Gracias a la ayuda de familiares, amigos, vecinos y al hijo menor del matrimonio, quien es trabajador de la salud, Fernando y su esposa pudieron recibir la atención necesaria en su humilde vivienda, en una barriada de Guarenas. Dos meses después, ambos continúan con indicaciones médicas por las secuelas de las complicaciones que les hizo padecer el virus

Por: Lidk Rodelo

“La sensación de que no podía respirar fue lo más desesperante que me ha pasado en mis 69 años”. Así se expresó Fernando, un vecino muy querido en el barrio Güeime, de Guarenas, en el estado Miranda, quien compartió con El Pitazo su experiencia al contagiarse de COVID-19. Los gastos para superar la enfermedad, hasta este momento, rondan los 3.100 dólares; un monto que, por su propia cuenta, jamás habría podido costear.

Todo comenzó el 6 de marzo, cuando se iniciaba la segunda ola del coronavirus en el país. Fernando empezó a experimentar los síntomas de lo que creyó era un resfriado común. Pasaban los días y la fiebre no cedía. Tres días después, su esposa, de 66 años, comenzó a presentar los mismos síntomas.

El sábado 12 de marzo ubicaron a un neumonólogo para que los evaluara en casa. “No fue necesario hacer la prueba del hisopado, que no la hacen en cualquier lugar. A mí papá le hicimos una tomografía de tórax que reveló lesiones en los pulmones. Con la evaluación médica, la sintomatología y el estudio de imagen, el médico confirmó el virus”, afirmó Enrique, el hijo de los pacientes, quien es fisioterapeuta especialista en terapias respiratorias y trabaja para una clínica en Caracas.

El doctor les recetó siete medicamentos: antibiótico, esteroides, anticoagulante, antipirético, protector gástrico y suplementos vitamínicos, todos por vía oral, porque la sintomatología era leve.

El momento más crítico

Cuatro días después de iniciar el tratamiento, el miércoles 17 de marzo, a Fernando le llegaron dos nuevos síntomas: dificultad respiratoria y diarrea. Su cuadro pasó de leve a grave. La saturación de oxígeno en sangre bajó de 93% a 75%.

Fernando tiene un notable sobrepeso, es hipertenso y presenta un antecedente de bronquitis crónica. Además, sufre de reflujo gástrico y es alérgico a los antinflamatorios no esteroideos (aine). Este cuadro complicaba su condición.

El médico sugirió internarlo en un centro de salud, pero Fernando se negó. Dejó claro que no quería que lo llevaran a ningún hospital. Temía morir solo y aislado entre desconocidos.


No fue necesario hacer la prueba del hisopado, que no la hacen en cualquier lugar. A mí papá le hicimos una tomografía de tórax que reveló lesiones en los pulmones. Con la evaluación médica, la sintomatología y el estudio de imagen, el médico confirmó el virus

Enrique, el hijo de los pacientes

“Esa fue la noche más larga. Esperábamos lo peor, porque él estaba muy mal; no podía respirar. Yo contacté a otra doctora, quien pidió garantizarle una bombona y un concentrador de oxígeno. Gracias a Dios y a mis hermanos, conseguimos la bombona esa noche y al día siguiente nos prestaron un concentrador de oxígeno”, recuerda Enrique.

Transcurría el jueves 18 de marzo cuando a Fernando le cambiaron el tratamiento oral por endovenoso. Respetando su voluntad, le ordenaron hospitalización domiciliaria y supervisión obligatoria de una enfermera para la administración del tratamiento al pie de la letra.

Un antiviral, dos antibióticos, dos esteroides, un protector gástrico y solución fisiológica por vía endovenosa, además de un anticoagulante por administración subcutánea, dos suplementos vitamínicos orales y dos inhaladores pulmonares conformaban el nuevo tratamiento.

Aunque su esposa no mostraba mayores complicaciones, la evaluación médica y una radiografía de tórax permitieron determinar que sus pulmones mostraban lesiones, por lo que la médica le ordenó el mismo tratamiento, a excepción del antiviral.

La numerosa familia se unió para conseguir los recursos que requerían para garantizar la salud de Fernando y su esposa. Cada ampolla del antiviral Remdesivir oscila entre 120 y 320 dólares. A Fernando le recetaron seis.

Para asombro de todos, al final del mismo día comenzó a elevarse la saturación de oxígeno en sangre. Una semana después, Fernando comenzó a saturar por encima de 95% y se le permitió movilizarse al baño, pero siempre conectado al concentrador de oxígeno.


Esa fue la noche más larga. Esperábamos lo peor, porque él estaba muy mal; no podía respirar

Enrique, el hijo de los pacientes

El último día del mes le retiraron la mascarilla con reservorio de oxígeno y se mantenía conectado al gas solo con una cánula nasal. También le redujeron las dosis del tratamiento endovenoso, que ya había concluido su esposa días antes.

El 8 de abril a Fernando le retiraron por completo el oxígeno. Actualmente, la saturación de oxígeno en sangre se mantiene entre 95% y 96%.

El viernes 30 de abril Fernando y su esposa salieron juntos y recuperados de su casa, después de casi dos meses de aislamiento. Les practicaron exámenes de laboratorio y rayos X para la evaluación médica con la doctora a la que tanto le agradecen.


CUATRO DÍAS DESPUÉS DE INICIAR EL TRATAMIENTO, A FERNANDO LE LLEGARON DOS NUEVOS SÍNTOMAS: DIFICULTAD RESPIRATORIA Y DIARREA. SU CUADRO PASÓ DE LEVE A GRAVE


El sábado 1° de mayo, la médica tratante les permitió ir retomando sus actividades de forma progresiva, pero sin esfuerzo físico. Ambos pacientes deben continuar ingiriendo suplementos vitamínicos y un protector gástrico, y usando un inhalador pulmonar y un bloqueador de alteraciones en las vías respiratorias.

Además de los medicamentos que siguen tomando, ambos reciben terapias respiratorias para ampliar su capacidad pulmonar. Su hijo Enrique se encarga de los ejercicios.

Apoyo familiar y vecinal

Fernando es un pequeño comerciante, por lo que es ampliamente conocido en Guarenas y muy querido en su comunidad. Sus hijos se unieron para salvar a su padre. La familia en el exterior también ofreció apoyo económico.

Sus vecinos igualmente ayudaron para conseguir los medicamentos y contribuir en su traslado a la clínica donde le practicaron los rayos X a finales de marzo.


Sacando cuentas entre exámenes, medicamentos y pago de médicos y enfermeras, se han gastado tres mil cien dólares que nosotros solos no habríamos podido costear

Enrique, el hijo de los pacientes

“Estamos muy agradecidos con los vecinos, los amigos y la familia. Gracias al apoyo de todos se logró conseguir lo que se necesitó. Sacando cuentas entre exámenes, medicamentos y pago de médicos y enfermeras, se han gastado tres mil cien dólares que nosotros solos no habríamos podido costear”, destacó Enrique.

El hijo menor de la pareja aseguró que en la clínica le proveen de todos los equipos de protección y bioseguridad en cada guardia de trabajo. Sin embargo, aún se mantiene a la espera de que el Gobierno anuncie la vacunación contra el COVID-19 para los trabajadores de la salud de instituciones privadas.