La politóloga y directora de DataStrategia considera que 2019 estuvo marcado por una bicefalia y que las tres palabras que marcaron al país en materia política son: resistencia y resiliencia, desde la oposición; y sobrevivencia, por el lado del chavismo

Unos van alegres, otros van llorando: si en una canción pudiésemos resumir o analizar políticamente el 2019 que se va, sería con este ritmo de la Billo’s Caracas Boys. Ha sido un año complejo y retador para la ciudadanía y enrevesado en materia política. No se logró la hoja de ruta que planteó la oposición y, literalmente, Nicolás Maduro celebra desde Miraflores que culmina un nuevo año en el poder.

Si alguien tiene autoridad para analizar y desmenuzar, políticamente hablando, a Venezuela es Carmen Beatriz Fernández, politóloga, profesora de la Universidad de Navarra y directora de DataStrategia. Sobre el año que viene, considera que el destino político se definirá con lo que ocurra los primeros 10 días de enero. Y es por ello que reveló a El Pitazo que 2020 debería estar marcado por un escenario de negociación que detenga la dinámica perder–perder en la que está sumida el país.


Ni Guaidó pudo hacer cesar la usurpación, que era el primer paso de su mantra; ni Maduro, con todo su poder de fuego, pudo eliminar a ese fastidio internacional que ha hecho visible su ilegitimidad

Carmen Beatriz Fernández, politóloga, profesora de la Universidad de Navarra y directora de DataStrategia

–¿Qué deja en materia política este 2019?

–Bicefalia es la palabra que sintetiza el año. Una bicefalia que nunca creímos que iba a durar tanto, ni unos, ni otros. Los que estaban a favor de Guaidó creyeron que las expectativas se iban a cumplir en un proceso muy rápido, pero quienes están a favor del chavismo creyeron que era un asunto que Maduro despacharía rápidamente. El 2019 estuvo marcado por un monstruo enorme de dos cabezas, donde ninguna pudo eliminar a la otra. Ni Guaidó pudo hacer cesar la usurpación, que era el primer paso de su mantra; ni Maduro, con todo su poder de fuego, pudo eliminar a ese fastidio internacional que ha hecho visible su ilegitimidad. El chavismo pensó que Guaidó era un enemigo menor, tan es así que está libre y sigue siendo reconocido por 60 países.

Cuando se analizan ganadores o perdedores, generalmente se hace como el suma con cero, donde la ganancia de uno es la pérdida del otro. Esto es una visión que pone a las sociedades en aprietos; en las sociedades deben ganar todos, o como en el caso venezolano que hemos perdido todos.

Este año, esta bicefalia lo que ha generado es un juego donde todos pierden y el que más pierde es el país. El gobierno, porque es de facto, de Maduro ha diseñado un juego donde perdemos los venezolanos. La lógica de ese juego es que las victorias se miden en corto plazo. Maduro tiene una lógica del juego político que cuando tiene el agua al cuello, se mete en un enredo peor, de manera de ganar y ¿qué es lo que gana? Seguir estando en el poder a costa de una dinámica cada vez más complicada. Pero ciertamente, Maduro no es más legítimo que en 2018.

–¿Qué aprendizaje le quedaría a la oposición?

–Cuando se dibujan altas expectativas, es fácil frustrarlas. Altas expectativas auguran bajo desempeño. De cara a 2020 uno ve un Maduro con muchas presiones en el interior del chavo – madurismo y unas presiones que vienen dadas, en buena medida, por las sanciones. Las sanciones lo que han generado en el entorno de Maduro es una presión cada vez mayor a una negociación con o sin Maduro. En la medida en que la coalición opositora se mantenga relativamente firme, en esa misma se va a ver afectada la contraparte. El 23 de febrero (día del ingreso de la ayuda humanitaria) se generaron expectativas gigantescas, e igual el 30 de abril en horas de la mañana. Esa generación de expectativas hace que se juzgue pobremente el liderazgo o que se deteriore la confianza. Esa es una lección.

Alrededor de Guaidó se generaron expectativas amplias y esas llevaron a Guaidó a un afecto popular que no había tenido dirigente alguno en Venezuela, incluso superior al de Chávez en su momento. Había un consenso social enorme alrededor de esa figura, que fue mermando, pero era lógico y actualmente los números son de un candidato presidencial.

–¿El chavismo salió fortalecido o debilitado?

–El chavismo está peor de lo que estaba hace exactamente un año, pero que esté mal el chavismo no quiere decir que la oposición esté mejor. La oposición está hoy peor que, por ejemplo, el 23 de enero. Cuando vemos el juego político como un ganas o pierdes, no podemos entender muchas cosas que han pasado. Cada día de Maduro en el poder, es un día en que Venezuela y los venezolanos están peor. Un madurista, viéndolo desde el corto plazo, dice: ‘estoy mejor porque duré un año más’; pero eso no es cierto, están peor, porque los indicadores son peores, porque el éxodo creció, porque ellos y su entorno están limitados en cómo gastarse la plata. El chavismo está más rechazado internacionalmente, tienen problemas de movilidad física y financiera.

–De cara a 2020, ¿cuáles son las perspectivas?

–Lo que defina a 2020 serán los primeros 10 días del año: lo que termine pasando el 5 de enero y el 10 de enero. Es capaz la oposición de mantener y apalancarse sobre el liderazgo de Guaidó o uno que escojan de manera armónica. Otra característica de este año, desde el punto de vista del arco político – electoral es que en Venezuela, si te imaginas el mundo político – electoral como una curva normal, donde la gran mayoría está en el medio, hay dos extremos sobre las posturas electorales: una gente decidida a votar como sea y con las condiciones que sean, que son el chavomadurismo o los que denominan “la mesita”; y luego tienes en el otro extremo, unos actores que dicen ‘yo solo voto si las condiciones son óptimas’ y esos son los del mariacorinismo, por ejemplo; y en el gran medio, los actores que están negociando entre lo perfecto y lo posible.

La oposición debe reformular sus cartas, pero creo que algunos actores importantes del madurismo también se lo están planteando. Esta dinámica perder – perder es insostenible y encuentras un ala en el madurismo que no sea suicida, esa es la gente que está presionando al madurismo a que entre a unos acuerdos de negociación mínimos, que era el camino noruego. El camino noruego no se da, porque el chavismo sea demócrata en sus convicciones, se da porque hay actores que propician ese escenario en beneficio de sus propios intereses.

El 2020 debería estar destinado a un escenario de negociación donde, posiblemente, no salgan satisfechos unos y otros, que no sea lo que hemos pensado como la mejor opción, pero que tuerza esa dinámica perder – perder.

Si se pudiese definir este año en tres palabras ¿cuáles serían?

–Desde la oposición: resistencia y la resiliencia. Y por el lado del chavismo, sobrevivencia. Como sociedad deberíamos encontrar condiciones mínimas de ganar – ganar que permitan quebrar esta tendencia marcada al abismo.

Foto: El Pitazo-Archivo