Esta venezolana, admirada y aplaudida a sus 74 años, tanto por su físico como por el positivismo que irradia en todo momento, cuenta cómo aprendió a imaginar y a moldear el estilo de vida del cual goza hoy día, desde su humilde niñez en un pueblito de Monagas

Entrevista: César Batiz | Redacción: Frank Hernández

Desde pequeña aprendió a visualizar sus sueños y sus metas. Fue así, con ese trabajo mental de soñar, querer y desear, que empezó a dar los pasos para construir el modelo de mujer que es hoy día. Con ese afán de vislumbrar a cada minuto su ideal de vida, llegó este año al popular show America’s Got Talent, su más reciente logro a los 74 años, tras mostrar no solo un espectacular cuerpo, sino una vitalidad y energías pocas veces vista en gente de la tercera edad.

Se trata de Josefina Monasterio, una venezolana oriunda de Monagas que emigró, hace ya 45 años, a Estados Unidos, con pocos medios pero con muchas ambiciones, ganas y sueños por cumplir.

Es por ese modelo, tanto de mujer como de persona ejemplar en el que se ha convertido, que El Pitazo reproduce en este texto parte de la entrevista realizada el pasado 24 de julio, para compartirla con nuestros lectores.

Una niñez feliz

–Vamos a hablar de sus orígenes, vamos a hablar de Punta de Mata, estado Monagas. Como tantos venezolanos, ¿es hija de trabajadores petroleros?

–Eso es correcto. Mi papá trabajaba en la compañía Sinclair (Sinclair Venezuelan Oil Company), y más tarde mi abuela trabajaba como limpiadora en el hospital, pero de esa misma compañía.

–¿De allí fue a estudiar la primaria en la escuela de Sinclair…?

–Saqué la primaria en el colegio de Campo Obrero, y después en el Colegio Miguel José Sanz, creo… Eran excelentes maestros, excelentes profesores. Yo personalmente tuve una niñez feliz, con una vida simple; me crié comiendo frutas de las matas. Mi abuela mataba los animales de la casa para comer, la gallina, el pavo, el pollo. Mi niñez fue espectacular, porque a pesar de estar en un pueblo pequeño, me daba la inspiración para soñar que había algo más allá de ese pueblito, y eso es lo que me trae hoy a donde estoy.


En mi niñez, a pesar de estar en un pueblo pequeño, me daba la inspiración para saber que había algo más allá de ese pueblito

Josefina Monasterio, fisicoculturista venezolana

–Comenzó a practicar deportes en esa época…

–Sí. En esa escuela, en Campo Obrero, el profesor Aníbal Abreu me animó a competir cuando se realizaban las competencias en ese momento, entre tercer grado y cuarto grado. Así empecé a correr y empezó también ese amor por el atletismo y el deporte. De allí voy a la escuela Miguel Antonio Caro, ya en Caracas, y un profesor, Darío Silva, me invitó tomar clases de gimnasia. Una de las cosas que aprendí en esa época, hasta el sol de hoy, fue a nunca dejarme vencer. Ese tipo de cosas en la vida de una persona son muy importantes.

Una vez que ingresa al Instituto Pedagógico de Caracas, se convierte en una destacada gimnasta a nivel nacional. También descubre su vocación por la enseñanza, porque se prepara entonces para ser docente de Educación Física.

También, en el Pedagógico, nuevamente visualiza su futuro. “Veía como mis profesores viajaban para hacer maestrías. Fue así como empecé a visualizar que yo quería hacer eso también. Es decir, me visualicé haciendo lo que he logrado hasta ahorita”, confiesa Monasterio.

“Todos estamos programados para triunfar, pero lo que no sabemos es cómo acceder a esa computadora biológica que tenemos y que nos guía para saber cómo debemos hacerlo”, asegura.

El haber cumplido con todos los roles que le ha deparado la vida, le da derecho hoy día a Josefina Monasterio a dedicarse a sí misma una exigente agenda | Costesía J. Monasterio

Adaptarse fue un reto

–Tenemos entendido que logra viajar a Estados Unidos para realizar su maestría, pero una vez allá debe aprender el inglés en seis meses para poder cursarla. ¿Qué le dejó esa experiencia de competir contra usted misma para aprender ese idioma en seis meses?

–Aprendí que si nos damos la oportunidad, tenemos el poder de hacerlo. Yo estaba optando por una maestría; era a otro nivel, se trataba de educación superior. Llegué en enero y para junio ya debía estar inscrita en la universidad tomando clases, si no, me devolvían a Venezuela. Y en ese dilema se me ocurre inscribirme en una clase, justamente en la que no podía hablar cuando la cursaba: la natación. Tuve que esperar tres meses más para poder aprender a hablar inglés.

–Luego estuvo 17 años dando clases de secundaria allá…

–Ese era otro de mis sueños, verme trabajando en Estados Unidos. Tuve suerte de ser entrevistada en uno de los mejores liceos de ese estado (Massachusetts). Buscaban una profesora bilingüe y me dije ‘esa soy yo’. Era un ambiente intelectual fascinante. Duré 17 años enseñando cinco materias y fue entonces cuando decidí renunciar, pero no me dejaban. No creían poder conseguir a otra persona que dominara los dos idiomas.

–¿Qué fue lo bueno y lo malo de cumplir ese sueño de ser docente durante 17 años en Estados Unidos?

–Es algo que no se puede describir porque es cumplir metas, cumplir sueños, sentir satisfacción. Yo, por ejemplo, si tengo que decir algo malo, es que dejé a mi familia en Venezuela, dejé a mi cultura, me perdí mis fiestas tradicionales. Dejas todo, pero lo dejas por buscar el éxito. Yo entendí que si no pagaba el precio por el éxito, pagaría el precio por el fracaso. Gracias a eso vivo una vida en la cual lo que me propongo de meta, lo cumplo.

–Después de estudiar en Caracas y viajar a Estados Unidos para hacer la maestría, criar sus hijas y trabajar durante 17 años dando clases, era lógico pensar en el retiro, en una vida tranquila. ¿Por qué dedicar desde ese momento tanto tiempo al ejercicio?

–Yo veía que la gente siempre trabajaba cierto tiempo y se retiraba. Eso nunca me gustó. Jamás pasó eso por mi mente. Me vengo a Florida, pero nunca con el pensamiento de retirarme. Siempre he pensado que uno tiene mucho más potencial, y lo sé porque regresé a Florida a realizar mi doctorado a los 50 años, a los 60 me hice fisicoculturista y también escritora. Ya tengo cuatro libros en inglés y en español. Fueron 30 años que los hubiese desperdiciado si vengo y dijo ‘tengo 17 años aquí, ya basta, se acabó el mundo’.

–Se levanta a las 3:30 am y ya a las 5 pm está buscando descansar. ¿Cuándo hay tiempo en la vida de Josefina para otras actividades cotidianas?

–En la vida tenemos roles. Yo hice el papel de hija y lo hice excelente. Luego estudié y lo hice excelente. Me casé y tuve un matrimonio excelente. Tuve mis hijas e hice el papel de madre excelente. Todas esas cosas las hice con todo el tiempo, con todo el amor y con toda la dedicación. Ahora, a partir de los últimos 15 años ha sido el momento de Josefina. Estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer: quiero ir al America’s Got Talent, que la gente suspire, que vean lo falso del paradigma de la edad específicamente con las mujeres. Las mujeres me escriben dándome gracias porque muchas creían que a los 40 años ya la vida se había acabado.

America’s Got Talent

–¿Qué tan importante fueron los procesos de visualización en el cumplimiento de los objetivos de Josefina Monasterio? Algunas personas no creen en eso…

–Las personas que no creen en ello están fuera de órbita. Cuando piensas que no puedes hacer o lograr algo, ya estás visualizando. El proceso de visualización lo estamos usando continuamente, bien sea positiva o negativamente… Lo primero es que debes verte con éxito. Todo ese tema está en mi primer libro, Grandiosa a cualquier edad.

–¿Cómo llega al America’s Got Talent?

–Ellos me buscaron. Jada Pinkett Smith, la esposa de Will Smith, fue quien me descubrió, y America’s Got Talent también me descubrió por las redes sociales. En enero de este año comenzó a contactarme un grupo de productores, y les advertí que no bailaba, ni cantaba ni hacía magia, pero me decían que solo querían tenerme en el show. Resulta que cuando me llevaron eso fue espectacular. Tampoco me imaginaba cómo iba a ser la interacción con Terry Crews, porque pensé que él me iba a entrevistar de manera normal, pero no que iba a salir como un fisicoculturista.


Todos estamos programados para triunfar

Josefina Monasterio, fisicoculturista venezolana

–¿Qué le quedó de compartir esa experiencia con un fisicoculturista y showman como lo es Terry Crews?

–Lo primero es que cuando me llevan al escenario –porque una cosa es verlo por televisión pero otra verlo en persona– me quedé de Punta de Mata. Era algo grandísimo, muy primera clase y la experiencia fue espectacular. Me sentí como en mi casa, porque trabajan con excelencia, trabajan con amor. Son más de 300 personas en un día para grabar el show. Nadie se queja, todo es muy buena vibra. Me encantó porque me sentía en mi ambiente, con gente que le gusta lo que hace, con dedicación. Me fascinó, es algo que si me vuelven a llamar, volveré a asistir.

–Pero tuvo que improvisar al lado de Terry Crews, cuando comenzó a mover los pectorales…

–Yo no sabía que él iba a salir así; tienen que haber visto mi cara (risas). Ese día conversamos como unos 45 minutos durante el día, y tuvimos muy buena química. Yo no sabía que él era fisicoculturista, no sabía que tenía ese cuerpo. Pero cuando sale con el aceite sobre su cuerpo me impresionó. Hay una parte en la que los jueces me preguntan a mí cuál es el aceite que uso, y Terry Crews empieza a explicarles que él era el aceite (risas), todo un show.

Un mensaje a los docentes y las mujeres

Monasterio propone siempre sustituir los pensamientos negativos que constantemente invaden nuestra mente por pensamientos positivos. “Siempre debes decir un ‘sí puedo’ ante un ‘no puedo’, para que tu manera de pensar comience a cambiar”.

Asegura, en este sentido, que de haberse dejado llevar por los malos consejos y por los miedos nunca habría tomado el tomado el avión que la llevó a Estados Unidos y no habría dado los pasos que dio. “Sería una mujer muy frustrada”.


El proceso de visualización lo estamos usando continuamente, bien sea positiva o negativamente

Josefina Monasterio, fisicoculturista venezolana

No obstante, al ser consultada sobre el caso de los docentes venezolanos, en cuanto a decirles que deben pensar positivamente, justo en un momento en el cual son los peores pagados en Latinoamérica y con un sueldo que no les alcanza ni para transportarse, la septuagenaria atleta asegura que “se trata de una respuesta muy complicada, dolorosa y triste. Lo único que les puedo decir es que debemos tener fe en Dios. Yo todos los días hablo y discuto con Dios; le pregunto: ¿hasta cuándo? Pero realmente debemos mantener la fe y hacer lo mejor que podamos. Con lo poco que tengamos, dar gracias a Dios”.

A las mujeres les recuerda que los momentos adversos siempre pasan, y que pueden sobreponerse a ellos. “Los ganadores, no importa en qué circunstancias se encuentren, si tienen fe y se aferran a ella, podrán salir adelante. Cuando era niña, mientras otros tenían qué comer, yo apenas tenía un pan, pero era feliz así y aquí estoy”.