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viernes, 29 marzo, 2024
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OPINIÓN | ¡Se burlaron de la esperanza y traicionaron al pueblo!

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Dedicado a mi madre Jannet Maroun Auad, una revolucionara y luchadora incansable, fallecida el pasado 19 de enero


Quienes luchamos por la revolución y los llevamos al poder, hoy debemos luchar para que se vayan…


El 4 de febrero de 1992 es una fecha controvertida. Para unos fue un acto nefasto contra la democracia y para otros fue el inicio de lo que sería la gran revolución del siglo XXI, la revolución de la esperanza y del pueblo. Fueron millones los que apostamos al comandante Hugo Chávez y su “por ahora”. Creer en una esperanza no es un delito, no hay por qué avergonzarse de ello, vergüenza sería seguir con una venda en los ojos para defender a quienes tienen pasando miseria y calamidad al pueblo.

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Para los que apostamos a la gesta de 1992, nos llegó 1998 como la consagración de la lucha, un año que significó el triunfo del Nacionalismo Bolivariano. Hugo Chávez era la esperanza de los históricamente olvidados, como él mismo dijo: “había llegado la hora del pueblo”. Veintiún años después, con profundo dolor y decepción, frente a un país en crisis y colapsado nos toca reeditar sus propias palabras para decir que “los objetivos que nos planteamos no fueron logrados (…) ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre. Ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”, estamos recogiendo los vidrios de un sueño que se desmorona.


La Revolución Bolivariana fue desviada. Lo que hoy estamos viviendo es totalmente opuesto a lo que muchos de nosotros luchamos por conquistar, no es lo que se le planteó al país en un inicio. Siendo esa la realidad decimos con decisión y coraje que llegó la hora del despertar.


A los que somos luchadores y revolucionarios por convicción, no por beneficio, nos duele la grave situación por la que nuestro pueblo atraviesa, nos duele lo que está sucediendo, pasamos de la gran Revolución del siglo XXI a la gran traición. Un grupo nos usó para amasar grandes fortunas, para deprimir y destruir nuestro aparato productivo a cambio de ellos quedarse con jugosas comisiones, prefirieron comprar grandes cantidades de pollo en Brasil y no fortalecer a nuestros productores, prefirieron traer leche de afuera y no acrecentar nuestros rebaños, en fin, puedo escribir miles de páginas narrando todas las malas acciones que han dañado al pueblo en nombre de la Revolución.


Todo el pueblo venezolano está padeciendo, pero sin ánimos de decir quién sufre más, es vital entender que el pueblo chavista lleva un sufrimiento doble, le toca la inclemencia de la crisis, pero también padecer el amargo de la decepción y la desilusión, ver cómo jugaron con su esperanza; esto es imperdonable.

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Nos han desarticulado social y moralmente, nos han dividido como sociedad en “chavistas” y “escuálidos”, al punto de vernos como enemigos sin entender que ésta es la forma ideal en la que la opresión y el desgobierno se fortalece. La militancia revolucionaria y chavista está empobrecida, la envolvieron en un plan macabro para mantenerla sometida a la dependencia de un bono miserable, de una caja de comida, en pocas palabras, los tienen controlados con las migajas que sobran de los grandes banquetes que se dan en Estambul con el Salt Bae.


Desde 2006, mi padre, un hombre de izquierda y luchador social que acompañó la creación del movimiento MBR200 y MVR tomó sus reservas en cuanto a lo que estábamos viviendo, porque sentía que el Comandante se estaba dejando llevar a un camino que no era el que inicialmente nos habíamos planeado, yo lo secundé, pero mi madre siguió apostando a la Revolución con la esperanza de que a cada acontecimiento llegaría la gran rectificación del proceso que nunca llegó.


Jannet Maroun Auad, hija de emigrantes libaneses, nació en Punta de Mata, estado Monagas, el 27 de noviembre de 1961. Aunque mi abuelo “el turco” cuando la presentó dijo que fue el 5 de julio, desde siempre fue una mujer que luchó contra la injusticia, nos enseñó a mi hermana y a mí a no tener distinción social, a tratar a la señora de servicio y demás empleados como integrantes de la familia, a que no eran nuestros esclavos sino personas a las que debíamos agradecer por hacer nuestras vidas más fáciles, nos enseñó a que debíamos dar lo que tuviéramos, no lo que nos sobrara, que los pobres eran nuestra responsabilidad y, por tanto, debíamos luchar por ellos también.


Miembro fundadora del movimiento Clase Media en Positivo, el cual tenía como misión aglutinar a este sector en torno a la Revolución, fue una pieza importante para “el proceso”. Siempre estuvo en cada batalla convocada por Chávez, siempre del lado del pueblo. Ella, después de tantos errores cometidos por los dirigentes de la Revolución, seguía creyendo en que la rectificación llegaría y la Revolución cumpliría sus promesas, hasta el año 2014 cuando se convenció de que estaba sosteniendo un sistema autoritario, criminal y antidemocrático.


Qué alivio y qué dolor sentí cuando mi madre entendió que al igual que muchos había sido traicionada, que el sueño por el que tanto luchó ya no existía más. Desde entonces, mi madre se convirtió en una opositora revolucionaria, porque es la forma de diferenciarnos de la oposición tradicional que siempre se opuso a Chávez.


Mi opositora revolucionaria decidió ponerse del lado del pueblo, llegó a sentarse con sus oponentes políticos históricos, cultivó amistad y lucha con personas de los partidos tradicionales de la oposición MUD, con dirigentes políticos y sociales que fueron sus adversarios. Ella decía: “la lucha ya no es ideológica, es por la vida misma, Maduro nos está matando”.
Cuando mi madre decía “Maduro nos está matando” lo hablaba con propiedad, era paciente oncológico y lidiaba con el sufrimiento de quienes no tenían la suerte de ella para contar con su tratamiento.


Mi opositora revolucionaria hacía trabajo social día y noche, ayudando sobre todo a los niños y a otros pacientes oncológicos a conseguir sus tratamientos. En contra de mi voluntad se iba a las concentraciones y a las marchas junto con sus antiguos oponentes para pedir simplemente algo: respeto a la Constitución, respeto a los Derechos Humanos y a un cambio de Gobierno por el derecho a la vida.


Mi reina amada, mi madre querida, luchó por llevar a Chávez y a la Revolución al poder, pero murió luchando para que Maduro saliera. Marchó, respiró gas lacrimógeno y es el ejemplo para muchos revolucionarios. Demostró que los principios no se negocian, si lucha es por el pueblo y no por un espacio de poder, no importará reunirte con tus contrarios.


Seamos como Jannet, leales al pueblo, leales a la causa y no a un cargo o una cuota de poder. Este juego se termina cuando los que fueron o los que siguen siendo chavistas y revolucionarios entiendan que debemos unirnos para salir de esto y enrumbar el país verdaderamente hacia el progreso y la prosperidad.
Descansa en paz madre querida, que tu lucha no será en vano.
Te amo mi reina!!!

*El Pitazo no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en esta columna

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