Jenny Salazar, esposa de Francisco Javier Cruz, fallecido el miércoles 14 de abril por COVID-19 en el nosocomio varguense, denunció el tráfico de medicinas y maltrato a los pacientes pues lo vivió en carne propia durante los 18 días que duró la hospitalización de su esposo. Asegura que muchos familiares guardan silencio por temor a represalias

Por: Nadeska Noriega

18 días de dolor. Así define Jenny Salazar el tiempo que su esposo, Francisco Javier Cruz, estuvo como paciente COVID-19 en el hospital Dr. Rafael Medina Jiménez, conocido como el Periférico de Pariata.

18 días en los que enfrentó maltratos, negligencia, tráfico de medicinas, mientras observaba el deterioro de su ser querido en medio de una emergencia humanitaria compleja, y de un destruido sistema público de salud disminuido para enfrentar la pandemia. 

“La sala COVID-19 del Periférico de Pariata es una sala de muerte. Quienes están graves saben que van a morir sin ningún tipo de atención. Allí los pacientes deben hacerse todo, si un paciente entra en condición crítica, que no puede hacerse su aseo, ni puede comer solo, ni puede tomarse los medicamentos, es un paciente que morirá”, señala la mujer.

Salazar relata que desde que llegó al Periférico de Pariata la situación fue difícil, pero no tenían recursos para irse a una clínica en el estado Vargas, entidad de donde ambos eran oriundos y donde residían, específicamente en la parroquia Caraballeda.  

“Cuando llegamos, la saturación de Francisco Javier era de 90. Llegamos con una placa, exámenes médicos y la seguridad de neumonía por COVID-19. Sin embargo, seis horas después, no lo habían atendido. Él estaba desesperado y ahogado. La respuesta era que no había camas. ‘No pueden venir todos aquí, estamos colapsados’, nos decía el personal. Me tocó pelear para que le atendieran, decirles, aquí lo dejaré, no tengo a dónde ir”. 

La mujer relata, en medio de un gran dolor, que las primeras 18 horas en el Periférico de Pariata su esposo seguía sin tratamiento, solo con oxígeno, hasta que iniciaron la aplicación de un medicamento llamado dexametasona. 


Él estaba desesperado y ahogado. La respuesta era que no había camas. ‘No pueden venir todos aquí, estamos colapsados’, nos decía el personal. Me tocó pelear para que le atendieran, decirles, aquí lo dejaré, no tengo a dónde ir

Jenny Salazar, esposa de Francisco Javier Cruz, paciente fallecido por COVID-19 en el Periférico de Pariata

“Por 12 días estuvimos en el área de cirugía del hospital, porque el área COVID-19, en el primer piso, estaba llena. Cada médico que veía a mi esposo me decía que su única oportunidad era ir a una cama de terapia intensiva, porque no había cupo en la UCI. Sin embargo, mientras estuvimos allí, tres pacientes, gracias a la recomendación de ‘amigos del gobierno’, sí fueron trasladados. Francisco Javier no tuvo la oportunidad. Dentro del hospital deciden quién puede vivir y quién no”. 

Para Jenny Salazar, lo más duro fue confirmar, en carne propia, que no se cuenta con recursos físicos en los hospitales centinelas y que el hastío del capital humano del sector salud lo pagan los pacientes y los familiares.  

“En la sala de cirugía, donde había pacientes COVID-19, no había tensiómetros, ni oxímetros. Nos tocó comprar todo. Francisco tuvo un episodio de asfixia y el médico corría de un lugar a otro de la sala buscando un oxímetro. Después de ese episodio, salí corriendo a comprar uno. Yo controlaba la saturación personalmente, no solo la de él, sino de los pacientes de la habitación. Una noche una enfermera le dijo a un paciente de 70 años que se sentía descompensado, que no tenía el tensiómetro, porque de noche lo guardaban en otro servicio y ella no podía hacer nada. El personal parece haber perdido la humanidad”. 


Cada médico que veía a mi esposo me decía que su única oportunidad era ir a una cama de terapia intensiva, porque no había cupo en la UCI. Sin embargo, mientras estuvimos allí, tres pacientes, gracias a la recomendación de ‘amigos del gobierno’, sí fueron trasladados

Jenny Salazar, esposa de Francisco Javier Cruz, paciente fallecido por COVID-19 en el Periférico de Pariata

Sin atención o medicamentos

Luego de 12 días de hospitalización, Francisco Javier Cruz fue trasladado a la sala COVID-19 del Periférico de Pariata. “Nos contentamos, su hijo y yo, porque pensamos que habría una mejor atención, que lo ayudarían, pero no fue así”.

Salazar asegura que en la sala COVID-19 de Pariata colocan una mesa al lado de cada cama para que los pacientes coman solos y se tomen la medicina por sus propios medios. Así no estén en condiciones de hacerlo. “A los familiares nos llaman para que entremos, para que ayudemos con el aseo. Yo lo hice a diario, durante los seis días que estuvo en esa sala. Mi esposo tuvo diarrea y pasaba horas sucio, hasta que yo entraba. No le pusieron sonda y él debía resolver cómo orinaba. Yo le rogaba que tuviera fuerza, que se alimentara y él solo me decía: ‘No puedo, no me ayudan’. Eso no es una sala para estar mejor, sino para sufrir”.

La verdad es que el personal no es suficiente. Se contabilizan tres enfermeras para un área de 20 pacientes; 20 pacientes con complicaciones respiratorias. Con un virus mortal. 

En cuanto al tratamiento, Salazar indica que al día 13 de hospitalización fue que su esposo recibió la primera dosis de Remdesivir. El tratamiento inicial fue comprado con ayuda de amigos y familiares.

“El tratamiento se empezó tarde. En el hospital decían que no había y por eso debíamos comprarlo, pero el director de Epidemiología del estado Vargas, el médico Julio Pacheco, aseguró que el Remdesivir para mi esposo fue entregado a la institución. Lo dijo en un audio de WhatsApp que aún conservo. Sin embargo, el director y los médicos del Periférico me decían que no llegó. ¿Entonces, a quién creerle? ¿En qué grado de indefensión estamos? Luego, ves en el propio hospital al personal ofertando en sus estados de WhatsApp medicinas costosas como el Remdesivir y el Clexane; te las ofrecen bajo cuerda. Es inhumano. Entonces, un jefe de sanidad te asegura la entrega de la medicina y en el hospital nadie da la cara. Algo no está bien”. 


El médico Julio Pacheco aseguró que el Remdesivir para mi esposo fue entregado a la institución. Lo dijo en un audio de WhatsApp que aún conservo. Sin embargo, el director y los médicos del Periférico me decían que no llegó. ¿Entonces, a quién creerle?

Jenny Salazar, esposa de Francisco Javier Cruz, paciente fallecido por COVID-19 en el Periférico de Pariata

Jenny Salazar asegura que llevará su denuncia a instancias jurídicas e internacionales en busca de justicia y un cambio en la atención para el paciente COVID-19. Acota que muchos familiares no cuentan sus experiencias por temor a represalias. A muchos les asusta señalar lo que ocurre en la Sala COVID-19 y luego ser ellos los pacientes.  “Alzo mi voz por cada paciente que sigue luchando, por cada paciente que perdió su vida, por cada madre, hijo, hermano, esposa y esposo que lucha con los altos costos y el deterioro del sistema de salud, para salvar la vida de sus seres amados. La negligencia del discurso oficial habla de atención al paciente COVID-19. Y eso no es real”.  

Jenny Salazar está viviendo su duelo. Su esposo Francisco Javier Cruz falleció el pasado 14 de abril. Solo su deceso puso fin a esos 18 días de dolor. 

El Pitazo solicitó ante la directiva del Hospital Dr. Rafael Medina Jiménez una postura ante la denuncia de Jenny Salazar.

Una fuente no autorizada del centro de salud confirmó la existencia de la sala COVID-19 en el piso 1 de la institución. «Es cierto que tenemos deficiencias, pero atendemos a los pacientes en igualdad de condiciones», aseguró la fuente, quien indicó que la vocería autorizada era la de la Autoridad Única de Salud, la doctora Yadira Castillo.

El Pitazo solicitó un postura ante la denuncia formulada por este familiar a la Autoridad Única de Salud, sin obtener respuesta.