Caracas.- Jorge Liberato Urosa Savino, purpurado venezolano a quien los feligreses reconocen su don de pastor y espiritual compañía, dedicó 54 años a la vida sacerdotal, de los cuales 39 fueron como obispo.
Nació el 28 de agosto de 1942 en Caracas, sus padres fueron Luis Manuel Urosa Joud y Ligia Savino de Urosa. Estudió en el Colegio La Salle y acudía a la Iglesia Parroquial San José de Caracas.
Su carrera eclesiástica comenzó como sacerdote el 15 de agosto de 1967, cuando tenía 24 años, y por imposición de manos del arzobispo José Humberto cardenal Quintero fue ordenado presbítero.
Fue rector del Seminario San José, presidente de la Organización de Seminarios Latinoamericanos y rector del Seminario Interdiocesano de Caracas.
El 22 de septiembre de 1982, cuando tenía 38 años, fue ordenado obispo titular de la Diócesis Vegeselitana in Byzacena y auxiliar de Caracas por el papa Juan Pablo II. Ocho años después, en 1990, fue nombrado Arzobispo de Valencia.
A la muerte del cardenal Ignacio Velasco, la Santa Sede lo designa Arzobispado de Caracas, donde fue incorporado al Colegio Cardenalicio en marzo de 2006 por el papa Benedicto XVI, convirtiéndose así, en el quinto de la historia de Venezuela.
En su condición de Arzobispo de Caracas, el cardenal Urosa Savino elevó plegarias para convencer a los captores de liberar a los hermanos Faddoul y a su chofer, secuestrados en febrero de ese mismo año.
Unas declaraciones emitidas por Urosa Savino en 1998, produjeron el roce con el fallecido Hugo Chávez, quien tomó de mala manera los cuestionamientos del entonces Arzobispo de Valencia por la violencia verbal que utilizaba en la campaña electoral y también por haberse opuesto a la convocatoria inconstitucional de la Constituyente que redactaría el texto hoy vigente.
En una entrevista concedida en 2020 al portal católico Aleteia, Urosa relató: “Chávez me veía como un adversario político”, y recuerda que el domingo 10 de enero de 1999, cuando tuvo una alocución dedicada a los obispos durante la visita a la Conferencia Episcopal, “fui el único obispo atacado por él, y dos veces”.
Según contó, cuando el papa Juan Pablo II lo propuso como el XV Arzobispo de Caracas en 2004 y luego, en 2005, Benedicto XVI lo ratificara, Chávez negó el placé del Gobierno nacional para ocupar la silla vacante de la capital por casi un año. Este protocolo data de cuando se firmó el convenio entre la Santa Sede y el Estado venezolano.
Entre la Iglesia Católica y el Estado Venezolano hay un convenio suscrito en 1963, y ratificado en 1964, que establece que el presidente de la República puede vetar el nombramiento de un obispo designado por el Papa. Chávez hizo uso de ese veto entre diciembre de 2004 y septiembre de 2005, cuando aceptó el nombramiento del Vaticano.
“Ha sido la única vez en 57 años de vigencia del Convenio hasta hoy que se procedía de esa manera abusiva. No había objeciones de carácter político general que lo justificaran”, aseguró Urosa, al memorizar lo ocurrido con el cardenal José Humberto Quintero, quien tuvo que esperar hasta siete meses para que su designación también en Caracas, fuese aceptada en 1960 por el entonces presidente Rómulo Betancourt.
Urosa también levantó la voz de la Iglesia católica venezolana para cuestionar el actuar del gobierno de Nicolás Maduro por la “represión desmedida” de los cuerpos de seguridad contra los manifestantes durante las protestas antigubernamentales de 2014 y 2017, en las que, según la ONG Foro Penal, fueron asesinadas 127 personas en esta última.
El 28 de agosto de 2017, cuando cumplía 75 años, el clérigo cumplió con las normas establecida en el Código de Derecho Canónico que impone la renuncia al cargo y acogerse a la jubilación. Esta fue aceptada por el papa Francisco en 2018.
Entonces pasó a ser el arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Caracas, reconocido por su celo pastoral para los más necesitados.
El 7 de septiembre de 2011, el arzobispo firmó el decreto que nombraba a la Virgen de Coromoto como la patrona principal de la Arquidiócesis de Caracas.
«De esta manera, Nuestra Señora de Coromoto, que es la Patrona de Venezuela, será de ahora en delante de manera particular la Patrona de los católicos de Caracas», se leía en un comunicado publicado por medios católicos en la época.
Después de 27 días de gravedad con el COVID-19, este 23 de septiembre falleció, hecho que enluta a la Iglesia universal por ser miembro elector del Colegio Cardenalicio.
“Hoy parte a la casa del padre dejando en la feligresía un sentimiento de gratitud y esperanza en una Venezuela posible donde reine la paz y la justicia social”, fueron parte de las palabras dedicadas por los miembros de la Arquidiócesis de Caracas al conocer la noticia de su fallecimiento.
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