Mantener una relación a distancia no es sencillo. Los protagonistas de este relato saben que es así y, por eso, comparten con nuestros lectores el secreto que los mantuvo a flote aun cuando las posibilidades de un reencuentro parecían agotarse. La tecnología jugó un papel fundamental, así como la creatividad

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Un día antes de subir al avión, María Antonietta escoge ansiosa la ropa que usará. Se pasea por varias opciones para verse hermosa. Tras varios minutos, combina unos leggins negro con un blusón pegado al busto, pero que cae suelto sobre sus caderas; se prueba una torera, se mira en el espejo y listo, es el atuendo indicado. Alisa su cabello y se maquilla con emoción. No es cualquier viaje. Es el viaje que la llevará a reencontrarse con el amor de su vida.

Es el 11 de enero de 2022. Por fin, llegó el día. La ansiedad y los nervios la comían por dentro. Era la primera vez que viajaba sola fuera del país. Para él no fue distinto. El cansancio por un largo día de trabajo, haber manejado dos horas para llegar al aeropuerto y la ansiedad no opacaron las ganas de verla porque, finalmente, la tendría entre sus brazos.

-Señorita, el peso de su equipaje es superior al permitido. Si desea, saque algunas prendas de vestir para que no pague por el exceso de equipaje, le dice una agente de tráfico a María Antonietta, horas antes de abordar.

Enseguida, los planes de María de verse coqueta para su esposo se arruinaron. Así que, en fracciones de segundos, se convirtió en una de esas personas a las que se les ve desesperada en pleno aeropuerto tratando de reducir el equipaje. Al final, usó la ropa más pesada y la que menos pensó… Aunque eso fue lo que menos importó cuando en un beso intenso se unió con Andrés.


Como estaba en constante comunicación con María Antonietta y estaba ocupado, creo que las tentaciones si se daban no las veía pasar

Andrés Baralt

Ese beso llegó tres años después de que se despidieron en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, el lugar donde miles de venezolanos dicen hasta pronto a sus seres queridos. Ocurrió a la 1:00 am del 12 de enero en Córdoba, Argentina. Su historia de amor es de esas que refleja el reto de emigrar sin la pareja, pero al mismo tiempo es de esas en las que el amor sobrevive gracias a la tecnología y, en especial, gracias a la confianza.

María Antonietta Araujo y Andrés Baralt comparten con El Pitazo cómo se conocieron, cuándo decidieron dejar Venezuela, cómo vencieron la distancia y cómo lograron reunirse tras derrotar distintos obstáculos.

“No dejábamos de hablar nunca. Desde la mañana, la saludaba como si viviéramos juntos, teníamos charlas eventuales durante el día, era como si constantemente estuviese allí. Cuando podíamos o cuando las comunicaciones en Venezuela y Argentina lo permitían, hacíamos una videollamada. Nunca perdimos la comunicación, eso fue una de las cosas que ayudó a mantener esta relación”, confiesa Andrés.

Un aliado

María Antonietta y Andrés se conocieron en una actividad del Movimiento Scouts de Venezuela en Los Teques, estado Miranda, en 2009. Días después de que terminó el evento, Andrés la contactó a través de Facebook. Iniciaron una amistad y fue así como la tecnología acompañó su historia desde el principio.

Facebook se convirtió en su aliado por algún tiempo, después fue WhatsApp. Las conversaciones eran tan frecuentes que comenzaron a compartir su rutina diaria. “En principio, conversábamos sobre los scouts, sobre nuestras preferencias por los libros, sobre cualquier cosa. Luego de la noche a la mañana tuvimos conversaciones más largas, hasta que sin darnos cuenta ya hablábamos con si fuéramos una pareja”, recuerda María.

¡Me quiero ir!

Es que mantener la comunicación ha sido la clave para ellos, especialmente cuando ella se quedó en Venezuela y él viajó a Argentina. Acoplarse a la nueva realidad no fue fácil, ella ajustó su horario laboral al de él y así fue como las cosas funcionaron.

Y aunque la tecnología no les daba cercanía física, les permitió mantener los vínculos afectivos, la ilusión de un mañana juntos y el deseo del uno por el otro. Entonces, el celular se convirtió en restaurante, en la casa y hasta en la habitación para hacer travesuras. “Era la herramienta para todo”, confiesa María entre risas.

El reto de emigrar

El celular es un buen aliado. María y Andrés lo saben desde que comenzaron el noviazgo. Fue su mejor amigo hasta que a finales de 2011 ella se enfermó y él decidió ponerle fin a la distancia; se mudó a Cagua (Aragua) y un año más tarde se casaron: María Antonietta vistió una manta goajira y Andrés un liquiliqui.

En ocho años de matrimonio, emigrar nunca fue una opción, ni siquiera cuando la situación económica de la pareja empeoró en plena crisis venezolana. Pero el deseo de agrandar la familia cambió los planes en 2019. Lo que ocurría es que María se negaba a tener hijos en Venezuela, porque en 2016 su primogénito murió una semana después de nacer. En el hospital de Maracay no había las condiciones ni los suministros médicos para atenderlo.


El teléfono era la herramienta para todo

María Antonietta Araujo

Es así como tras evaluar distintos escenarios y una oferta de trabajo, Andrés viajó a Argentina, algo que asegura no fue nada sencillo. “Era complejo porque, aunque manteníamos comunicación, yo sé que ella pasaba cosas por allá (Venezuela) que no me quería contar por no preocuparme e igual hacía yo. Era un proceso difícil porque había que mantener el optimismo”, cuenta.

Andrés también cree que la clave en un proceso migratorio como el de ellos es mantenerse ocupado, porque, incluso, no da tiempo para caer en tentaciones. “Como estaba en constante comunicación con María Antonietta y estaba ocupado, creo que las tentaciones si se daban no las veía pasar, porque estaba pendiente de generar dinero y enviarlo, o de atender sus cosas y las de mi mamá”, expone.

María Antonietta agrega que hacerse sentir es importante. Ella se encargó de enviarle sorpresas en días especiales y él también lo hizo. “Se trata de saber que trabajamos en un proyecto en conjunto. En no desenfocarse de la situación y en saber que hay una conexión, que estamos en la misma línea de trabajo”, continúa Andrés.

Todo es posible

María y Andrés nunca perdieron ese foco a pesar de las adversidades. Primero, en febrero de 2020, ella no pudo viajar porque por una medida económica del gobierno argentino, Andrés tuvo que pagar más dinero en impuestos. Luego, en marzo de ese año, llegó la pandemia por el coronavirus y todo se paralizó.

“En 2021 nos estaba pegando la distancia y yo le dije que, si ese año no lograba salir, él tendría que regresarse, porque definitivamente había algo que nos estaba diciendo que no podía viajar. Ya el dinero se había descompletado y en pandemia todo era difícil”, cuenta María Antonietta.

Tras superar un rebote de las tarjetas de crédito de Andrés, la pareja reunió el dinero y compró los boletos, incluso los de su mascota, por la que ya habían hecho una campaña en GoFundMe para costear el viaje. María debía viajar en mayo de 2021.


No dejábamos de hablar nunca. Desde la mañana, la saludaba como si viviéramos juntos, teníamos charlas eventuales durante el día, era como si constantemente estuviese allí

Andrés Baralt

Y cuando pensaban que ya nada se interponía entre ellos, la aerolínea pospuso el viaje para agosto de ese mismo año. Mientras corría el tiempo, María se contagió con COVID-19 y tuvo que posponer el viaje por la enfermedad.

Cuando la aerolínea logró incluirla en un vuelo de reunificación familiar, su pasaporte se venció y cuando finalmente lo tramitó, se contagió de nuevo, así que no pudo retirarlo sino hasta diciembre de 2021. Finalmente, un agente de viajes logró incluirla en el vuelo del 11 de enero.

Ese día se tomó una valeriana para tranquilizarse, solo que su efecto se perdió cuando se bajó del avión y tuvo que esperar que la entrada de Thomás, su Golden Retriever, quedara oficializada. Su ansiedad aumentó cuando a través del ventanal observó a Andrés y solo se calmó con un beso.

María sigue escogiendo la ropa que va a lucir para verse bella para Andrés, quien ahora puede verla en directo. Sus preocupaciones no son las mismas… Ahora solo piensan en acoplarse de nuevo, porque en dos años de distancia sus personalidades cambiaron, así que deben conocer sus nuevos hábitos. Recomenzar y, para eso, tienen la mejor guía: el amor.