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martes, 30 abril, 2024
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La protesta de tres mujeres incansables en la Coromoto

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La Coromoto es el sitio donde la gente protesta desde 2014. Algunos lo llaman el bastión de la resistencia. Los ciudadanos casi siempre llegan hasta ella cuando los partidos políticos o algún sector organizado de la sociedad civil convocan a defender la libertad de Venezuela en nombre de la unidad democrática. 

La gente acude con banderas, pitos, vuvucelas, cacerolas y cartelones; también vestida con franelas y gorras tricolores. Puede decirse, sin temores, que la conocida plaza, ubicada en la intersección de la carrera 5 con la avenida Unda de Guanare, es un espacio público identificado para el ejercicio del derecho a manifestarse contra el Gobierno y sus injusticias. No en vano, está siempre acordonada con policías y agentes militares.

A su frente, decenas de  vehículos, autobuses y gente cruzan todos los días el tramo de 1.200 metros que conduce a la Gobernación y la Alcaldía, instituciones que desde hace 18 años lideran los rojos del Partido Socialista Unido de Venezuela, tolda de la que también es militante el gobernante Nicolás Maduro.

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Durante la protesta de este sábado 11 de mayo, convocada por el presidente interino, Juan Guaidó, para defender a los diputados a la Asamblea Nacional y apoyar a su vicepresidente, Edgar Zambrano, acusado en un juicio inconstitucional de cometer delitos, por los que pudiera pagar 30 años de cárcel, tres mujeres se han vuelto a ver en la Coromoto. Las tres vienen de barriadas populares del este. Las tres hacen causa en partidos políticos. Pero a la plaza van de color Venezuela.

La más aguerrida, Yolanda Bastidas, trabajadora, madre y jefa de familia, ha llegado a pie desde su urbanización, en el complejo urbanistico Los Próceres, a unos dos kilómetros, sentido este, de la plaza. Su salario de auxiliar de laboratorio en el Hospital Universitario Miguel Oraá, 8.400 bolívares por semana, no le alcanza para pagar pasajes extras.

Se apersonó antes de la hora pautada: 10 am. Llega con su bandera nacional, ya raída. Es su amuleto en las manifestaciones. Es su manto protector desde el 12 de febrero de 2014, fecha en la que el Gobierno asesinó en Caracas a Bassil Da Costa y en la que juró no desmayar hasta conseguir justicia. Milita en el partido Primero Justicia, pero a la plaza ni a las marchas va de amarillo; va de color Venezuela.

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Se coloca al pie de la acera para agitar y gritar consignas a cuanto chofer mueve su vehículo por esa vía. Los embiste con el tricolor y aprovecha la  luz roja del semáforo para acercarse y dar el sermón libertario. «Fuera  Maduro», les grita. Al encenderse la luz verde, les canta «La dictadura va a caer. Únete a la lucha, que vendrá un nuevo amanecer».

Yolanda Bastidas porta siempre su tricolor nacional | Foto Bianile Rivas

En Guanare hay 15 plazas, entre parques y monumentos, pero la Coromoto es el punto de encuentro que une a los que se acercan desde el este y desde el sur hasta el centro de la ciudad. En ella se inicia el corredor comercial más importante de la capital. Por allí pasa el que tiene algo que comprar, el que alguna diligencia oficial tiene que hacer y hasta el que tiene ganas de tomar un cafecito al el aire libre.

Yuli Vásquez también viene del este, de Los Próceres, de la urbanización Luisa Cáceres de Arismendi. Se acerca a la concentración como siempre, bandera en mano y cabellera batiente. No se ha perdido una protesta. En el Frente Amplio lidera la conformación de los comités de ayuda y libertad, de los que ya ha registrado más de 90 en el municipio.

Busca a Yoli, como llama a Yolanda, y se juntan al pie de la acera. Grita «Viva Guaidó» y ondea su bandera. Más temprano ha asegurado que de la protesta de calle no la mueve nadie hasta que se vaya Maduro. Dice que quiere una Venezuela libre, una Venezuela productiva donde pueda volver a ejercer de publicista, oficio para el que se graduó y no ha podido ejercer.

Más silenciosa que Yolanda, Yuli se pronuncia por una transformación de Venezuela. Aspira a un país de todos. Quiere inclusión. Un país donde haya un lugar para todos, donde vuelva la sonrisa, la dignidad  y quede atrás el hambre.  

Desde hace 20 años se le ha visto hacer activismo social. Desde hace poco lo hace en el partido Avanzada Progresista, pero a las protestas también va de color Venezuela.

Yuli Vásquez con su color Venezuela en la plaza Coromoto | Foto Bianile Rivas

La Coromoto se va tornando bulliciosa. Este sábado 11, pese a la urgencia de la convocatoria, la concurrencia ha sido poca. Se ven los fijos, los militantes duros de la causa libertaria. Estos han acudido en desafío a la lluvia. Poco a poco se va acercando la gente, y entre los ciudadanos, los espontáneos de siempre, los no partidarios.

La tercera mujer se acerca al pie de la acera. Se acomoda entre Yoli y Yuli con la misma cacerola que se le ha visto tocar en todas las protestas. Es Zoraida Colmenares, una docente jubilada sobreviviente de cáncer de seno. También viene del este, de Los Próceres, donde levanta un emprendimiento social de lectoescritura para los niños más pobres de  la urbanización 23 de Enero.

No pela una concentración, no vacila en acatar un llamado a manifestarse, venga del sector democrático que sea. Ya la cacerola no le suena como antes. Su brazo derecho luce hinchado y debe guardar reposo. Los medicamentos no los consigue, por lo que su terapia está paralizada. Tocó menos, pero quiere que muchos lo hagan por ella, dice.

Participa en las actividades de Vente Venezuela y solo en ocasiones luce sus símbolos, pero expone que va a todos los lugares donde haya actividad para sacar a Maduro. A las protestas va de color Venezuela.

Zoraida quiere multiplicarse para ver la plaza llena. Quiere que los cacerolazos ensordezcan a Maduro. Quiere que le lleguen. Quiere que lo hagan irse de una vez. Mis cacerolazos gritan «Fuera Maduro», relata  mientras se le afinca a la cacerola con su brazo hinchado.


Zoraida Colmenares y su cacerola que grita «Fuera Maduro» | Foto Bianile Rivas
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