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sábado, 23 noviembre, 2024
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El Vía Crucis viviente de un paciente en el hospital «Miguel Pérez Carreño»

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Caracas.– El pasado Viernes Santo llevé a un familiar al hospital Miguel Pérez Carreño. Tenía un cuadro hemorrágico, pues en casa había presentado pérdida de sangre en heces y vómito. Al llegar al mencionado centro asistencial, en la taquilla de admisión me tomaron los datos del paciente y pidieron cuatro hojas blancas para levantarle la historia.

Podía adquirir las hojas en el hospital con alguien que las vende. Fui a buscar a ese alguien en un puesto de chucherías ubicado a la entrada del baño. Me dijeron que costaban 500 bs c/u; en efectivo eran en total 2.000 Bs. que no tenía en ese momento. Necesitaba adquirirlas donde tuvieran punto; busqué en otros puestos infructuosamente; volví con la señora del baño; le dije que en ese momento no contaba con esa cantidad, que si me daba las hojas, yo más tarde se las cancelaba, pero lo que obtuve fue una respuesta negativa.

Volví a la taquilla; le expliqué a la persona que me había atendido que por falta de efectivo no era posible adquirir las hojas. Me dio una con los datos del paciente y me mandó con la doctora de guardia en triaje; esta me envió nuevamente a taquilla. Allí nuevamente recibí la negativa: sin las hojas no había historia para ingresar al paciente.

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Me disgusté y le dije a la señora que entonces el paciente se podía morir por falta de cuatro hojas de papel. Su respuesta fue que ella no tenía la culpa. Total que cedió a hacerme la historia gracias a otra persona que me acompañaba, que conversó con la mencionada señora de admisión y consiguió algunas hojas de reciclaje. Ya yo había llorado de rabia, indignación e impotencia.

Por fin ingresaron al paciente. Le mandaron a realizarse exámenes de sangre. En el hospital solo realizan hematología completa; el resto se debe realizar por fuera. Le colocaron suero y lo mandaron a Rayos X en compañía del familiar.

Dos días estuve allí con el paciente, él en Sala de Triaje y yo en Sala de espera, al pendiente de cualquier llamado. Dos días en los que el paciente solo recibió suero; no le era permitido tomar nada, ni agua, por la hemorragia, pues el diagnóstico de ingreso fue hemorragia digestiva.

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El paciente defecó encima; pedí materiales para realizarle aseo y solo me dieron un par de guantes, el paciente necesitaba orinar; no se podía levantar para ir al baño, no había pato. Tuve que improvisar con un pote de jugo; como era de sexo masculino, podía usar eso.

El paciente presentaba todos los valores bajos. Supuestamente le harían transfusión, por lo que debía llevar ocho donantes el lunes siguiente al domingo de Gloria.

Pero el paciente no llegó con vida a ese día: falleció la madrugada del domingo, en medio de horribles dolores, sin recibir mas tratamiento que suero, sin un calmante que aliviara su sufrimiento, con la boca seca por no poder tomar agua.

Me retiré de él un momento para buscar una gasa húmeda para mojar sus labios y lo encontré entrando en paro. Llamé al doctor, al mismo que ya le había pedido que le pusiera algún calmante, que el paciente estaba sufriendo, que tenía la tensión baja debido al dolor; su respuesta había sido que solo las enfermeras ponían tratamiento y en aquellos momentos no había en la sala ni una enfermera, pero ahora, en el momento en que vi a mi familiar entrando en paro, le avisé y ahí sí fue a atenderlo, no sin antes pedirme que me retirara de la sala.

Puedo decir que prácticamente vi a mi familiar fallecer; a pesar de los intentos de los médicos y asistentes de la sala, el sufrimiento fue demasiado. 

Éste vía crucis lo viven muchos de los pacientes que ingresan a ese centro de salud. Pude observar que otros pacientes estaban recibiendo solo suero; estaba otro paciente con el mismo diagnóstico de mi familiar, otro con obstrucción intestinal, y ambos recibían el mismo tratamiento.

Me pregunto, ¿acaso nuestros centros de salud se han convertido en centros de la muerte? ¿Acaso ingresamos a nuestros familiares para que en lugar de automedicarlos en casa los dejen morir sin darles la debida medicación?

 Es triste y desesperante ver a familiares llorando desconsolados ante la noticia del fallecimiento de su pariente. Mi hijo y yo lloramos desde la tarde del sábado, porque ya presentíamos el triste desenlace. La noticia no nos tomó por sorpresa, pero igual sufrimos nuestro dolor.


Infociudadana Vilma Centeno



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