Nunca los jardines de las casas dieron flores más hermosas que las de hoy. Gigantescas, hay múltiples capullos por venir. Pero hoy también la vecina ha muerto de peste. Nadie pudo acudir a su entierro. Encerrados, miramos por la ventana la furgoneta que se la lleva y a sus hijas llorando en el segundo piso. Las flores no sienten tristeza, siguen hermosas e indolentes. Y nadie se indigna, la función de las flores es estar bellas. La vida sigue, el dolor humano nunca la detiene.
ANDREA LEAL GONZÁLEZ
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