Perturbadora. No hay mejor definición para la ópera prima de Todd Philips, The Joker, protagonizada por Joaquin Phoenix quien, por cierto, interpreta tan bien y detalladamente al payaso asesino que te hace dudar si estás viendo una película o un documental sobre enfermedades mentales. Su papel es tan pulcro que da miedo.
Al comenzar la cinta el espectador se da cuenta de que está ante algo grande: los planos, las tomas, el ambiente, el guión y los personajes están tan bien construidos que no hacen pesados los más de 180 minutos de duración. En esta ocasión, Phillips dicta una clase magistral de cómo hacer cine y de cómo hacerle frente al que, guste o no, es el rey de las películas de cómics en la actualidad: Disney. Y vaya que la película es una contraposición a lo que se está acostumbrado a observar en las salas de cine: violencia, sangre y locura.
Joker representa una fuerte crítica a la sociedad. Todd nos muestra una ciudad que puede ser todo menos una civilización: montones de basura en las calles, ratas gigantes y una sociedad que camina por un lado a los problemas, que es adicta a la televisión y que la misma termina siendo lo que hay por pilas fuera de las casas, pero ante todo eso sobresale la insensibilidad de las personas frente a otras. Esa es la Gótica en la que se desarrolla la historia de Arthur Fleck, un hombre con un trastorno psicológico en una metrópolis donde la indiferencia parece ser la ley.
En el primer acto se puede observar a un Arthur que trata de ganarse la vida vestido de payaso y sosteniendo un volante de cartón en las calles para ganar algo de dinero y poder mantener a su madre, quien está en una edad avanzada y con problemas de salud, pero más temprano que tarde se da cuenta que a esa sociedad no le importan los problemas de la gente. Y es aquí donde comienza la espiral sin control hacia la locura y la anarquía.
En cada minuto que pasa se pueden ver, gracias a la magnífica actuación de Phoenix, más y más detalles de un personaje que, poco a poco, va revelando su verdadero ser. El caminar, la mirada, los gestos, todo va demostrando, de manera tan puntual como aterradora y cruda, que Arthur tiene que recibir ayuda psicológica, pero él mismo se da cuenta que a nadie le importa y decide hacerse escuchar a su manera.
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El largometraje no deja despegar los ojos en ningún momento de la pantalla. Hay comedia, terror, pero sobretodo suspenso, sangre y lenguaje fuerte. No es apta para personas susceptibles o para niños. En serio. Hace años que en las carteleras no se presentaba una película tan cruda y perturbadora y no es para todo público.
De principio a fin se muestra un metraje que parece medido fotograma a fotograma. Cada detalle tiene un fin específico, desde el más pequeño hasta el más grande tiene una razón de ser. Nada es por casualidad, los giros argumentales están perfectamente justificados, los personajes tienen un desenvolvimiento singular, eso sin contar el vestuario, la paleta de colores y las secuencias que parecen estar pulidos con cera y cada segundo brilla por sí solo.
El Joker parecer ser el primero de muchos intentos que ha tenido DC Cómics junto a la productora Warner Bros. de pisar firme y, lo más importante, no intenta imitar la ya conocida fórmula de superhéroes patentada por Marvel. Todo lo contrario. Presentan una película que ni la casa de Stan Lee puede imitar por pertenecer a la empresa del ratón: algo perturbador, perfectamente bien hecho y que rompe con todos los esquemas sin ser exagerada o burda.
Al parecer, DC ha rectificado y si este es el comienzo de más películas del estilo del Joker, tienen el éxito asegurado en el futuro.
Con el León de Oro del Festival Internacional de Cine de Venecia se avistaba una película de época y una actuación para el recuerdo de un Joaquin Phoenix que la Academia debe tomar muy en serio para la ceremonia del año entrante. Se perfila como un gigante a vencer.