Caracas.- Nunca tuvo miedo de discutir con su amigo más querido. Explicaba de forma sencilla temas complejos de economía y filosofía. La nobleza que conocieron sus alumnos, también la vivieron sus hijos y esposa. Sembrar la duda en sí mismo le permitía a los demás pensar. Era Emeterio Gómez, un economista y filósofo venezolano, creyente y crítico de la corriente liberal.
Han pasado 37 días de su fallecimiento y Fanny Gómez Lugo recuerda con mucha nostalgia a su padre: el profesor, el que todo lo cuestionaba, el filósofo, el amigo, el que debatía, el trabajador y el escritor de Marx, ciencia o ideología. “Fue una persona excepcional, brillante, con gran capacidad argumentativa y, aunque vivió situaciones muy difíciles, tenía buen sentido del humor”, precisó a El Pitazo el 25 de mayo desde la ciudad de Washington, Estados Unidos.
El profesor Emeterio Gómez, quien en su juventud creyó en el marxismo, planteó una visión filosófica de la economía y la defendió desde el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), también desde la academia, tanto en la Universidad Central de Venezuela como en la Universidad Simón Bolívar, así como en sus ensayos y más de 10 libros. Durante años se centró en la importancia de refundar el capitalismo y sus bases éticas.
En 2009, cuando se celebró el aniversario 25 de Cedice, Gómez insistió en que él defendía el capitalismo, pero había que revisarlo. Su hija evoca este momento y asegura que su posición provocaba críticas de liberales radicales. Para él eso no significaba problema, era parte del debate.
“Mi papá decía que el modelo era imperfecto, que podía ser egoísta incluso, pero estaba convencido de que era el único viable y capaz de producir bienes y servicios para la sociedad, y sobre todo para la venezolana”, señala Gómez Lugo.
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Sus alumnos y colegas argumentaban y rebatían sus ideas para enriquecer la discusión. Eso era lo que le daba vida al académico. El economista Francisco Monaldi dijo a Prodavinci el pasado 22 de abril: “Emeterio, en esencia, me enseñó a pensar”. Y su hija dice que sin duda marcó la vida de todos sus alumnos, hasta la de sus cuatro hijos, con quienes, desde su individualidad, intercambiaba ideas. Con ella, en particular, que es abogada y especialista en género, desarrolló un vínculo desde la filosofía y el feminismo. De hecho, quedó pendiente la publicación de un ensayo sobre ambos temas.
La espiritualidad de Emeterio
Hasta 2013, el académico estuvo activo profesionalmente. Un accidente que le provocó la pérdida de su memoria lo obligó a parar la producción de sus ideas. Su hija recuerda que al final de su vida profesional se acercó a la espiritualidad desde el punto de vista moral.
Se enfocó entonces en hacer ver que era muy fácil ser noble y bondadoso con las personas que tenían un trato recíproco, pero lo verdaderamente complejo era ser buena persona con quienes eran mezquinos.
Unas de sus virtudes eran ser empático y humilde, en especial con las personas que estaban desprotegidas. Su hija considera que fue así por ser el único de 27 hermanos que logró estudiar en la universidad. Venía de un hogar muy humilde en Nueva Esparta. Su padrino descubrió en él una capacidad argumentativa que no podía desperdiciarse, por lo que decidió apostar por él y lo envió a Caracas a estudiar.
“Se desarrolló básicamente de la nada y aunque tenía una presencia tan avasallante en la vida pública, trató de mantener su humildad”, dice Gómez Lugo, al tiempo que recuerda a un padre exigente en su vida profesional, pero más flexible en la personal.
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El pensador: un alma infinita
En octubre de 2013, Gómez se cayó en la Universidad Simón Bolívar (USB), acababa de dar una clase de postgrado. Un vigilante lo rescató y fue llevado a una clínica, donde duró un mes hospitalizado. La contusión le produjo pérdida de memoria. Le cambió la mirada, la forma de pensar y hablar. Debió aprender a caminar y a escribir de nuevo. Allí se detuvo su vida profesional.
Sus últimos años los vivió en España con su esposa, tras pedir asilo por la crisis humanitaria en Venezuela. Cada año, su hija lo visitaba y trataban de afianzar más su relación. La última vez que se vieron fue en agosto del año pasado.
Este 20 de abril, el profesor Emeterio Gómez falleció a los 78 años de edad por complicaciones a causa del COVID-19. Fanny, una de sus cuatro hijos, no pudo acompañar a su madre debido a la prohibición de vuelos; tampoco se pudo hacer un funeral debido al aislamiento social.
“Somos pura posibilidad de ser, el alma es infinita”, decía constantemente el profesor. Ahora, que está ausente físicamente, su familia evoca esa frase. Es su legado.
