Cuentos de cuarentena –21–

Mi primera salida fue después de cuatro semanas en cuarentena. Acompañé a mi esposo al mercado para comprar más rápido y poder regresar lo antes posible a casa. Tuve un agotamiento increíble ese día, me sentí golpeada visualmente al ver la ciudad tan sucia (o bueno, debería decir más sucia), la calima, el ambiente triste de una población que se escondió por miedo a la crisis de salud y de una ciudad desolada que siempre había sido enérgica y disparatada.

Cuando solo pude ver los ojos de los que estaban en la calle, sin poder observar sus gestos por el tapabocas, sentí un nudo en la garganta. Mi primer pensamiento fue “¿pero por qué otra vez los ojos? ¡Estoy harta de las miraditas estampadas que se asoman por toda la ciudad! Ya ni siquiera podemos cantar ‘se ven las caras, pero nunca el corazón’”. Pero como siempre existe un alma pura que transforma tu visión, una amiga me dijo: “Los ojos son el espejo del alma”. Y tal como los memes, se me pasó.

DAYANA DÍAZ