Desesperados, un grupo de médicos guatemaltecos lanzó un grito de auxilio porque su hospital estaba desbordado con pacientes con COVID-19, dada la falta de previsión de las autoridades de salud ante la emergencia.
En el país vecino de El Salvador, su presidente, Nayib Bukele, enviaba a la población a cuarentena; pero, también anunciaba una ayuda económica que sacó a miles de sus casas para ir a los bancos, en filas abarrotadas con riesgo de nuevos contagios.
Un poco más al sur, el Gobierno nicaragüense jamás menciona la frase “transmisión comunitaria”, a pesar de la declaratoria dada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sobre el comportamiento de su crisis sanitaria.
El recorrido acaba, en Costa Rica, donde, si bien las voces de los sanitaristas y científicos son escuchadas, advertencias vitales tardaron en llegar, como el uso obligatorio de mascarillas, una medida impuesta hasta finales de junio: casi cuatro meses después de registrar su primer caso positivo por el nuevo tipo de coronavirus, causante de COVID-19.
Los Gobiernos del istmo centroamericano se han dado el lujo de desoír, censurar o abiertamente darle la espalda a médicos, sanitaristas, científicos, epidemiólogos, entre otros, profesionales especializados en el manejo de una crisis que exige acciones con base en datos comprobados y no en ocurrencias o intereses políticos.
Hechos a un lado, en la disidencia, grupos de expertos conformaron organizaciones para brindar consejos claves a la población; denunciar las carencias del personal sanitario; generar y divulgar datos sobre el avance de la pandemia; plantear estrategias para mejorar las intervenciones, en fin, alzar la voz ante la escalada de contagios y decesos.
Ese es el panorama que saca a la luz el especial informativo, Coronavirus en Centroamérica: voces desde la disidencia científica, elaborado por el equipo de periodistas de Conexión Centroamericana, que buscó respuestas a la pregunta “¿qué papel han tenido los científicos durante la pandemia por COVID-19?”, mediante una revisión exhaustiva del manejo de los primeros cinco meses de la crisis sanitaria de COVID-19, de marzo a julio, en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica –de Honduras se analizaron datos y estrategias sanitarias–.
Al cierre de esta nota, el 20 de agosto, la crisis sanitaria sumaba 178.152 casos acumulados con 5.231 decesos, según los datos oficiales de cada nación centroamericana –las cifras suben a 183.487 casos con 7.587 fallecidos con los registros de grupos independientes de Nicaragua, país donde la OPS cuestiona la transparencia de los números de su Gobierno–.
“La cobertura periodística en cuatro países –centroamericanos– propicia una mirada descriptiva y crítica de cómo se han tomado las decisiones para encarar el avance del virus –SARS-CoV-2– y la influencia que el conocimiento científico ha tenido en ello. El reportaje deja entrever cómo a pesar de que estas naciones conviven en un estrecho territorio, las distancias en política pública pueden ser enormes”, resaltó el editor ejecutivo del proyecto, con una especialidad en periodismo científico, Iván Carrillo.
Conexión Centroamericana reunió a los reporteros Evelyn Boche de El Periódico de Guatemala; Beatriz Benítez de Gatoencerrado de El Salvador; Moisés Martínez de La Prensa de Nicaragua y quien escribe esta nota, Marcela Cantero, periodista especializada en ciencia y salud de Costa Rica.
Ingrese, acá, para recorrer su especial informativo: Coronavirus en Centroamérica: voces desde la disidencia científica; proyecto que forma parte de la serie, Historias sin fronteras, de la organización periodística, Inquire First, y el Departamento de Educación Científica del Instituto Médico Howard Hughes.
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