticos de telenovela
–Como venezolano migrante, ¿cómo observa los acercamientos que ha tenido el diálogo?
–Ese es un tema por naturaleza complejo, por la pretensión de sentar en la mesa a dos adversarios que tienen puntos de vista tan radicales. Como venimos de tantos fracasos sucesivos, a propósito de anteriores mesas de diálogo y negociaciones, el venezolano está inmensamente receloso. Tiene las reservas activadas, la reticencia absoluta ante la posibilidad de una mesa de diálogo. Y es una lástima porque, sin duda alguna, si hablamos de términos objetivos esa sería la vía más civilizada de intentar avanzar hacia una salida de la descomunal crisis que atraviesa el país.
Yo siento que para que la gente pueda tener de nuevo cierta fe en cualquier intento de diálogo, la oposición debería terminar de hacer un profundo mea culpa y debería inaugurar una mesa de diálogo inicial entre sus miembros y solventar las inmensas contradicciones que hay puertas adentro; reconocer en voz alta y nítida cuáles han sido sus errores, actos de soberbia, de candidez y hasta retorcidos. No es un tema fácil de despachar en una respuesta, pero insisto: negarnos a dialogar como reflejo automático también puede significar seguir en el terreno de la inercia absoluta, de la calle ciega en la que tenemos demasiado tiempo.
–¿Existe para usted algún momento o personaje de la política venezolana que merezca ser convertido en un guión audiovisual, de la misma manera que hizo la industria colombiana con la figura de Hugo Chávez?
–Sin duda alguna, uno como escritor siente allí que hay muchísimo material para codificar en el lenguaje de la ficción para de alguna manera revisitarnos, para construir un espejo donde poder vernos, evaluarnos y reflexionar sobre lo que nos pasó como país. Hay muchísimo material, hay muchísimos personajes, hay muchísimas situaciones de alto calibre dramático. Hubo un primer intento de comenzar a revisar nuestra historia inmediata, que fue esta serie llamada El Comandante, un proyecto creado por Moisés Naím. Pero fíjate que Colombia, que la citas como ejemplo, empezó a contar el fenómeno de la guerrilla y el narcotráfico, que tanto daño hicieron a ese país, mucho tiempo después. Todo el tema del narco y las guerrillas tienen su incandescencia desde los años 80, y uno ha visto que las narco-series alcanzaron su apogeo en la década más reciente.
–Ellos han tenido la posibilidad de voltear la mirada con cierto sentido de la perspectiva. En el caso venezolano, yo creo que cuando volvemos la mirada atrás, tenemos la pesadilla pegada aún en la nuca. Yo, en lo particular, tengo cualquier cantidad de anotaciones de historias que quiero contar en el momento adecuado, porque no podemos dejar que la desmemoria nos ocupe. Un terreno donde hemos tratado de hacer el inventario de los daños ha sido en el terreno de la literatura de no ficción. Hay un libro de Ana Teresa Torres que se llama Diario en ruinas, y es importantísimo. Tiempos feroces, el libro que acabo de publicar, justamente intenta registrar crónicas de estos tiempos que hemos vivido y es una secuela de Se busca un país, que está en ese mismo espíritu.
Leonardo Padrón, sin dramas
–¿Cómo se ha adaptado a Miami?
–Tengo cuatro años viviendo aquí, en este éxodo involuntario. No es la ciudad que hubiera elegido para el exilio, pero es una ciudad que justamente es definida por la multiculturalidad, la coexistencia de muchas nacionalidades, privando por supuesto el sello latino. De hecho, esta ciudad tiene más costumbres latinas que americanas en su manera de ser. Debo reconocer que es una ciudad de puertas abiertas al inmigrante. En ese sentido, todos los que estamos aquí tenemos mucho que agradecerle. No es mi ciudad favorita en la vida, pero agradezco profundamente poder haber sembrado bases para una nueva territorialidad en lo que es ahorita esta nueva etapa de mi vida.
Yo siento que para que la gente pueda tener de nuevo cierta fe en cualquier intento de diálogo, la oposición debería terminar de hacer un profundo mea culpa y debería inaugurar una mesa de diálogo inicial entre sus miembros y solventar las inmensas contradicciones que hay puertas adentro
Leonardo Padrón, escritor
–¿Cuál sí es su ciudad favorita?
–Mi ciudad favorita siempre será Caracas, pero, sin duda alguna, Madrid es una ciudad que para mí reúne los elementos: belleza, seducción, hedonismo, misterio, complicidad, oferta cultural. Está dentro de Europa, que siempre me ha fascinado, y a pocos zarpazos de cualquier otro país. Es un enclave perfecto para ejercer la vida.
–¿Cómo es un día rutinario en la vida de Leonardo Padrón?
–A despecho de lo que dicta la leyenda, que dice que los escritores somos animales nocturnos, yo por el contrario soy escritor fundamentalmente en las mañanas. Suelo decirle a mis amigos que yo en el día escribo y en la noche vivo. Soy de hábitos tempraneros y me siento frente a la computadora a trabajar en lo que me toque, bien sea en una serie, en un artículo, digamos, en el proyecto que tenga entre manos. Pero dedico toda la mañana a la escritura hasta las dos de la tarde, y de allí almuerzo, descanso un poco y leo mucho, por supuesto.
–En la tarde me dedico a los quehaceres cotidianos, me sumerjo en algún libro, a ver series de televisión. Los consumo por placer y por trabajo, porque me interesa ver qué están contando en otras latitudes, cómo lo están contando, cómo abordan ciertos temas. Me siento en las dos butacas: la del espectador que quiere pasarla bien, y la del escritor que está siempre atento a lo que se está haciendo, y más ahora que estoy escribiendo para Netflix.
Es siempre un proyecto esencial del ser humano, la búsqueda del otro con el que conjugar el mundo
Leonardo Padrón, escritor
–¿Qué serie lo tiene enganchado?
–Tengo la mala costumbre de ver varias series a la vez. Como los libros, yo tengo varios libros en lectura de manera simultánea. Ahorita estoy viendo El Reino, una historia de Claudia Piñeiro, que es una suerte de thriller político y me gusta mucho la forma como está hecha. Estoy viendo una serie maravillosa que se llama El Restaurant, que fue un fenómeno en la TV sueca. Está en Filmin, que es una maravilla de plataforma porque hay mucho cine europeo y muchas series que no están en las demás plataformas. También estoy gratamente sorprendido del talento de Diego Luna como director y productor de Todo va a estar bien. Son muchas las series que veo, a veces hasta se me confunden las tramas.
–¿Tiene un ritual o manía al momento de escribir?
–He ido cambiando mis rituales de escritura. Antes escribía siempre con música, ahora más bien necesito el silencio y una taza de café. Comencé a tomarlo en el exilio, fíjate tú. Jamás tomaba café, ni fumo cigarros. Tomo, por supuesto, pero no soy de esos que se echan tragos mientras escriben. Me parece que la escritura merece un completo estado de lucidez, y la escritura genera su propio estado alterado. Ese es el que procuro conseguir, cuando estás tan sumergido en la página en blanco que el resto del mundo, en 360 grados, queda en suspensión.
Me asombra, me desconcierta, me seduce ver cuántas veces fracaso tratando de entender la naturaleza femenina
Leonardo Padrón, escritor
–¿Qué temas le obsesionan?
–Me obsesiona muchísimo -y creo que ha quedado demostrado- el misterio de lo femenino. Me asombra, me desconcierta, me seduce ver cuántas veces fracaso tratando de entender la naturaleza femenina. Es, sin duda alguna, un planeta absolutamente distinto al del hombre. La he celebrado y la he procurado a través de la escritura, desde los textos que he escrito en mis libros de poesía o en telenovelas como El país de las mujeres, que era una novela que quería celebrar en particular los grandes arquetipos de la mujer venezolana. Y, por supuesto, eso también me lleva a una inmensa curiosidad por la complejidad de las relaciones de pareja. Octavio Paz decía que el hombre vivía entre dos grandes soledades: nacemos solos, morimos solos, y lo que está entre esas dos soledades es la vida. Yo siento que por eso el hombre está permanentemente buscando una pareja que mitigue la marca de esa soledad atávica. Es siempre un proyecto esencial del ser humano, la búsqueda del otro con el que conjugar el mundo. Siempre suena muy idílico, estupendo, pero nos hemos dado cuenta de que ese acoplamiento trae terremotos, devastaciones, tsunamis, derrumbes emocionales, divorcios, peleas, asesinatos, crímenes pasionales… te das cuenta de que el acoplamiento entre dos personas, sean del sexo que sean, es tremendamente complejo. Y me parece que hay allí infinitas historias.
–Otro tema que me apasiona es la ciudad como personaje. Cada vez que veo una historia que tiene como locación Nueva York, que es otra de mis ciudades favoritas, me pregunto cómo ese personaje que es NY se comporta en esta historia. También me lo pregunto cuando veo a la propia Caracas, que es un personaje que he tratado de descifrar a través de mis textos. Durante mucho tiempo he escrito eso que algunos críticos denominan poesía urbana y que reflejan eso, un interés muy particular por los animales urbanos, porque yo me considero, sin ninguna duda, como un animal urbano. Somos una especie que habita con millones a su alrededor, eso ya nos genera un contexto tremendo y, por supuesto, muy poderoso para generar historias.