A sus 90 años, el hombre que emigró desde Italia con apenas 24 mantiene la esperanza en un mejor futuro para Venezuela. Pero para ello, afirma que se debe estar “adecuadamente informado”. Por esta razón revisa a diario su TL de Twitter y decidió sumarse como aliado de El Pitazo, una de sus fuentes favoritas

La resiliencia parece incrustada en la genética de Antonio Petricca, un inmigrante italiano que llegó a Venezuela a los 24 años huyendo de la miseria de la post guerra y que terminó haciendo del estado Vargas su hogar, donde trabajó, levantó una familia y celebró, la semana pasada, sus 90 años de vida.

A Antonio, tras su retiro por el cierre del negocio familiar, la famosa Farmacia Los Cocos, le gusta caminar, acompañado de su esposa Giovanna, a quien todos llaman Juanita, por las inmediaciones del urbanismo donde reside, en el este litoralense. Una caminata vespertina que ahuyenta el cansancio por los años que acumulan sus músculos y le hace olvidar, por minutos, el confinamiento por el COVID-19.

Pero, además de la caminata, otras dos cosas le apasionan y le han hecho más ligero el encierro: leer y estar informado. Es por eso que es común verlo con su teléfono inteligente leyendo la red social que más le atrae, Twitter.

“Uno no puede estar de espaldas a la realidad; hay que estar al tanto de los hechos económicos y sociales, del deporte. Hay que saber sobre la situación del COVID- 19. Uno acumula años, pero no por eso deja de estar ávido de información. Me gusta Twitter porque son noticias en capsulitas y puedo indagar más si le doy al enlace”, explica el hombre, con un marcado acento que recuerda su origen.

En busca de esa información, Antonio se encontró con El Pitazo y se convirtió en su seguidor y lector consecuente. De esa manera descubrió que ese medio de comunicación buscaba aliados a través de un plan de membresías. Y así como no dudó en cruzar el océano para buscar oportunidades, tampoco lo hizo para apoyar al portal que le sirve de fuente informativa.


Uno no puede estar de espaldas a la realidad; hay que estar al tanto del hecho económico y social, del deporte. Uno acumula años, pero no por eso deja de estar ávido de información

Antonio Petricca, Aliado de El Pitazo

Tras saltar los escollos propios de la falta de conectividad y el bloqueo que sufre la página web de El Pitazo, Antonio Petricca se convirtió en el aliado más longevo de este medio. Con la ayuda de su nieto, quien vive en Canadá, se hizo aliado por los próximos doce meses. Como ha sucedido en otros capítulos de su vida, no se dio por vencido hasta lograrlo.

“Yo viví los horrores de la guerra. Vi la muerte de cerca. Sentí lo que implicaba que otros quisieran gobernarte sin respetarte. Padecí la pobreza extrema. Por eso valoro la libertad, valoro estar informado, valoro todo lo vivido en este país, pero sobre todo no pierdo la esperanza de que Venezuela salga de esta situación. Como aliado de El Pitazo, honro la vida y la democracia, honro la esperanza y reconozco el trabajo que hacen por el país”, aseguró Petricca.

Del horror a la vida

La zona donde nació, un pueblo de montaña a dos horas de Roma, estaba cerca de una abadía que se llama Montecasino, un lugar que por lo estratégico de su ubicación era paso para tropas, especialmente del ejército alemán bajo el mando de Adolfo Hitler. Su pueblo fue bombardeado en muchas ocasiones.

A los 9 años, Antonio ya era huérfano de madre y quedó como cuidador de dos hermanos menores, pues su padre era un activista contra el régimen totalitario de Benito Mussolini, por lo que pasaba largas temporadas preso.

Sus recuerdos infantiles lo llevan a aquel pueblo donde para ir a casa de algún familiar debía caminar sobre una alfombra de restos humanos, presenciar los fusilamientos en la plaza o recibir las golpizas de los soldados como protocolo previo a la entrega de sobras de comida para él y sus hermanos.


Vi la muerte de cerca. Sentí lo que implicaba que otros quisieran gobernarte sin respetarte. Padecí la pobreza extrema. Por eso valoro la libertad, valoro estar informado

Antonio Petricca, Aliado de El Pitazo

A pesar de todas las calamidades, Antonio Petricca logró ir a Milán a estudiar. En esa ciudad se enteró sobre la caída de Mussolini. Sin embargo, la época de postguerra en Europa estaría llena de pobreza, odio y falta de trabajo.

Estaba a punto de graduarse de contador cuando un amigo le escribió desde un puerto de Venezuela; le dijo que ahí buscaban mano de obra y había buena remuneración. Era el 30 de abril de 1955. Llegó a La Guaira sin saber hablar español, mucho menos escribirlo o leerlo.

“En esa época, los obreros migrantes vivíamos en galpones. Yo no sabía nada de manejar maquinaria pesada o de construcción, pero lo aprendí”.

El plan inicial de Antonio Petricca era trabajar dos o tres años en Venezuela, hacerse de un capital y volver con dinero que le permitiese reconstruir una vida en su pueblo natal. Pero el destino tenía otros designios: se enamoró de otra italiana que también había migrado a Venezuela con sus padres. Con ella levantó una familia de tres hijos: María Antonietta, Sonia y Antonio.


Como aliado de El Pitazo, honro la vida y la democracia, honro la esperanza y reconozco el trabajo que hacen por el país

Antonio Petricca, Aliado de El Pitazo

Cuando algún venezolano le comenta alicaído sobre la situación del país, Antonio responde: “Todo eso y más vivimos en la guerra. Y nos levantamos. Lo que queda es luchar. Rendirse no es una opción. Yo no pierdo la esperanza y la fe en Venezuela. Su potencial está allí. Venezuela tiene cosas que cualquier otro país del mundo quisiera tener y si Italia salió de donde estaba, nosotros con más derecho vamos a salir de este atolladero. Ese principio me ha acompañado toda la vida”.

De hecho, ese mantra le dio fuerza para levantarse de las consecuencias de la Tragedia de Vargas, cuando en 1999 perdieron el negocio y vieron afectada su vivienda. Antonio no quiso abandonar su casa, sino que decidió ser líder en la recuperación de la urbanización Palmar Este, en Caraballeda.

“La vida me ha mostrado la peor cara, pero también la felicidad. Es por eso que no pierdo la fe. Las nuevas generaciones de venezolanos no pueden perder la esperanza, aunque sientan sus libertades destruidas. Esa lucha y esa esperanza las reconozco en El Pitazo; por eso sentí que era importante ayudarlos. Ese es mi aporte. Hay que seguir en la lucha y estar verdaderamente informados”.

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