Caracas.- “El 28 de enero, Día del Cine Venezolano, nos alcanzará sin película nacional en la cartelera”. Con esta frase, el crítico y cineasta Sergio Monsalve dio comienzo a una disertación que realizó en su página de Facebook, donde reflexiona sobre el estado actual de la industria en el país.
Lo que el día de la publicación parecía una profecía, hoy es casi una realidad. A excepción de dos películas, no hay ninguna representación de cine venezolano en la cartelera.
Según una gacetilla difundida por la página web del canal Venezolana de Televisión (VTV) el Día del Cine Venezolano se celebraría con la proyección de «Juan», un documental sobre la vida y obra del artista Juan Félix Sánchez realizado por Adrián Geyer, y un largometraje de ficción llamado «Violeta» con dirección de Gabriel Ng y Luis Sánchez.
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La página web del medio explica que para conocer las ciudades, cines y horarios de proyección es necesario «consultar las diferentes carteleras de las diversas cadenas de cine del país«. Pero al buscar en la programación de Cines Unidos y Cinex, las dos principales cadenas del país, no aparecen ninguno de los títulos mencionados.
A lo largo de su historia, el cine venezolano ha sido criticado por tratar la criminalidad, la prostitución, el narcotráfico y la violencia como temas fundamentales, y la razón principal por la que su propio público no sigue sus pistas. Sin embargo, hace falta valorar, ser introspectivo y tomar cualquier película de Quentin Tarantino o de Martin Scorcesse, por ejemplo, para comprobar que Hollywood tampoco se aleja de estos temas.
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En el caso de que hubiese un nutrido grupo de películas venezolanas en cartelera, ¿estas serían las escogidas por el espectador venezolano? ¿Podrían competir con los blockbusters y cine hecho en Hollywood? Los números responden a esta inquietud y agregan otro factor: independientemente de su procedencia, hay un alejamiento entre el cine y el público habitual.
Bernardo Rotundo, director del Circuito Gran Cine, explica que entre los años 2013 y 2015, las salas de cine cerraron con un promedio de 30 millones de espectadores. A partir de este año hay dos hitos que explican el declive de asistencia en las salas, siendo el primero el año 2016 cuando comenzó también la crisis energética y las regulaciones en materia de consumo y horarios, razones por los cuales las funciones de cine subieron de horario.
El segundo hito corresponde a las protestas de 2017, que duraron un aproximado de tres meses. Si a estos dos factores agregamos el costo de los boletos y de la caramelería, se obtiene una fórmula asesina para cualquier industria que esté intentando consolidarse. De hecho, el año 2019 cerró con apenas 11 millones de espectadores en todo el año.
Con la caída del número de espectadores en el cine venezolano, llegó también una caída en los fondos destinados para la producción de cine venezolano. Rotundo recuerda que cuando la Ley de Cinematografía Nacional fue reformada en el año 2005, se acordó que el 5% del valor del boleto para cualquier película sería destinado al Fondo de Promoción y Financiamiento del Cine (Fonprocine) y luego redistribuido por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac), para el financiamiento de proyectos cinematográficos nacionales, su distribución, el establecimiento y acondicionamiento de las salas de exhibición y de procesamiento y copiado cinematográfico, así como de las instalaciones de postproducción cinematográfica.
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Pero no solo los exhibidores de cine contribuyen a los fondos manejados por Fonprocine. También lo hacen los distribuidores de televisión por cable, las distribuidoras de señal abierta y las productoras. Henry Páez, director de Kunaguaro Films y vocero de la Cámara Venezolana de Productores de Largometrajes (Caveprol), acota que a la obtención de fondos para Fonprocine no solo le afecta el descenso del número de espectadores en las salas, sino también que algunos de sus contribuyentes, como las cableras, tuvieron las tarifas congeladas durante mucho tiempo, lo que causó que el porcentaje a pagar no estuviera acorde con el encarecimiento de los costos y la inflada economía venezolana.
Como resultado, Páez explica que Venezuela pasó de estrenar y producir un promedio de 35 películas al año, a cerrar el año 2019 con solo tres películas producidas.
De hecho, Páez explica que la comunidad cinematográfica de Venezuela brega actualmente por implementar medidas que incentiven el retorno de taquilla a los productores para que, de esta manera, tengan la motivación económica suficiente para poder realizar el próximo proyecto.
Además, Venezuela desde 2016 se encuentra en deuda con Ibermedia, un “programa de estímulo a la coproducción de películas de ficción y documentales” realizadas en una comunidad integrada por 21 países que nació en 1996 durante la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que, casualmente, fue celebrada en el estado Nueva Esparta.
Al cierre de 2018, el gobierno venezolano debía 1.282.000 millones de dólares. Se desconoce cuál fue el monto de la deuda durante 2019. Lo que sí es seguro es que, hasta que Venezuela no cumpla su compromiso con Ibermedia, ningún proyecto venezolano podrá optar para ser financiado por el mismo programa que su país ayudó a crear.
De esta manera, los cineastas venezolanos han optado por vender sus proyectos como coproducciones, donde el socio mayoritario termina siendo el país que aporte la mayor cantidad de financiamiento. Este año, el Día del Cine Venezolano no recibe a cineastas venezolanos haciendo películas en su país, sino a venezolanos haciendo películas en el mundo.
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